Música y libros

Enrique Bunbury charla con SEMANA sobre su nuevo trabajo y FILBo: “Dios nos libre de la perfección”

Ahora que lanzó su nuevo álbum, Cuentas pendientes, y visita la Filbo 2025 para presentar su libro La carta, el cantante, músico, ex Héroes del Silencio, escritor y poeta Enrique Bunbury intercambió preguntas y respuestas con SEMANA. Este es el resultado.

26 de abril de 2025, 4:30 a. m.
Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) confiesa que Bogotá se ha convertido en uno de sus lugares favoritos. Este sábado 26 hablará en la Filbo y luego traerá su Huracán ambulante tour a la capital (el 28 de junio, donde ya agotó entradas) y a Medellín (5 de julio).
Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) confiesa que Bogotá se ha convertido en uno de sus lugares favoritos. Este sábado 26 hablará en la Filbo y luego traerá su Huracán ambulante tour a la capital (el 28 de junio, donde ya agotó entradas) y a Medellín (5 de julio). | Foto: Criteria Entertainment

Como lo propuso en su más reciente libro, La carta, que presenta en la Filbo el sábado 26 de abril, esta entrevista con Enrique Bunbury nace de un intercambio escrito. El inigualable zaragozano, cuya voz toma segundos reconocer, cuyo sello ha sumergido a las almas de Iberoamérica en poesía y música que marca, y siempre le ha salido de las entrañas, viene de lanzar el disco número 13 de su prolífico camino en solitario, Cuentas pendientes, de alta influencia latinoamericana en sus artes y descargos. Al respecto (con versión extendida en semana.com/cultura), esto dijo.

SEMANA: “Mi personalidad está basada en mis defectos”, dijo en Bogotá en 2024. ¿Qué defectos lo definen estos días?

ENRIQUE BUNBURY: Eso dije (risas). Más que nuestros defectos, nos definen nuestras particularidades, nuestra forma personal de ver las cosas, de actuar y de entender lo que sea que nos defina. Recuerdo, hace mil años, que fui a un profesor de canto; apenas me dio una clase y me dijo que, si pulía mis defectos al cantar, que los tengo y muchos, me desdibujaría la personalidad que tenía como intérprete. Es cierto que en el rock, o lo que sea que yo hago, es más importante la actitud que la técnica. A veces, eso mismo lo extrapolamos a nuestras relaciones con el exterior para no molestar demasiado, para no sentirnos alienados, para encajar en el entorno de convivencia. Pero no creo que necesitemos artistas, ni personas, iguales unos a otros. Lo que al menos yo les pido a los artistas que me gustan es una personalidad distintiva, que muchas veces se traduce en aristas o incluso defectos, matices y características que los hagan únicos e inimitables. Si Bob Dylan o Tom Waits o Nick Cave o Goyeneche o José Alfredo Jiménez se presentaran a un concurso de talentos televisivos, no pasarían siquiera la selección. Su lejanía de lo que llamaríamos una voz ortodoxa o técnica los hace únicos y geniales. Dios nos libre de la perfección. El arte precisa de puntos de vista humanos peculiares que nos hagan ver la vida desde nuevos ángulos inesperados.

Enrique Bunbury considera que más que los defectos, a las personas las definen las particularidades y la forma de ver las cosas, de actuar y de entender lo que sea que defina a cada quien. | Foto: Criteria Entertainment

SEMANA: Si “un día feliz es cuando nace algo”, ¿qué tan feliz fue haciendo Cuentas pendientes?

E.B.: Siempre que acudo a mi estudio y trabajo durante el día en un pedazo de música, una letra, un poema, pinto o realizo una labor creativa, por muy pobre que sea el resultado, me produce una pequeña alegría. Si encima puedes vislumbrar que algo de lo que has hecho tiene valor, eso ya es una felicidad infinita. Recuerdo la composición de Loco, una de mis canciones favoritas del disco, o Como una sombra, que es una canción dolorosa, pero que me llenó de alegría culminar. Ninguna de las dos son canciones que me resultaran sencillas de cantar. No son registros habituales en mi cancionero. En el hecho de transitar lugares insospechados o novedosos en mi repertorio, me pareció que el viaje que estaba realizando merecía de verdad la pena.

SEMANA: Después de Greta Garbo, un disco oscuro y difícil de componer, en el que se planteó alejarse de los escenarios, imaginamos un trabajo más luminoso. ¿Dónde llevó estas canciones nuevas y dónde lo llevaron a usted?

E.B.: A diferencia de Greta Garbo, en este álbum no hay una temática genérica. Las canciones hablan de experiencias muy diversas, incluso con distintos personajes, que no soy yo necesariamente. Y digo que no necesariamente porque, aunque hables de otra persona, siempre se me escapan sentimientos propios, formas de entender determinada circunstancia, que sí, de alguna forma, parten de mi filosofía vital. Sí, entiendo que se trasluce cierta melancolía en el disco, porque el paso del tiempo aparece en varias canciones. No veo el paso del tiempo como algo negativo en sí mismo. La otra opción sería peor, claramente, pero hay lugares por los que pasé que no volverán y eso siempre produce cierta melancolía.

