Cine
‘La ciénaga entre el mar y la tierra’ llega a las pantallas, y su estreno en Colombia “es un triunfo” de su creador
Charla con Manolo Cruz, guionista, protagonista y codirector de la premiada película que por cuestiones legales demoró ocho años en llegar al público nacional. Con producciones que mueven emociones y discusión, es mejor que la justicia llegue cojeando a que no llegue nunca.

La película La ciénaga entre el mar y la tierra nace de un cortometraje escrito en 2012 por Manolo Cruz, llamado La ciénaga, “una historia en el mundo de una madre y su hijo en situación de discapacidad, en ese lugar olvidado, o detenido en el tiempo, de los palafitos de la Ciénaga grande de Santa Marta”. Eso nos cuenta Cruz, actor y director que incursiona en las artes escénicas desde interpretar, a los seis años, a Victorino Perdomo, niño, en la icónica Cuando quiero llorar no lloro (sumando pasos por Don Chinche, N.N., más de 40 telenovelas y 20 obras de teatro desde entonces).
La idea de hacer este largometraje que, además de haber sido hecho con las uñas, se volvió una odisea legal y emocional, cruzó dos inquietudes. La primera vino un día en el que, viajando de la capital del Magdalena hacia Barranquilla, a Cruz lo impactó el contraste que presentaban ambos lados de la carretera: de un lado, el azul fuerte y vivo del mar y, del otro, “estas casitas de palafito hechas de madera y tejas de zinc, encima de este cuerpo de agua tan inmenso que es la Ciénaga grande de Santa Marta. Y esa agua está verdosa, como quieta, estancada, moribunda”.
Más allá de las aguas, Cruz se fijó en las personas y en cómo “son felices disfrutando de su segundo de vida. Los niños corren por los muelles y saltan, dan botes y caen al agua donde cae todo (el residuo) de todos. Y salen riendo. Las madres bailan champeta frente a sus casas y los papás juegan dominó mientras sostienen al recién nacido en sus brazos. O sea, consumen el momento de vida al 100 por ciento. Y eso me causó un choque de emociones, porque supuestamente los que estamos en otra situación, en otros lugares del país, nos la pasamos concentrados en buscar cosas, no viviendo el momento con las personas que amamos”.

La otra inquietud vino de su llamado actoral. “Nunca me había llegado un personaje que me retara como actor, explica Cruz, “así que decidí escribir mis propias historias. Estudié escritura de guion, dirección, y cuando llegó el momento de ver ese contraste en esa carretera, nació esta historia. Ahí vi oportunidad de escribir un personaje que me llevara al punto máximo de mi actuación: Alberto Navarro, un hombre con una enfermedad muscular que lo mantiene tendido en su cama desde los 6 años; un hombre dentro de un cuerpo que no lo deja vivir a plenitud. Y así llevé la actuación al límite, con un personaje que no se mueve, que poco habla y que lleva la historia de principio a fin, conduciéndola en compañía de su madre, el personaje que interpreta magistralmente la actriz Vicky Hernández”.
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Razón no le falta en esa evaluación. Mucho se habla de Vicky Hernández, y merecidamente. Lo que deja en este papel ratifica su peso como quizá la mejor actriz en la historia de este país.
Cruz concibió su largometraje tras escribirlo, claro, y reclutar un tremendo reparto que además de Hernández incluye a Jorge Cao y a Viviana Serna. Y cuando llegó la hora de rodarlo, dado que protagonizaba la historia en un rol de tremenda exigencia física y mental, Cruz acudió a un codirector durante el rodaje, Carlos Castillo. Esa decisión casi le cuesta la película.
En 2016, la producción empezó a proyectarse en algunos festivales internacionales y a ganar importantes reconocimientos, entre ellos, premios notables a mejor drama mundial y a mejores actuaciones para Manolo Cruz y Vicky Hernández en el Festival de Cine de Sundance, quizá el más importante de cine independiente en Estados Unidos (a la fecha, suma 21 premios cinematográficos y 39 selecciones oficiales en festivales de cine).
Y entonces, cuando tenía la pista para seguir su marcha en Colombia, dejando huella, generando emociones y disparando discusiones, su camino se detuvo repentinamente. Castillo emprendió una cruzada en la que clamó por la autoría del trabajo, entre otros detalles (que incluso, en un punto, lo vieron entutelar a exhibidoras como Cine Colombia y Cinemark). El codirector, que trabajó durante el rodaje de la película como codirector, ni en la preproducción, ni el la postproducción, según asegura Cruz, logró torpedear su estreno por casi una década... hasta ahora, en que agotó todos los posibles recursos para frenarla.

