Teatro

‘El padre’, de Florian Zeller, en el Teatro Nacional: una mirada a la enfermedad a y su poesía

En la sala Fanny Mickey del Teatro Nacional, se presenta una obra maestra que toca con crudeza y matices poéticos la experiencia personal y colectiva del Alzheimer.

Carlos Moisés Ballesteros P.
23 de julio de 2025, 4:58 p. m.
'El Padre', Teatro Nacional
Este fin de semana tendrán lugar las últimas funciones con Marcela Mar. | Foto: Gabriel Carvajal

Hace unos meses se estrenó El padre, del dramaturgo Florian Zeller, quien en la actualidad es el autor francés más representado fuera de Francia (con más de cincuenta versiones a nivel mundial). La semana anterior me acerqué a ver esta versión, que cuenta con la actuación principal de Jairo Camargo, Marcela Mar y un elenco realmente envidiable. La obra, cuyo texto es una joya llena de procedimientos de gran valor técnico, me dejó un par de reflexiones. A continuación, comparto un poco de mi experiencia.

Años atrás, cuando el dramaturgo español José Sanchis Sinisterra dictó su conferencia sobre las tareas del teatro para el siglo XXI, quizás una de las demandas que más me llamó la atención fue en la que mencionaba que debíamos volcarnos como artistas a entender las enfermedades mentales; a tratarlas como material poético dentro de nuestras obras y a darles un espacio posible de reflexión.

'El Padre', Teatro Nacional
La enfermedad la padecen las personas y sus círculos cercanos. | Foto: Gabriel Carvajal

Con el tiempo, aquella invitación ha tomado una forma más clara para mí. Asistiendo a esta versión colombiana de El Padre, me encontré frente a una obra en la que florece todo un universo poético cuyo lenguaje solo es lo que puede ser gracias a la aparición de formas distintas de relacionarse con el mundo. La enfermedad, en este caso el Alzheimer, nos sitúa ante un lenguaje dislocado que se enfrenta a la realidad que conocemos desde otra perspectiva.

En El padre, un hombre de edad avanzada está ingresando en el ocaso de su vida y atraviesa esta etapa con el trágico infortunio de estar perdiendo la memoria. La historia, estructurada a partir de su punto de vista, es una especie de colcha de retazos en la que los episodios parecieran estar destinados a la incompatibilidad.

El paso del tiempo funciona aquí como nueva estrategia narrativa en la que somos invitados a estar activos como espectadores para poder juntar las partes y lograr dar sentido a una vida que está dando saltos entre distintos presentes. Jairo Camargo, actor que interpreta al Padre, nos conduce con sensibilidad por la angustia que evidentemente produce no poderse situar en la realidad. Su actuación es precisa, permitiéndonos enfrentarnos al terror que supone esta clase de vulnerabilidad sin que dejemos de ver la dulzura de lo que aquello también puede representar, ser frágil.

'El Padre', Teatro Nacional
En 'El padre', un hombre de edad avanzada, interpretado por Jairo Camargo, está ingresando en el ocaso de su vida y atraviesa esta etapa con el trágico infortunio de estar perdiendo la memoria. La historia, estructurada a partir de su punto de vista, es una especie de colcha de retazos. | Foto: Gabriel Carvajal

Es indiscutible que, ante la enfermedad, siempre se abre una grieta entre aquello que somos y el mundo que habitamos, y que, a través de esa grieta, es posible constatar dos de las más grandes preocupaciones de la humanidad en el arte: por un lado, el temor a la muerte; y por el otro, la necesidad de pertenecer.

La obra parte de un juego muy atractivo, al enfrentarnos con el punto de vista del enfermo, y no nos permite olvidar que la enfermedad no es solamente una situación que padece él mismo, no; al situarnos frente a uno de sus roles sociales, quizás el último rol que podrá perder este hombre, estamos invitados a comprender que hay enfermedades que se padecen colectivamente.

Por eso, en la puesta, resulta de gran valor el trabajo de los actores que orbitan alrededor de Camargo. Su trabajo, lejos de quererse apoderar del lugar bajo los reflectores es muy generoso y orbita entregando con consciencia el protagónico a la enfermedad, encarnada con maestría. El deterioro es progresivo, dando a la obra otra capa narrativa que avanza sin silencio acto tras acto, las situaciones van atravesando el humor y la tragedia, produciendo en el espectador una experiencia que termina por ser desoladora. La enfermedad es inevitable.

'El Padre', Teatro Nacional
Resulta de gran valor el trabajo de los actores que orbitan alrededor de Camargo. Su trabajo, lejos de quererse apoderar del lugar bajo los reflectores es muy generoso. | Foto: Andrés Uribe Naranjo

El padre, en esta versión colombiana (que este fin de semana tiene sus últimas funciones con Marcela Mar, pero extiende temporada hasta septiembre), es una obra a la que definitivamente debemos acercarnos desde su acontecer. La sensibilidad del gesto, al tratar con responsabilidad la enfermedad, nos pone ante el desafío de comprender la realidad sin enmascararla de romanticismos innecesarios. Por ello, hay una crudeza inevitable, pero también, desde luego, un lugar para que los miedos reposen con el vértigo necesario. Todo sin perder de vista la capacidad de sanación que puede traer consigo el filtro de lo artístico, al anunciar las cosas.

Este gran clásico, que se presenta en la sala Fanny Mickey del Teatro Nacional, es una obra maestra. Después de todo, la incertidumbre, común entre todos los enfermos del mundo, es algo que nadie puede evitar.

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