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Reseña de ‘Un Poeta’ de Simón Mesa Soto: el imperdible retrato de un gran perdedor

Reconocida en Cannes, la notable película del director antioqueño llega a salas colombianas este 28 de agosto para contar la historia de un poeta frustrado que, de a pocos, lee en el camino y en la paternidad los impulsos necesarios para salir de un tremendo laberinto.

Alejandro Pérez Echeverry
23 de agosto de 2025, 4:00 a. m.
Cuando Óscar Restrepo y Yurlady, una joven alumna que escribe por impulso, se encuentran, se desata una aventura intrigante, tragicómica y emocional.
Cuando Óscar Restrepo y Yurlady, una joven alumna que escribe por impulso, se encuentran, se desata una aventura intrigante, tragicómica y emocional. | Foto: OCÚLTIMO-JUAN SARMIENTO G.

Hablar del éxito se queda corto sin hablar del fracaso. No hay uno sin el otro, y es interesante cómo la existencia los hilvana y encadena de maneras diferentes. Algunas personas conocen el éxito tras aprender de sus muchos fracasos en la vida. Muchas otras conocen el éxito temprano en su camino, gracias a sus trabajos y talentos, y eso puede impulsar una carrera, pero también volverse una embriagante condena. Ser una joven promesa tiene ventajas pero también riesgos, sobre todo el de quedarse estancado, tratando de recrear ese fuego.

En este tema, todo parte de las definiciones: ¿qué es el éxito? ¿Qué es el fracaso? Los adultos saben que esas son varas que cada quien debe establecer, pero también son conscientes de que la vida en sociedad y en familia ejerce gran presión sobre esas definiciones. El éxito propio no siempre es el éxito que la sociedad celebra. En esa brecha vivimos, si nos va bien.

Un poeta
Un poeta | Foto: Ocúltimo

Estas y varias conversaciones siembran, de manera fluida, cercana, muy graciosa, pero también muy franca, la película Un poeta, que se estrena el 28 de agosto en salas del país. Se trata de una producción genialmente actuada, filmada y armada, que se disfraza de comedia para ofrecer una historia profundamente humana, en la que se mezcla lo profesional, lo artístico, lo delirante y lo familiar.

El espejo lo propone el director antioqueño Simón Mesa Soto, quien profesionalmente cruzó la frontera entre joven promesa y realidad establecida antes de alcanzar los 40 años (los cumple en 2026). En este, su segundo largometraje, el director y guionista demuestra una inesperada y bienvenida exploración tonal. Porque, partiendo de sus producciones anteriores, en las que miró las vidas de mujeres jóvenes y madres solteras en zonas deprimidas, con un tono muy franco ante las circunstancias apremiantes de sus personajes, de Mesa no se hubiera esperado el tono tragicómico que aquí conjura. Él apostó a explorarlo desde cómo lo escribe, cómo lo filma (en celuloide de 16 mm, con la textura particular que esto le da a la cinta), a quién filma (un reparto de actores naturales que se mete en la piel del espectador) y detalles como la música que utiliza (con un clarinete atmosférico inolvidable en su música incidental).

 En su segundo largometraje, Simón Mesa Soto (Medellín, 1986) incursiona con éxito en un tono más cómico que el acostumbrado.
En su segundo largometraje, Simón Mesa Soto (Medellín, 1986) incursiona con éxito en un tono más cómico que el acostumbrado. | Foto: GETTY IMAGES

Soto ha estrenado sus dos cortos (Leidi y Madre) y sus dos largometrajes (Amparo y Un poeta) en el Festival Internacional de Cine de Cannes, llevándose una Palma de Oro por Leidi en 2014 y un premio del jurado en la categoría Un Certain Regard por Un poeta este año. No es ajeno a los aplausos y reconocimientos internacionales, que sin duda le han permitido seguir haciendo cine; pero tampoco es ajeno a muchos personajes que inspiraron su película: artistas en varias ramas que han empezado así, mirando al soleado futuro y ahogando en una botella, décadas después, las razones por las cuales este no se materializó.

En teoría, Soto se ubica en las antípodas de su protagonista, Óscar Restrepo, interpretado maravillosamente por Ubeimar Ríos (quien se viene de llevar el premio a mejor actor en el Festival de Cine de Lima), pero, con perspectiva histórica, se le entiende como una proyección. “Es la película más personal que he hecho”, ha dicho Mesa de Un poeta. “Nació de preguntarme qué pasaría si fracasara en el arte y de querer hablar de la creación desde adentro, sin idealizarla. La poesía me permitió regresar a un arte más visceral, menos contaminado por el mercado”.

'Un poeta', de Simón Mesa Soto
La actuación de Ubeimar Ríos en 'Un poeta' merece los aplausos que viene generando en los públicos. | Foto: Ocúltimo / Juan Sarmiento G.