Enrique Bunbury dice que siempre que acude a su estudio y trabaja durante el día en un pedazo de música, una letra, un poema, pinta o realiza una labor creativa, por muy pobre que sea el resultado, le produce una pequeña alegría. | Foto: Criteria Entertainment

SEMANA: ¿Qué foco primó al seleccionar estos diez temas? ¿Se quedó algo en su tintero sónico?

E.B.: Con Greta Garbo viré radicalmente en mi manera de enfrentarme a la grabación. Provenía de una serie de discos (Expectativas, Posible y Curso de levitación intensivo) en los que trabajé en las posibilidades de la música contemporánea, de las nuevas tecnologías, la electrónica y los computadores. En Greta grabamos en analógico, sin claqueta, con todos los músicos interpretando la canción en una misma habitación. Cuentas pendientes continúa esta senda orgánica de músicos y arreglos limpios y sin sobrecarga excesiva. La gran diferencia es que Greta era un disco de rock, y Cuentas pendientes es un disco de música popular de raíz hispana y latinoamericana.

SEMANA: ¿Cómo ha influido en su composición musical ser un autor literario que busca una conversación con su audiencia?

E.B.: Son dos facetas distintas. Cuando me dedico a escribir, aparco la guitarra. Y, cuando estoy escribiendo canciones, sé que estoy manejando otro idioma. La música dicta por dónde deben de ir las palabras y las canciones, las canto para que el público las cante. Es cierto que el equilibrio en este disco era muy delicado. Es un disco de canción popular, pero he querido ser un poco más exigente. Encontrar el equilibrio entre lo literario y lo popular es complicado. No quería que la balanza cayera inclinada excesivamente hacia ninguno de los dos lados. También acepto que mi música es música adulta, que manejo un lenguaje que no es el de los niños en el WhatsApp o en donde sea. Pero tampoco pensemos que todos los más jóvenes tienen el cerebro como un queso de Gruyère. Siempre hubo y hay quienes les exigen más a la vida y al arte, y disfrutan con músicas que precisan de una atención extra. Incluso músicas mucho más complejas y elitistas que la mía, que quizás tampoco lo sea tanto.

Bunbury asegura que encontrar el equilibrio entre lo literario y lo popular es complicado. | Foto: cortesía FILBo

SEMANA: Rescata el lenguaje epistolar en su libro La carta, pues propone a sus fans escribirle. ¿Cómo han respondido?

E.B.: Ha sido una experiencia maravillosa. Podían preguntar lo que quisieran. Muchos ni siquiera preguntaban nada en concreto, sino que contaban experiencias o vivencias propias. Muy duras o hermosas. Lo que más me gustó del tiempo que duró esta correspondencia fue poder escucharnos los unos a los otros. Otorgarnos el tiempo y el espacio para escribir y hablar con absoluta y total libertad. No coincidir. Atender a los argumentos contrarios y seguir aceptándonos.

SEMANA: Sus libros MicroDosis y La carta nacen de momentos, inquietudes y procesos muy distintos; cuéntenos de esas diferencias. ¿Y ya tiene en mente un próximo libro?

E.B.: Y antes estuvo el poemario Exilio topanga. Este era un poemario sobre los cambios urbanos que veía que estaban transformando la ciudad de Los Ángeles; creía que podían extrapolarse a lo que estaba sucediendo con muchas partes del mundo. MicroDosis parte de una experiencia temporal con la microdosis de psilocibina para hacer una reflexión sobre el arte y lo que los creadores somos capaces de hacer por conseguir una obra mejor. Y luego está La carta, el libro de correspondencias. Hay un tercer poemario ya entregado a la editorial que saldrá en otoño, del que no puedo decir nada todavía. Lo tengo prohibido.

El artista dice que le gusta acudir a eventos como la FilBo por el contacto con el público. | Foto: Criteria Entertainment

SEMANA: Invitado a la Filbo. ¿Cómo le ha ido en las ferias como lector, como invitado?

E.B.: A mí me encanta acudir a este tipo de eventos. Sobre todo, el contacto más directo con el público: las conversaciones, escuchando el sentir de la gente. En los conciertos todo es mucho más primario. Si una canción gusta, aplauden. Si no gusta, aplauden menos o, en el peor de los casos, te abuchean. Y, si gusta mucho, gritan. Pero no es una conversación pausada. Me gustaría ir a más conversaciones así, en otros países también. Ojalá me inviten.

SEMANA: Hay una influencia de la música latinoamericana en esta música (huapango, bolero, son cubano). ¿Influyó la cultura latinoamericana en las letras?

E.B.: Aunque musicalmente el disco se mueve en esos territorios sonoros, además del vals criollo, la rumba, la copla española, he querido que los textos no estuvieran sujetos a exigencias o rigidez estilística. En cierto modo, las preocupaciones de los textos y los personajes que lo habitan son las mías, pasan por mi tamiz y mi lenguaje. Hay conexiones, concordancias. Los temas de muchas canciones escritas en nuestra lengua son universales: el amor, la pérdida, las relaciones humanas… Pero intento no caer en lugares comunes y he buscado nuevas vías. Que esa forma personal de escribir sea más o menos evidente quizás se me escapa y no me corresponde a mí analizarlo.

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