Música
Conciertos de música clásica para vacas en Dinamarca, o los rezagos inspiradores del aislamiento
Si algo positivo deja la pandemia son los sentidos de reinvención y de reconexión con seres o lugares que se creían alejados. Este caso que une la pasión por la música y la sensibilidad animal lo ilustra.
Como no podía actuar durante la pandemia, un violonchelista que vive en Dinamarca optó por desplegar su talento frente a un público fuera de lo común, las vacas, y le gustó tanto que continúa incluso ahora que las salas de conciertos han reabierto.
“Tocar para las vacas es algo así como la continuación de lo que siempre he hecho en mi carrera como solista: me apasiona llevar la música clásica fuera de las salas de conciertos”, explica Jacob Shaw, el promotor del proyecto.
El músico británico, profesor de la Academia Marshall de Barcelona, ha creado una escuela de violonchelo en Stevns, una zona rural a una hora al sur de Copenhague, y actúa en toda la región.
“Durante el coronavirus, por supuesto, que no siempre fue posible y decidimos pasar a una segunda opción: tocar para los animales”, cuenta el treintañero.
Tendencias
En el otoño convenció a un granjero melómano para que expusiera sus animales, de raza bovina para carne, a la música clásica para mejorar su bienestar.
“Cuando me lo comentó, no me pareció alocado sino más bien algo excitante. Siento el efecto calmante de la música en mi organismo así que pensé que sería lo mismo para las vacas y no me equivoqué”, asegura Mogens Haugaard.
Primero las familiarizaron con un repertorio clásico a través de altavoces en los establos durante el invierno. Las vacas fueron desarrollando el oído y poco a poco se convirtieron en un público interesante, aseguran ambos.
“Todos constataron desde la primera vez que les gustaba, así que hemos seguido. Ahora se acostumbran y el resultado es que son animales muy agradables y sanos”, asegura el violonchelista.
“Están más tranquilas y relajadas. Es más fácil acercarse a ellas”, explica Haugaard.
El ganado tiene sus preferencias, asegura Jacob, una sutileza que le cuesta ver al profano.
“Reaccionan de manera diferente según las canciones, interpretamos algo que era un poco más pegadizo y más moderno y a muchas no les gustó y se fueron”, dijo.
“Creo que el tipo de tema que se acerca más a su voz, a su mugido, es en realidad similar al sonido de un violonchelo, por eso tiene tanto éxito entre ellas”, opina.
Una perspectiva diferente
Unas veces toca solo pero otras está acompañado por uno o más músicos que pasan unos días en su establecimiento, la Escuela Escandinava de Violonchelo, inaugurada en 2016.
Según Jacob, tocar al aire libre frente a esta audiencia menos exigente ayuda a los artistas visitantes a liberar el estrés.
“Si tienen la oportunidad de tocar ante las vacas, creo que les permite relajarse y disfrutar más de lo que están haciendo”, afirmó.
Roberta Verna, una violinista de 22 años, vino a Stevns -dijo- para “tener una perspectiva diferente de las cosas, y le abrió la mente”.
Sosteniendo un Stradivarius, los dos artistas interpretaron temas de Reinhold Glière y Béla Bartok para los rumiantes, que parecían tan interesados por la belleza de la melodía como por la distribución de comida.
“Fue una situación diferente a la habitual, pero no peor. Fue realmente interesante porque escuchan de verdad. Y nos respetan”, explica la joven artista.
Al final del concierto de 15 minutos, el segundo del día para el ganado, los terneros pastaban tranquilamente a la espera del próximo recital, porque Jacob no piensa detenerse.
“Creo que será muy interesante en los próximos años: sus hijos y los hijos de sus hijos crecerán con música clásica (...) lo normal para una vaca en este campo es escuchar música”, concluye.