Con dos poemarios publicados que le recuerdan lo que fue, pudo ser y no es, Óscar Restrepo está llevado, sin trabajo, sin plata. Si algo lo motiva es embriagarse y lanzar diatribas sobre José Asunción Silva, atormentado y brillante poeta que se quitó la vida con un tiro en el pecho a los 31 años, para quien la fama no era una meta, si bien la consiguió, como Kafka, después de muerto. Lo hace en contraposición con otro escritor, como Gabriel García Márquez, que vivió su repercusión en los rincones más recónditos del planeta. Una observación de la película sobre cómo uno de ellos está en el billete de 5.000 pesos y el otro en el de 50.000 resulta bastante pertinente. Y es por algo, una declaración de principios inicial, que Restrepo tiene un afiche de Silva en su pared.

'Un poeta', de Simón Mesa Soto
El poeta entre otros poetas, unos más confiables que otros... | Foto: Ocúltimo / Juan Sarmiento G.

En la casa de poesía local, este protagonista trata de mover sus libros para venderlos, pero no hay ni tracción ni plata ahí. Más allá de eso, ese espacio cultural, que acoge un curso de poesía para jóvenes talentos, resultará crucial en la trama. También da pie a una de las críticas más afiladas de la producción, la de los circuitos culturales. Estos que mueven banderas de buenas intenciones, pero, además, pecan al homogeneizar el arte y empaquetarlo para intereses externos, que ojalá se conmuevan y financien la causa (que, también se reconoce, no es algo fácil).

La figura más visible de esta casa, un poeta de mayor reconocimiento que Óscar, canaliza muchos de los vicios de estos espacios, que se dicen seguros, aunque no lo son del todo. Lobos en pieles de oveja abundan, de los que hablan de igualdad, pero se tienen que medir el pipí con el mundo entero (literalmente sucede en la cinta, en un momento brillante). A estas personas la claridad no les hace falta. Por eso, de aquellos que profesan salvar al mundo desde la palabra (porque saben utilizarla), hay que saber dudar.

La película aborda el éxito, el fracaso y una nobleza que no se transa, sin importar dónde se ubica entre esas dos concepciones.

Volviendo a Restrepo, para completar la foto, este tipo vive con su madre, una señora de unos 80 años que ya empieza a sentir la edad y cuyo hijo estancado la frustra. Si le pide plata, ella le da, pero no mucha, y le pide no sacar el carro, aunque este señor, un posadolescente, igual le saca el carro. Y así vivimos y nos reímos de la caricatura del perdedor íntegro, del poeta borracho en sus tragos malucos y en su propia ilusión de integridad, presa de su frustración. Todo hasta que entendemos que también es padre de una hija.

Yurlady y su numerosa familia, con la que vive... | Foto: OCÚLTIMO-JUAN SARMIENTO G.

Con eso en mente, la cinta adquiere otro tono, explora otros caminos. El impulso de ayudarle a una hija que quiere ir a la universidad, que no vive con él y que suele sentir vergüenza al verlo, lleva a Óscar a aceptar a regañadientes un trabajo como profesor en un colegio. Y es ahí donde se topa con el otro personaje clave de la historia, Yurlady (en un gran rol de Rebeca Andrade), una joven a la que le gusta escribir lo que siente en su cuaderno. Para él, es poesía valiosa; para su alumna, una forma espontánea de expresión, sin pretensiones. En el fondo, lo que a ella le fascina es hacer uñas.

Óscar ve en ella un talento que podría explotar para ser una escritora exitosa y salir de la casa que comparte con hermanas, tíos, sobrinos, que para llegar le exige subir una estrecha escalera. Por eso la acerca a la casa de poesía, donde su talento y su trasfondo como una niña de bajos recursos la hacen “interesante”, marketineable incluso.

Mientras el protagonista quiere alimentar el talento de Yurlady, la intención se le sale de las manos, pues otros intereses entran en juego. Las cosas se complican seriamente cuando, tras un enorme malentendido y unos tragos sociales con otros jóvenes, a Óscar se lo acusa de sobrepasarse con Yurlady. El perdedor cae más bajo; ahora es también cancelado, para muchos, incluyendo a su hija.

La paternidad enciende en Óscar algunos impulsos que se creían sepultados... | Foto: OCÚLTIMO-JUAN SARMIENTO G.

En cómo Soto engrana las circunstancias para que su protagonista salga del lío increíble en el que se mete, con varias declaraciones de principios, esta película se hace impresionante. Un hombre abatido, del que nos reímos, que por largo tiempo se cree terminado y definido, enfrenta un cambio y nos hace lagrimear también. Nunca dejó de ser noble, pero entendió a tiempo que eso no es suficiente.