Cine
‘Anora’: el carrusel tragicómico de una trabajadora sexual hecho cine entretenido
De espíritu independiente, el director Sean Baker ofrece en su película (nominada a seis Óscar) un viaje que se acerca a la comedia pero en el que subyacen dos miradas: una, a la inestabilidad y los riesgos físicos y emocionales del trabajo sexual, y otra a la opulencia.
Anora, la película más reciente del siempre independiente Sean Baker, el director de The Florida Project, Red Rocket y producciones cuya extraña cualidad es ser aplaudidas por la crítica y celebradas por la audiencia, se llevó la Palma de Oro en Cannes. Ganó el honor más grande en el festival más prestigioso del mundo y luego, más de medio año después, recibió la bobada de seis nominaciones a los Premios Óscar, la premiación más mediática y hollywoodense que hay. La película de Baker lo logró mirando de manera cándida al mundo del trabajo sexual y retratando también el mundo de los oligarcas rusos en Estados Unidos, y lo que pasa cuando uno de sus hijos inmaduros se encuentra con una bailarina exótica que lo cautiva.
¿Se trata de una enorme película? Quizá no, pero sí es una película intrigante, una experiencia matizada por varias emociones, que no entra en el drama, pero en el que este subyace. La trama se desenvuelve desde el humor de las malas decisiones de unos (divertidas y fiesteras, eso sí) y su impacto en otros, cuando llegan las consecuencias. Quizá recuerden ustedes el episodio brutal de Los Soprano, ESE genial pero traumático y violento episodio llamado University, con Joe Pantoliano; se podría decir que esta película es lo opuesto, en desenlace y en tono, pero mira al mismo lugar. Anora ya llegó a cines del país, distribuida por UIP.
En su rol protagónico, el director estadounidense reclutó a Mikey Madison, quien da vida a Ani (Anora es su nombre completo, que no le gusta usar), una muy atractiva bailarina exótica con marcado acento neoyorquino, que en sus tempranos veintes se gana la vida para pagar la renta, en una casa compartida con una chica que poco la aprecia. La actriz, que había tenido incursiones en películas grandes como Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino y en series de televisión bien logradas como Better Things (en disney +, es excelente), aprendió ruso para el papel y aprendió las artes físicas de la danza erótica y del Pole, y aseguró con orgullo que ha sido de lo más exigente que ha enfrentado en su carrera. No por nada, el Pole es una de las actividades predilectas de cada vez más mujeres para mantenerse en forma.
Madison entregó todo de sí en la preparación para este rol, y se nota, porque en la pantalla cautiva. La vida de su personaje da unos giros, afortunados en principio, porque sube al cielo, pero su globo se desinfla más bien rápidamente y la enfrenta a un vertiginoso recorrido. Y lo que Mikey Madison entrega en ese retrato de circunstancias cambiantes es tremendo. Porque se asume, desde afuera, que una trabajadora sexual ya ha perdido la inocencia. Pero descubrimos en el rostro de esta protagonista que hay niveles, que todo cambio sucede por cuenta de experiencias. En sus ojos vemos ese nuevo y duro nivel de aprendizaje en la universidad de su vida. Su nominación al Óscar es más que merecida, y el desenlace de la historia, condensado en su última escena, solo lo confirma.
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“Dos semanas, máximo”, eso le dice su colega de trabajo Diamond (que más bien es enemiga), sobre cuánto le va a durar la “luna de miel”. Porque la vida de Ani cambia radicalmente cuando Ivan, el hijo de un oligarca ruso, se cruza en su camino. Es más joven que ella, mucho más privilegiado y desconectado de la vida de la gente del común. Y está dedicado, por lo que sabemos, a gozar de la vida, de los videojuegos, a rumbear y evitar guayabos con transfusiones y a despilfarrar sin problema la fortuna de su padre (vive en Rusia, con su madre, la mujer fuerte de la familia), en una casa gigante que tiene ascensor.
No es difícil imaginar que a la malintencionada Diamond razón no le falta, porque si sube como espuma, cae como coco. A Cenicienta la fantasía se le acaba, y en cómo se desenvuelve ese regreso a la realidad de Ani radica este viaje cinematográfico. Anora se siente un poco como una montaña rusa. No es una road movie, pero evoca el género en sus ritmos, y claro, en sus desplazamientos (los libres y luego los obligados) entre Nueva York y Las Vegas. Porque en ese pico de gozo de Ivan y Ani, viajan en jet privado a Las Vegas, donde la locura juvenil deriva en un matrimonio (de esos matrimonios que se dan allá, errados).
Personajes claves se van revelando en el camino, justo en ese momento en el que los pasos dados por el hijo de mami se hacen claros para los adultos y se hace necesario tratar de deshacerlos. Toros, un pastor religioso, y dos hombres de músculo, Garnik e Igor, de los cuales se espera brutalidad, pero no entregan eso, propiamente, son los encargados de “devolver el tiempo”, y de controlar a Ani, bajo órdenes telefónicas de los padres histéricos de Ivan.
De ese grupo sale el otro actor nominado al Óscar de la película, Yura Borisov, en el rol de Igor, que entrega el hombre fuerte más sensible de la historia de los hombres fuertes. Es un personaje inesperado y más gratificante por eso mismo. Igor parece ser como el cine de Baker, que suele mirar a lo que está frente a todos pero se ignora.
El éxito de su película lo ha sorprendido de cierta manera. Pensó que sería un tema más controvertido de lo que ha sido hasta ahora. Porque para nadie es secreto que el comercio sexual sigue estando en medio del debate: mientras para muchos es resultado de un sistema explotador y abusivo, para otros es un ejercicio de su libertad.
“Se puede explorar infinitamente”, dijo el director tras su triunfo en Cannes, y explicó lo que separa a la suya de otras historias con protagonistas en esa línea de trabajo.”No puedo hacer simplemente, perdonen mi terminología, una historia de ‘puta con corazón de oro’”, afirmó en ese momento. Esto de ninguna manera implica, sin embargo, que lo que deja Mikey Madison en esta entretenida película, que mira distinto, no sea merecedor de una estatuilla de ese mismo color.