Crónicas de concierto
Brillantez, claroscuro musical y sueños peligrosos: reseña de un genial Draco Rosa en el Movistar
Enorme, el juglar oscuro y amoroso entregó poco más de dos horas de música con su excepcional banda. La experiencia hilvanó su arsenal de canciones conocidas con nuevos sonidos y homenajes geniales.
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Draco Rosa volvió a entregar en Bogotá (lo había hecho en Cali la noche anterior, lo hará en Medellín esta noche) su mística experiencia musical, impulsada por su vena creativa, su voz generacional y expandida por músicos excepcionales que van siguiéndole el paso y la onda. El que va a escucharlo sale recompensado porque jamás recibe lo mismo que la vez anterior. El que va a verlo, entiende rápidamente que no verá su rostro la mayoría del tiempo, por cuenta de su sombrero, pero es testigo de cómo se mueve para canalizar el ritmo, contagiar a la audiencia y comandar a su agrupación, cual director de orquesta, dándoles a todos momentos y brillo.
En constante creación (graba un nuevo trabajo que aspira a entregar este año), sin tiempo que perder (luego de luchar contra el cáncer y vivir el límite de la existencia), el artista demostró que se esmera en ofrecer algo memorable desde la música y desde el amor.
En su concierto ofrece muchos de los clásicos que la gente quiere escuchar (algunos los lanza tal cual los ofreció en sus discos, algunos otros los recodifica desde cadencias o incluso escalas distintas), pero la magia está en cómo hilvana su presentación. Draco suma piezas nuevas e intrigantes (como Montserrat), le da a su público sonidos inesperados (la canción previa a su primera despedida del escenario fue emotiva y fantástica). Y si algo es testimonio de su grandeza musical es que, genuinamente, se quieren escuchar de nuevo estos sonidos. El músico no ignora el pasado, pero no se queda en él, y lleva al público a esa clave de intriga por lo que viene.
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No hubo teloneros. El sonido del mantra meditativo ‘om’ ocupó el espectro sonoro del escenario capitalino antes de la salida del ídolo. Su banda asumió el escenario a las 9:15 y comenzó a sonar para conjurarlo. Él salió un minuto después. Entonces, por dos horas y diez minutos procedieron juntos a maravillar.
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Se volvió a vivir su marca única de rock mutante, de guitarras, bajo y teclados, también de trompeta resonante, trombón, batería contundente y percusión. La instrumentalización desnuda la sangre puertorriqueña de Draco y también, como lo puso él en palabras, su amor por la distorsión. Se experimentó el balance de un setlist dedicado, cuidadoso en desplegar las luces y las sombras de su arte.
Vale entender también que Draco tiene tanto por mostrar que los sacrificios son inevitables. Madre Tierra o Amantes hasta el fin (y decenas de canciones más) siempre harán falta, son enormes canciones, pero si se puede vivir por primera vez la hipnótica y poderosa versión que entrega de En remolinos, de Soda Stereo, quejarse es perderse la magia.
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Abrió su espectáculo con unas cuantas canciones de vena intensa. La increíble Llanto subterráneo (¡qué manera de abrir!) dio paso a Noche fría, a su cover de La negra Tomasa, a la rocanrolera Que se joda el dolor y luego a la genialmente pesada Madre.
Entonces pidió ayuda en el canto y, para júbilo de la gran masa, lanzó Penélope, abriendo la puerta a la tanda más luminosa de canciones de su set, que aprovechó la noche de San Valentín para mayor efecto. Entre canciones como Obra de arte, Esto es vida, Quiero vivir y Casi una diosa le preguntó al público si creía en el amor. Draco, como nos lo contó en entrevista, es un hombre enamorado, y alcanzó a hacer gracia de aquellas personas de exterior serio y seco que caen rendidos ante el amor y terminan hablando más dulce que el algodón rosado.
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A ese dulce tramo lo siguió con una tanda rotunda y variada, que sumó. Brujería, Blanca mujer, Más y más, Lie Without a Lover (estas dos, recodificadas). En remolinos (ya mencionamos lo sublime que fue), una versión delirantemente jazzística de Delirios y la canción fundamental, Vagabundo.
Luego de unos minutos, el público lo llamó con sus lucecitas, y él y la genial banda regresaron a cerrar la faena, con Vivir, su versión de Sin documentos de Los Rodríguez y ¿Cuándo pasará?
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Otro show más de Draco solo cimenta su estatus como un indiscutible de la música latinoamericana, a la altura de figuras que, en paralelo, impactaron la región como Gustavo Cerati, Saúl Hernández, los Tacvba, Aterciopelados... Draco está en el panteón, y Colombia, ese país que ama porque lo animó a seguir adelante con su sonido cuando los demás le pedían seguir bailando salsa, lo sigue amando a él en todos sus matices.
Notas
*Draco aseguró que en esta gira era la primera vez que utilizaba audífono de retorno. Creerle es difícil, pero su irreverencia ante el arte es tan mayúscula que no se puede descartar.
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*Draco modifica ciertas de sus líneas vocales, y mientras las propone, y la audiencia canta las que conoce, se produce un diálogo armónico inesperado y bello.
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*Felicitaciones a Páramo Presenta por sus merecidos reconocimientos, otorgados por la revista Pollstar, que la ubicó como la segunda promotora del continente y la única en el país en vender más de un millón de boletas en 2024.
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*En un panorama lleno de conciertos atractivos, viene un imperdible regreso de Sting al Movistar que inauguró en 2019, pero antes, sendos conciertos de Shakira y de Andrea Bocelli en el estadio El Campín.
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