Cine

En ‘Licorice Pizza’, el maestro Paul Thomas Anderson regresa a los setenta y apuesta por el carisma de la juventud

Protagonizada por dos arrolladores jóvenes debutantes, la película aborda con ingenio los vaivenes entre amistad y amor. Nominado a Mejor guion, Mejor dirección y Mejor película en los Óscar, el californiano se inspiró en las amigas de su hermana mayor que conoció en su adolescencia, en el suburbio que lo vio crecer, y narra sirviéndose de su enorme talento y de una gran banda sonora.

Alejandro Pérez Echeverry
11 de febrero de 2022
Licorice PIzza / Paul Thomas Anderson
Alana Haim y Cooper Hoffman no habían actuado jamás en una película. Eso cambió con 'Licorice Pizza', pues el enorme Paul Thomas Anderson apostó por ellos como sus protagonistas (y escogió muy bien). | Foto: Paul Thomas Anderson / Cortesía UIP.

Corren, corren mucho los jóvenes en esta película. En gran medida, corren para ayudarse, para apoyarse, salir de un lío, pero también para divertirse (mucho) y, en últimas, para encontrarse. Corren porque son jóvenes peculiarmente impacientes y sagaces, y porque están vivos; cada vez más vivos.

Licorice Pizza fue nominada recientemente a los premios Óscar a Mejor película, Mejor guion y Mejor dirección, y si bien sus dos protagonistas no fueron directamente reconocidos (era difícil), son ellos quienes avivan la magia del guion y nos mantienen ahí, con ellos, sin querer mirar al teléfono.

La gran película del maestro Paul Thomas Anderson refleja los vaivenes de la primera atracción eléctrica y bella, del primer amor que no debe ser porque él es una cosa y ella otra, pero que ES de todas formas… así no se le “confirme”, así toque callárselo un día, un mes, un año. Por eso, si bien el gancho son los diálogos sagaces y la manera de compartir sensaciones hablándolas o callándolas que muchos hemos sentido pero no todos articulamos tan bien, esta obra se hace también valiosa desde sus miradas.

De un lado, Gary Valentine, un joven actor (de reparto, en una especie de show familiar de tv) de quince años, verbo fácil y un olfato agudo para curiosas posibilidades de negocios. Lo interpreta con absoluto desparpajo Cooper Hoffman, el hijo de Philip Seymour Hoffman, uno de los más grandes actores de la filmografía de Anderson. Cooper jamás había actuado en una película.

Del otro lado, que es prácticamente el mismo lado, está Alana Kane, interpretada por Alana Haim, quien tampoco había actuado en una película en su vida, pero sí integra una banda musical conocida con sus hermanas (que en la película interpretan sus hermanas, y cuyos padres también interpretan a sus padres en la producción). Su personaje es una fuerza natural de 25 años y familia judía tradicional que hechiza a Gary e imanta a la audiencia en el proceso. Trabaja en un servicio de fotos para niños pero está para lo que le pongan; es seria, no se anda con jodas, y sus apuntes y respuestas son irresistibles. Ah, también maneja lo que le toque.

Licorice PIzza / Paul Thomas Anderson
Tom Waits (de espaldas), Alana Haim y Sean Penn al servicio del maestro y de retratar las payasadas de algunas figuras. | Foto: Paul Thomas Anderson / Cortesía UIP.

De Alana y Gary casi lo primero que vemos es interacción. Y si bien situaciones distintas los preceden, sus intercambios entre mamagallistas y serios cautivan de inmediato. Y desde ahí los seguimos en su baile alrededor de la “zona amistosa”, engañosa pero necesaria para seguir conectando, que es lo que les nace. En sus separaciones y reencuentros se nos van más de dos horas, acompañados de una pandilla de jóvenes y de situaciones absurdas asociadas a risibles personajes de Hollywood (payasos creadores de la vida real como los hay muchos, interpretados por Sean Penn, Tom Waits y un Bradley Cooper desequilibrado y divertidísimo).

La edición, los encuadres, estos detalles nunca son menores en una producción del californiano, y siempre suman a su voz y a su manera de retratar una época que vivió.