¿La justicia cojea demasiado pero nunca es tarde para que llegue? Eso parece decir esta historia. Ocho años son mucho tiempo, pero ahora son pasado. El presente es que se verá la obra.
“La justicia ha respaldado la posición de Manolo Cruz y su productora Mago Films en todos los procesos e instancias —primera, segunda y casación—, sentando un precedente relevante en el ámbito jurídico nacional. Estos fallos permitirán que los colombianos accedan a una obra cinematográfica que, aunque oculta durante años, ha sido ampliamente reconocida en escenarios internacionales", asegura la comunicación oficial de la película al anunciar su proyección.
En un país donde estamos acostumbrados que la impunidad casi siempre gana, es motivo de celebración cuando la justicia habla. Y por eso vuelvo yo a Colombia a estrenar esta película, porque esto es un motivo de celebración...
Al respecto, aliviado de dejar esta espera legal atrás y enfocarse de nuevo en la obra, Cruz cuenta que “lo más preocupante es cuando las personas no tienen límite, y ni la justicia logra silenciarlas o detener su intento de hacer lo que quieren. En un país donde estamos acostumbrados que la impunidad casi siempre gana, es motivo de celebración cuando la justicia habla. Y por eso vuelvo yo a Colombia a estrenar esta película, porque esto es un motivo de celebración. No quiero que esto pase impunemente, como si no hubiera pasado nada. Son fallos a los que los autores nos podemos acoger y debemos defender. Cuando la autoría es atacada, es la condena máxima a nuestro arte y a nuestra cultura. Gracias a Dios tuvimos la piel para resistir todo este bate tan fuerte y, bueno, el coraje también”.
Volviendo a la pantalla, le preguntamos sobre su Alberto, su personaje. Cruz cuenta que, para empezar, le exigió bajar de peso durante 4 meses. “Se hizo una dieta especial para bajar a los 49 kg, que quedé pesando, controlado por un doctor, un deportólogo y una nutricionista. Me llevé hasta el límite físicamente, en la contorsión, tratando de asimilarme para entregarle verdad a las personas que vean la película y, en específico, a las personas que realmente están pasando por una situación como esta”.
La película se hizo con el amor de las personas que decidieron unirse porque les les motivó la historia, les fascinó lo que queríamos contar...
Además, no es menor lo que logra realzando el trabajo que las madres cuidadoras y todo lo que entregan. La presencia Vicky Hernández entrega sin duda algo poderoso. En ese rol crucial de madre cuidadora, Hernández navega la devoción, el amor, la protección, la sobreprotección, la prevención, la entrega total e incluso inusitados celos. Cruz ofrece que la película “se hizo con el amor de las personas que decidieron unirse porque les les motivó la historia, les fascinó lo que queríamos contar”.
¿Qué tanto hubo que dirigirlos?, indagamos. “A actores de la talla de Vicky Hernández, de Jorge Cao, de Viviana Serna, les entregas una hoja de papel con unas letras y ellos te lo convierten en un personaje lleno de vida, hermosamente actuado. En el set no necesitas estarlos cuidando a ver si están haciendo lo que deben hacer. Eso no sucede con los grandes actores. Ahí se trató de soltarlos para que volaran con su imaginación, con su talento, e imprimieran eso en sus personajes”, responde Manolo Cruz.

Al momento de crear la película, Cruz sabía que tenía que tener a este Alberto Navarro atado a su cama, sin poder salir, “porque su gran sueño es ir a conocer el mar, que está a 200 m de su casa”. La condición era la manera de atar a este hombre a su cama, a su casa. En un especial de Pirry, recuerda Cruz, escuchó hablar de una distrofia muscular generalizada, la distonía, a la que básicamente se considera una orden errónea que el cerebro envía a los músculos cuando despierta. El cuerpo se tensiona como en un calambre, igual de doloroso que un calambre, pero en todo el cuerpo. La enfermedad colapsa los músculos del cuerpo, órganos vitales, todo, y es degenerativa, y así mantiene a la persona atada a un respirador artificial que funciona con energía”. En el corazón de un hombre atrapado en la distonía, que le ha merecido comparaciones con actuaciones como las de Javier Bardem en Mar Adentro y Daniel Day-Lewis en Mi pie izquierdo, Cruz basa su película.

Para él, sin embargo, el reto más grande era hace
r una historia que conectara con el espectador. Y eso aún está por verse, si bien tiene muchos ingredientes para lograrlo. “Las películas colombianas suelen no tener audiencia porque no conectan con el espectador. Hay un público que no está conquistado, y a ese público le gusta que lo hagan sentir cosas. Por ahí me lancé”.
