CULTURA

El desafío de las ciudades: comienza la temporada de ferias del libro

La ola de ferias del libro en Colombia plantea una disyuntiva: seguir el modelo de Bogotá, basado en las cifras, o enfocarse en los contenidos y la formación de lectores.

11 de agosto de 2019
Ferias como la de Barranquilla organizan actividades literarias durante el año con el fin de articular el evento principal con la comunidad. | Foto: Archivo Libraq

La segunda mitad del año será muy agitada para el mercado editorial en Colombia. Más de diez ferias del libro, todas gratuitas, tendrán lugar en ciudades como Medellín, Cali, Barranquilla y Manizales (ver recuadro). La Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) consiguió grandes cifras de ventas y asistencia, pero también críticas por el enfoque comercial que la Cámara Colombiana del Libro (CCL) y Corferias le dieron. En parte por eso las ferias regionales enfrentan una encrucijada. ¿Deberían replicar el modelo bogotano que, basado en docenas de alianzas comerciales, busca crecer en números y a la vez convocar a un público muy amplio que no necesariamente compra libros, asiste a conversatorios o hace negocios editoriales? ¿O deberían, por el contrario, organizar eventos enfocados en los contenidos, la circulación de libros y la formación de lectores?

La Filbo, uno de los acontecimientos literarios más importantes del mundo de habla hispana, recibió en mayo 605.000 visitantes durante 13 días. Y los organizadores destacaron que las ventas de libros aumentaron en un 10 por ciento con respecto al año anterior.

Estos números, que la hacen la segunda feria del libro más grande de América Latina, resultan de un modelo de financiación rentable, algo excepcional en un segmento del sector cultural golpeado por los bajos índices de lectura y la piratería. Quienes critican este esquema sostienen que pone en un segundo plano la feria como un lugar de encuentro cultural y como una plataforma para promover creadores y libros. Yolanda Reyes, por ejemplo, afirmó en una columna que, “por ser parte de un tinglado comercial, la Filbo se transa según el precio del metro cuadrado”.

Sandra Pulido, gerente de Ferias de la CCL y directora de la Filbo, reconoce la necesidad de hacer ajustes. “Hemos tenido en cuenta las críticas de los medios, sobre todo acerca del contenido que no tiene que ver con los libros. Corregirlo será una de nuestras prioridades para el próximo año; los aciertos y desaciertos nos han permitido aprender”, asegura.

El otro modelo, sin embargo, no deja de ser arriesgado, pues las ferias hacen lo que pueden con los medios que tienen. Más allá del apoyo que les presta la CCL –y, en algunos casos, también la propia Corferias–, una feria del libro debe autogestionar recursos financieros suficientes para funcionar. No obstante, los emprendimientos editoriales escasean en muchas regiones, como en el sur del país, según Mariela Guerrero, directora de la fundación QILQAY, que organiza las ferias de Nariño. “En Ipiales no hay librerías, así que nos toca convencer a los jóvenes para que vean que la lectura es algo divertido”, dice.

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Ante este panorama, mientras nuevas ferias regionales como las de Barranquilla, Manizales y Pereira buscan por ahora crecer en ventas y audiencias, otras más consolidadas como las de Medellín y Cali sienten que ya tienen el peso suficiente para compartir un espacio con la Filbo en el panorama cultural de Colombia. Cada una, sin embargo, con enfoques diferentes al de la feria de Bogotá.

Con alrededor de 500.000 asistentes, la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín es la segunda en tamaño e importancia del país. Este año, celebrada entre el 6 y el 15 de septiembre, tendrá como tema central ‘Exploraciones’ y a Chile como país invitado. A diferencia de la Filbo, la Fiesta tiene lugar en el espacio público (principalmente en el Jardín Botánico, el Parque Explora y el Parque de los Deseos), y cuenta con entrada gratuita. Además, busca que la zona norte de Medellín se convierta en una gran “ciudad de los libros”. Según su director Diego Aristizábal, “con la Fiesta del Libro hemos asumido el riesgo de llegar a lugares donde no es común imaginarse que puede pasar algún evento cultural. La idea es estar en esos espacios y transformarlos”.

Medellín/Cortesía: Fiesta del Libro y la Cultura

La Feria Internacional del Libro de Cali, realizada del 10 al 20 de octubre, busca fortalecer la presencia de la cultura afrodescendiente de la región, con el apoyo de su país invitado, Francia. Esta feria le apuesta a la descentralización como modelo para promover la lectura y la escritura, sobre todo entre los jóvenes; lo que también la hace especial.

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De acuerdo con su director, Juan Camilo Sierra, el objetivo es que los caleños vuelvan a apropiarse de la tradición literaria de la zona y que la feria no se concentre solamente en tener mucho éxito en los pocos días que dura. “En Cali hay una oferta literaria muy exigua, y eso es lamentable para una ciudad en la que Jorge Isaacs escribió ‘María’ y en donde nació Editorial Norma”. Por ello, los organizadores quieren vincular a la región mediante espacios paralelos de lectura en Buenaventura, Buga, Cartago, Palmira y Tuluá, y con el Concurso de Cuento Andrés Caicedo. En su segunda edición se han inscrito más de 650 jóvenes.

LAS OTRAS

En el Eje Cafetero trabajan con el objetivo de fortalecer la cultura bibliográfica. En Manizales, la décima edición de la Feria del Libro se realizará entre el 13 y el 18 de agosto en el Centro Cultural Rogelio Salmona, con el bicentenario y la novela negra como temas. Además, el evento compartirá espacio con el Festival de Cine de Manizales (FICMA). Su director, el escritor Octavio Escobar, dice que consolidar la feria como ámbito cultural sigue planteando un desafío, y que este año sacará la programación de la ciudad para llegar a municipios y a zonas rurales aledañas. Así mismo, para celebrar el bicentenario, presentará el resultado de la iniciativa 200 años, 200 libros.

Manizales/Cortesía: Feria del Libro de Manizales

Por su parte, la quinta versión de la Feria del Libro de Pereira viene con una programación concentrada en la lectura y en acciones de formación. Su gestor cultural, Giovanny Gómez, asegura que “las actividades deben enfocarse en que los jóvenes se apropien de la lectura. No podemos pensar solo en el éxito económico inmediato”.

Pereira/Cortesía: Feria del Libro de Pereira

Entre el 18 y 22 de septiembre tendrá lugar por segunda vez, en el GranMalecón, la Feria Internacional del Libro de Barranquilla (Libraq). Más allá de la cifra oficial de 100.000 visitantes en 2018, la directora, Alexandra Vives, admite que “los índices aún no posicionan a Barranquilla como una ciudad lectora”. Por eso, este año las actividades girarán en torno al libro, según ella, entendiendo que Barranquilla tiene necesidades diferentes a las de Bogotá. “La Filbo es un gran referente por su acogida, y nos ayuda a las otras ferias a entender qué hacer y qué no. Cuando hay un evento cultural, hay deseos, inquietudes y expectativas. Ninguna feria está exenta de generar polémica, y no es dañino: esto abre el debate y visibiliza los temas”.

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En Colombia, el número de ferias del libro sigue creciendo, especialmente fuera de las grandes ciudades: se trata de una noticia positiva, síntoma del crecimiento del sector cultural. Pero los esfuerzos por sacarlas adelante y hacerlas crecer deben incluir enfrentar necesidades críticas como el fomento de la lectura (según la Encuesta Nacional de Lectura, no alcanza los tres libros por año) y el apoyo a los escritores. Esto, aun cuando, según la CCL, la industria editorial ha crecido un 7 por ciento en la venta de ejemplares y un 42 en su facturación desde 2008. 

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