Licorice PIzza / Paul Thomas Anderson
La banda sonora ya está disponible en plataformas de streaming, pero espere a revisitarla después de ver la película. | Foto: Paul Thomas Anderson / Cortesía UIP.

Además, esta es una obra animada por grandes canciones (que es mejor no spoilear), y en la que las composiciones originales son obra de Jonny Greenwood, otro nominado a Óscar por su trabajo en la película que parece se llevará los Óscar importantes la noche de marzo 27, The Power of the Dog de Jane Campion. Curiosamente, esas composiciones nominadas de Greenwood evocan la punzante banda sonora que entregó en There Will Be Blood, de Anderson, en 2007. Y fue la banda sonora de Phantom Thread la que le representó su primera nominación a la estatuilla dorada en 2017. Algo se conocen.

Y cuando todos estos ingredientes se han cocinado, Anderson y su tropa fílmica entregan una última interacción que cierra esta pequeña enorme aventura por lo alto. Licorice Pizza es extensa pero no se siente. Y eso habla montones en estos tiempos en los que vemos cuatro horas de televisión seguidas sin pestañear pero algunos se quejan por que una película se tome más de dos horas.

En tiempos oscuros, el director se la jugó inesperadamente por las luces de la juventud y de una época que todavía tenía pendiente contar desde ensoñaciones, y eso es lo que entrega.

Licorice PIzza / Paul Thomas Anderson
El afiche de la película, previo a su estreno en Estados Unidos en diciembre pasado. En Colombia, la película se estrena este 17 de febrero. | Foto: Paul Thomas Anderson / Cortesía UIP.

Paleta y fórmula

Licorice Pizza es diametralmente opuesta a There Will be Blood (2007), la enorme película que me hizo devoto de su director Paul Thomas Anderson (PTA), y eso está perfecto. Es indudablemente una película más ligera que muchas de las que ha entregado, pero sería un error llamarla menor por eso. Porque rompe el molde desde el optimismo de esta obra. Este es Anderson saliéndose de su zona de confort para dejar un registro de las desazones y altas emociones tempranas del amor, cuando ni siquiera se le ha definido como eso. Es él narrando el triunfo de la onda, del carisma y de la calidez humana.

En esa mezcla entre drama y comedia que define la historia que lleva a la pantalla, sea cual sea, PTA siempre al servicio de la causa un instinto tremendo, una escritura vibrante y una capacidad notable para lograr interpretaciones impresionantes, ya sea de actores consagrados o de jóvenes desconocidos. En There Will Be Blood y en Phantom Thread se apoyó en el tremendo talento de Daniel Day-Lewis, otro de sus actores recurrentes, como lo hizo con Philip Seymour Hoffman y en Joaquim Phoenix en The Master y en Inherent Vice (otra incursión setentera); además, apostó por Mark Wahlberg en la inolvidable Boogie Nights, que lo puso en la mira del mundo entero luego de hacer olas con Magnolia, y reclutó luego al cuestionado Adam Sandler en Punch Drunk Love, una película que le mereció un reconocimiento en Cannes.

Y ya mencionamos la apuesta de escoger a inexpertos para protagonizar esta película nueva, y que conjugó con todo éxito, así desconcierte a varios de sus seguidores...

Su olfato es enorme, y mientras siga mirando a viejos lugares desde nuevas perspectivas o a nuevos lugares desde viejas perspectivas, emociona pensar en el cine y en los cortos que le queda por dirigir (Anima , uno que dirigió para Thom Yorke —colega de Jonny Greenwood en Radiohead—, está en Netflix, háganse el favor).

A sus seguidores nos espera más de su peculiar sentido del humor, de su desgarradora mirada de la humanidad terrible, y de la cercanía que ofrece a personajes en teoría sencillos de enmarcar o descalificar. Nos queda más de un maestro con libertad creativa ganada a pulso creativo que no olvida jamás que empezó a filmar películas en los años ochenta y a editarlas de una cinta de VHS a otra.

Licorice PIzza / Paul Thomas Anderson
Cooper Hoffman, hijo del inolvidable Philip Seymour Hoffman, encarna a Gary Valentine, un actor quinceañero con olfato único para negocios curiosos. | Foto: Paul Thomas Anderson / Cortesía UIP.