Arte

El arte poético de Robert Montgomery en el cielo bogotano

En la azotea de un edificio en la 84 con 8, una gigantesca instalación de luces dice: “Mine love distribute hope.” Arcadia habló con el reconocido artista británico sobre el mensaje de amor y esperanza con el que le habla a la capital.

Cristina Esguerra
16 de octubre de 2020
"Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council.
"Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council. | Foto: "Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council.


“Es una conversación con mis abuelos,” dice desde Londres, sentando frente a un par de pinturas en las que anda trabajando. “Los dos eran mineros, y tuvieron una vida muy dura. Poco antes de morir mi papá, me contó que cuando él era pequeño el suyo trabajaba 364 días del año metido en una mina en Escocia. Sólo tenía vacaciones el día de Navidad. A pesar de lo dura que era su vida, mis dos abuelos eran personas amorosas. Creían en el trabajo, en el poder del amor y en la importancia de la educación”.

“La primera parte de la frase -“mine love”- es porque extraían carbón pero también amor. La segunda -distribute hope-, es porque apoyaron el movimiento que llevó a que en los 50′s y 60′s Gran Bretaña estableciera un buen sistema de educación gratuita. Gracias a eso mi vida es completamente distinta a la de ellos. Llena de oportunidades.”

"Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council.
"Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council. | Foto: "Mine love distribute hope" de Robert Montgomery en Bogotá. Cortesía de Barcú y el British Council.

La primera parte de la frase -“mine love”- es porque extraían carbón pero también amor. La segunda -distribute hope-, es porque apoyaron el movimiento que llevó a que en los 50′s y 60′s Gran Bretaña estableciera un bien sistema de educación gratuita


Montgomery es un enamorado de la poesía. Comenzó a mezclarla en su arte siendo artista en residencia en el Museo de Arte de Houston en Estados Unidos. “En ese entonces mis obras eran minimalistas, y les ponía unos títulos largos y poéticos que para mí eran importantísimos. Pero en una exposición me di cuenta de que nadie los leía. Me tocó incluirlos en las obras,” dice con una sonrisa.

El lenguaje de sus vallas publicitarias -que comenzó a escribir en 2004 en las calles de Londres- suele ser crítico. “Entablo conversaciones con la ciudad, habló de política o del cambio climático.” En las instalaciones de luz como la que se exhibe en Bogotá hasta el 18 de octubre, en cambio, la conversación es con el alma del espectador. “Busco que los mensajes sean universales e inspiradores, que le sumen magia al caos de la cotidianidad.”

El lenguaje de sus vallas publicitarias -que comenzó a escribir en 2004 en las calles de Londres- suele ser crítico


Su obra más conocida es un poema que escribió poco después de la muerte de su mejor amigo, y que convirtió en instalación de luz: “The people you love will become ghosts inside of you, and like this you keep them alive”.

Cientos de personas le han escrito contándole que se tatuaron el mensaje.

Su obra más conocida es un poema que escribió poco después de la muerte de su mejor amigo, y que convirtió en instalación de luz: “The people you love will become ghosts inside of you, and like this you keep them alive”. Cientos de personas le han escrito contándole que se tatuaron el mensaje


Para Montgomery, el lenguaje de la poesía une el discurso racional de la mente con el del alma. Y hoy, nos está haciendo falta leerlo y oírlo con más frecuencia. “En la vida contemporánea los discursos dominantes -el político y el publicitario- son materialistas. No apelan a nuestra humanidad. Con mi arte busco darle a la gente un respiro. Hablarle con palabras que despiertan la totalidad de su ser”.

El proceso creativo de Montgomery comienza por la forma. Las vallas publicitarias en las que comenzó a trabajar eran de 20 x 10 pies, y para que el texto fuera legible sólo le cabían entre 85 y 100 palabras. Con eso claro, comenzaba el proceso de destilación de su poesía.

La inspiración le viene de poner atención a lo que está pasando en el mundo. “Por ejemplo, uno de los últimos poemas que pinté dice: “when we’re gone, the trees will riot”. Las palabras me vinieron en las primeras semanas del encierro. Sin carros ni buses, Londres quedó en silencio. Se oían los árboles moviéndose con el viento, y esa música me hizo pensar en que así sonaría el mundo si los humanos dejásemos de existir. Si eso ocurre, creo que los árboles armarían un motín de la tristeza”.

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En un principio, se pensó traducir el poema que llegó a Colombia, gracias a una alianza entre Barcú y el British Council. Iba a decir “Mina oro distribuye esperanza”, pero, literalmente, no cupo en la azotea del edificio elegido.

“Yo no creo en el mito de que los poemas no se pueden traducir. Es más, durante mis años universitarios estuve obsesionado con el libro Random House Book of 20th Century French Poetry, en el que Paul Auster traduce poemas de Guillaume Apollinaire y André Breton, entre otros”.

“Esos poemas franceses llevados al inglés me parecían poderosos. Para traducirlos, Paul Auster estaba teniendo que estirar el inglés, poniéndolo a hacer cosas que nunca había hecho. Empujaba las paredes del idioma. Por eso yo creo que toda poesía debe sentirse como si hubiera sido traducida de un idioma sin nombre".

Al preguntarle qué poetas recomendaría leer, dice sin dudar: “si se está buscando una poesía poderosa, Sylvia Plath. Si se quiere un poco de inspiración y alegría, Allen Ginsberg. A ellos dos los leí y releí cuando era joven, y todavía oigo sus voces”.