Teatro
‘¿Quién prendió la plancha? Y ¿por qué la dejó caliente sobre la cama?’, de la artista Ella Becerra
En La Maldita Vanidad, hasta finales de septiembre, se extiende la temporada de este montaje que propone un testimonio del camino de sanación de la artista a través de la expiación.
El arte ha sido un repositorio de nuestras preguntas trascendentales como humanidad desde el comienzo de la historia. Su función mítica no es otra cosa que una pregunta pública sobre el acontecer del tiempo. Cuando los griegos, por nombrar un ejemplo, narraban con cantos la creación del mundo, lo hacían como respuesta a un cuestionamiento profundo por la naturaleza de su ser.
En la actualidad, con los distintos devenires del pensamiento humano, esas preguntas han ido mutando y, hoy por hoy, el arte es cada vez más singular, y desde luego, mucho más íntimo. Las preguntas que reposan sobre el escenario, si un artista es honesto consigo mismo, realizan un viaje hacia el exterior y atraviesan la universalidad, pero, sobre todo, son un viaje interior del artista que debería atravesar la piel y modificar las entrañas. Hace un par de semanas me acerqué a la casa de La Maldita Vanidad, uno de los más emblemáticos teatros de la ciudad, para ver la obra de Ella Becerra, una de sus fundadoras. Allí, sentado en primera fila, como me ha gustado siempre, fui cómplice de una herida y su proceso para buscar el camino de la sanación.
¿Quién prendió la plancha y porqué la dejó encendida sobre la cama? es el nombre de la más reciente creación de Becerra. La obra es una apuesta por la reconstrucción de una situación traumática del pasado a través de la premisa formal de la fragmentación del discurso de una mujer en sus distintas etapas de vida. Allí, de principio a fin, abanderando distintos dispositivos escénicos, la voz de esta mujer se hace plural a través de las tres actrices que la encarnan aunque, su interpretación, paradójicamente, produce la sensación de una sola voz, no solo de las ejecutantes que están en el escenario, si no de todas en general, porque todas, desde luego, han sido protagonistas de alguna situación que les ha dejado más vulnerables.
El relato, lejos de querer ilustrar situaciones realistas, produce una serie de metáforas espaciales durante el tiempo de la representación que tienen como fin evocador, acercarnos a la herida como pregunta, pero también a las emociones que resuenan como consecuencia de seguir indagando en esa herida. Con Becerra, somos participes de un acontecimiento que está pasado por un filtro que no pretende señalar, sino que busca poner ante todo el tema sobre la mesa, siendo la obra en sí, un punto de partida para un diálogo necesario alrededor del abuso y del acoso.
Dentro de la obra, una figura esperpéntica hace las veces de trauma. Esta figura, relacionada todo el tiempo con el Minotauro, sirve de símil para entender, tal cual el mito, la complejidad que puede producir una lesión psicológica al interior de la mente y el cómo esta puede producir estrategias para esconder dichas lesiones.
La metodología de las constelaciones sistémicas, ya no tan novedosa para la evolución del proceso creativo, proporciona una ruta de avance a través de los momentos que terminan tejiendo la experiencia del asistente. Allí, mientras que los relatos se van conjugando con cierta apariencia de collage, el relato en realidad va construyendo atmósferas que nos terminan implicando como espectadores y desde este lugar podamos ser testigos, ya no del modo en que se teje una historia, si no, por el contrario, de cómo se sueltan esos hilos para desenredar la madeja.
La obra es un gesto de expiación que termina siendo testimonio de un proceso para la transformación de una herida en hecho artístico. Resaltado este testimonio por la aparición de una fotografía de la artista a la edad de cuatro o cinco años, el gesto cobra un valor diferencial que le protege de toda técnica. Allí, no nos queda de otra que asistir y acompañar el proceso aplaudiendo siempre la valentía del acto revelado.
¿Quién prendió la plancha? Y ¿Por qué la dejó caliente sobre la cama? invita a la intimidad de la herida de una artista, y estará en temporada hasta el 21 de septiembre en la Casa de la Maldita Vanidad teatro con la actuación de Jeiny Cortez, Paula Avendaño, María Paula Forero y Yuli Perez.