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Noche y día, la sórdida novela policíaca de origen sueco

Una novela policiaca que se desarrolla a finales del siglo XVIII en Estocolmo y aborda el tema del mal. Su autor es Niklas Natt och Dag, un apellido de la más rancia aristocracia sueca, que, literalmente, significa noche y día.

Luis Fernando Afanador
11 de julio de 2020
Niklas Natt och Dag, escritor sueco. 1793 es su primera novela, con la cual ya ha obtenido varios premios.

Niklas Natt och Dag

1793

Salamandra, 2020

426 páginas

Un crimen, un crimen atroz ha ocurrido en Estocolmo. El cadáver de un hombre mutilado en sus cuatro extremidades, sin ojos, sin dientes, con los labios destrozados ha aparecido en el lago Fatburen. Estamos en 1793. Un año después de la muerte del rey Gustavo III, quien fue asesinado en un baile de máscaras, y su heredero, Gustavo IV, tiene apenas 13 años: el reino está en manos de un tutor ambicioso. La reciente guerra contra Rusia ha dejado al país quebrado y ha traído una epidemia. En su huida, los rusos dejaron de regalo un caballo de Troya: un barco contaminado de tifus. La ciudad, con sus edificaciones amarillas, puede tener cierta belleza al alba y vista desde los ojos de Kristofer Blix, un vagabundo llegado de provincia. Pero, en general, es una ciudad sucia y maloliente: no hay alcantarillado ni acueducto, la gente aún arroja sus heces por puertas y ventanas, como en la Edad Media, y en el invierno los cadáveres se apilan en las calles. Pululan los mendigos, las prostitutas callejeras, los atracadores, y en las tabernas –en las pobres, en las ricas– se beben cantidades ingentes de cerveza, vino y aquavit. La poeta Anna Maria Lenngren ha escrito recientemente: “En la vida, si sabes ver, / todo son razones para beber. / Si gozo o desgracia trae el destino, / hay que afrontarlo bebiendo buen vino”.

El único espectáculo popular, ver decapitaciones de asesinos en el patíbulo, gritarle insultos al condenado, se ha vuelto grotesco: el verdugo Höss anda cada vez más borracho y más escaso de puntería con su hacha. Como si fuera poco el sombrío panorama, de Francia llegan noticias preocupantes: la revolución avanza y es inminente la muerte de la reina María Antonieta. El terror se impone y no con torpes verdugos, sino con una máquina más sofisticada: la guillotina. “Los muertos se cuentan por miles. Reina el caos. En la otra ribera del Sena ve cómo unos borrachos obligan a una mujer a encaramarse en una montaña de cuerpos para danzar y cantar alabanzas a la República; cuando ella se niega, la atraviesan con bayonetas”.

Quien encuentra el cadáver en el lago Fatburen es Mickell Cardell, un exsoldado de la guerra contra Rusia. Una guerra que lo dejó sin un brazo y sin su mejor amigo. Una guerra que fue una estafa, como todas las guerras por la patria, o como todas las guerras; como el rey, otra estafa, según supo por una historia que le contaron. Los excombatientes de esa guerra ahora son ‘comisarios’, un triste trabajo mal pago que consiste en perseguir muchachas pobres acusándolas de inmoralidad y que debe complementarse con otro trabajo: expulsar borrachos violentos de las tabernas. Cardell tiene dolores fantasmas, crisis de pánico y pesadillas asociadas al agua; por eso se mete en el lago a sacar el cadáver y acepta colaborarle al abogado Cecil Winge en la resolución del crimen. Un crimen poco usual que, sin embargo, no despierta mucho interés en las autoridades, más preocupadas por la amenaza jacobina que llega de Francia. Aunque hay excepciones: el jefe de la Policía, un hombre recto, encarga de esos crímenes a Winge, un racionalista insobornable, apasionado por la lógica y por la verdad, que arrastra su propio drama: tiene un tifus avanzado que lo ha obligado a separarse de su esposa. Le queda poco tiempo de vida, su investigación será una carrera contrarreloj. En los tribunales, ya hay apuestas sobre los días que le quedan de vida.

Tal es la pareja, la mente deductiva y el ayudante valiente. El Sherlock Holmes y su querido Watson. Sin embargo, el autor, Niklas Natt och Dag, ha dicho que al crear estos dos personajes –¡maravillosos!– pensó en Tintín y el capitán Haddock. Con ellos y con otros igualmente bien construidos afrontaremos hasta el final, sin decaer, las 426 páginas de esta novela –la primera de una trilogía–, no obstante su crudeza y su sordidez. La buena escritura siempre será un antídoto contra la violencia. Y no lo olvidemos, es la época de Rousseau –“El hombre es bueno por naturaleza”–, pero también la de Sade: “El hombre es malo por naturaleza”. Por cierto, Natt och Dag es un apellido de la más rancia aristocracia sueca, que, literalmente, significa noche y día.