Música
Hito para el rock progresivo en Colombia: BEAT “es la mejor banda que he tenido”, dice el genio Adrian Belew
Para dimensionar lo que sucederá en Bogotá gracias a una unión surrealista de virtuosos, SEMANA habló con el músico que brilló con Zappa y Bowie, y con King Crimson hizo música que aún inspira a millones. Esa tocará en Colombia el 30 de abril, en un concierto que hará historia (y cumplirá el sueño de muchos).

Felipe Osorio es bogotano, padre y fanático de esta música que lo marcó desde una fase formativa. Cuando supo que BEAT tocaría en vivo, en gira, las canciones de King Crimson que soñó escuchar, pero jamás pensó posible hacerlo, viajó sin pestañear a Orlando a ver este supergrupo. Fue absolutamente feliz, y luego duplicó su gozo cuando se anunció que la agrupación tocaría en Bogotá, donde la idea de verlos, una vez más, todavía le parece absurda.

En efecto, en el Royal Center, el 30 de abril, sonará esa música que, por cuarenta años, subrepticia y poderosamente, ha enriquecido la vida de Osorio, de millones, y el panorama sonoro universal. Estos músicos han inspirado a los músicos que lo inspiran, y este tipo de concierto no había sucedido en Colombia. Con este nivel de eminencias, se siente milagroso.
En los años ochenta, una agrupación de muchas fases brillantes como King Crimson dio luz a tres álbumes que marcaron un sonido irrepetible, de la época, pero sin época (Discipline, 1981; Beat, 1982; Three of a Perfect Pair, 1984). La música brilló, antes de que otra literal desbandada dictada por su líder y fundador, Robert Fripp, terminara con esa alineación (y las anteriores).

Parte del genio de Fripp, además de sus hipnóticas y metódicas seis cuerdas, radicó en su manera de reclutar. Para esta fase ochentera mantuvo a un baterista genial como Bill Bruford, con quien ya había trabajado en la fase setentera de la banda, y sumó dos estadounidenses que redefinían el sonido y la vanguardia: Adrian Belew (ex-Zappa, ex-Bowie, trabajaba con Talking Heads), en la voz y la guitarra, y Tony Levin (Peter Gabriel), en el bajo y en el chapman stick, un instrumento con el que los sorprendió a ellos y al mundo. Así nació un cuarteto de ‘innovadores innovando’, en el que decir virtuoso era de perogrullo, y esto se siente en las canciones que sonarán.
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¿Las tocarán ellos mismos? Sí y no. El supercuarteto Beat es liderado por esos reclutas que dieron una nueva personalidad a Crimson, Adrian Belew y Tony Levin, claves en la arquitectura del sonido; y para sopesar las ausencias de los británicos Fripp y Bruford, que estaban en otra sintonía, suma a dos estrellas planetarias, enamoradas e influenciadas por la música que tocarían: Steve Vai, que desde su guitarra ha empujado bordes sónicos, y Danny Carey, que con su batería ha hecho de Tool una fuerza global (que con esa banda viene de impactar a Bogotá de manera gloriosa hace apenas unas semanas).
Luego de cinco años de cuadrar los tiempos de estos músicos capaces de reemplazar a gigantes y no hacerlos extrañar, cosa que ha sucedido (para muchos, este fue el mejor tour del año pasado en Estados Unidos), Belew hizo de BEAT un show que todo el mundo quiere ver, y que antes de pasar por Europa vendrá a lugares de Latinoamérica, donde no ha sonado esta música. Ha sido un absoluto éxito, porque esta música pedía estallar, no ser olvidada.
Al respeto de este evento histórico para la música progresiva en el país (que ha recibido a Opeth y a Tool, pero no a estos padres fundadores), SEMANA habló con Adrian Belew, el virtuoso de la guitarra, de voz asombrosa, cuyo empeño por darles vida nueva a estas canciones las tiene vibrando. Belew habló desde Nashville, donde vive. “Me honra ir a Bogotá y tocar por primera vez”, dice, “y llevar conmigo la mejor banda que he tenido”. No es poco decir considerando el tamaño de bandas que ha integrado, ¡incluyendo la que creó esta música!

Oriundo de Kentucky, nacido en 1949, Belew (cuya entrevista fantástica, de 34 minutos, puede encontrar completa en este enlace y en semana.com/cultura, llena de anécdotas imperdibles) cuenta que ha sanado bien de su reciente cirugía de túnel carpiano, a la que se sometió tras el tour de 64 fechas del año pasado, en el cual se le entumecía la mano con frecuencia. Por fortuna, el doctor de Steve Vai lo dejó perfecto para su toque en el país.
Sobre la respuesta de la gente a BEAT, Belew la describe como “una explosión de felicidad, mucho más grande de lo que nadie esperaba”, razón por la cual decidieron llevar la gira a tantos lugares como pudieran. Pero hacer una gira mundial “es difícil cuando tienes gente como Steve Vai, Danny Carey y Tony Levin. Todos tienen otras cosas andando. Así que tratamos de apartar temporadas para coincidir y tocar en otros países”. Con toda esta logística involucrada, hacen esto por mera devoción.


Para el proyecto era esencial el visto bueno de Fripp, y cuando Belew lo recibió, despegó. “No creo que Robert imaginara que yo hablaba tan en serio, o que iba a conseguir a los mejores músicos del mundo”, explica riendo. “Pensó que conseguiría a un par de personas y tocaría algunos conciertos, pero ahora ha desarrollado una relación con Steve Vai. Hablan por teléfono y le ha hecho sugerencias. Robert no ha visto el espectáculo, no sé si vendrá, pero ha dicho cosas buenas”. Más que el de Fripp, cuenta el testimonio de miles de fanáticos como Osorio, que han visto el show y no le cambiarían nada.
Sobre esas canciones y ese sonido que reviven en esta gira, Belew rememora: “Cuando nos reunimos, nos dimos cuenta de que hacíamos algo que no se parecía a la otra música de King Crimson y no se parecía a ninguna otra música. Y no solo nos estábamos descubriendo como músicos y la manera de trabajar, teníamos nueva tecnología que nadie estaba usando: Robert y yo teníamos sintetizadores de guitarra, Bill tenía una batería electrónica y Tony Levin apareció con esta cosa llamada stick. Nos miramos y dijimos: ‘¿Qué es eso?‘. Eso también contribuyó al carácter único. Estábamos descubriendo qué hacer con la tecnología y cómo hacerla avanzar”.


Partiendo del sonido y cadencias que Fripp propuso (no había cambios de acordes o melodías), como dos caras de la misma moneda, con Belew aprendieron a hacer canciones. “Comencé a poner cambios y a resolver acordes y a mover las partes. Las canciones comenzaron a surgir, y supe que era algo especial”.
Pero claro, Robert no está en BEAT, tampoco Bill, y si nadie sufre por ello, es porque Belew jamás pretendió que Steve Vai imitara a Fripp o que Carey imitara a Bruford. Les pidió elegir “las cosas esenciales que tenemos que hacer para que la música sea correcta”, para luego retomarlo y “hacerlo a su manera”. Y eso han hecho exactamente.

A este carismático genio, que ha cumplido sus sueños de vida tras charlar una hora con Paul McCartney, tocar una composición suya con una sinfónica y ganar un Óscar por la música de Piper (el cortometraje de Pixar le significó un hito a ese hombre que creció viendo Bugs Bunny), le queda el impulso de saber que a sus 75 años se siente de 25, y eso le permite seguir compartiendo su arte en países que jamás lo creyeron posible.
