DESARROLLO

Rionegro, una ciudad que se construye entre todos

El futuro de este territorio rico en recursos dependerá de la integración de los actores que impulsan su desarrollo y de las acciones que se ejecuten en el mediano y largo plazo.

Rafael Aubad López*
1 de diciembre de 2017
Rionegro suministra el 44 por ciento de la provisión de alimentos y el total de la energía eléctrica que consume el Valle de Aburrá. | Foto: Pedro Londoño

Las regiones, además de ser entramados de sociedad e infraestructura, lo son de retos y oportunidades. La magia de construirlas debidamente radica en el diseño e implementación de acciones  que sumen para cerrar sus brechas sociales, económicas, políticas,  culturales y ambientales, en un proceso de generación  de capacidades que las hacen cada vez menos dependientes de la subsidiariedad.

Rionegro y el Oriente antioqueño, en general, conforman un área que presenta esos retos y oportunidades. Tiene un significativo
núcleo de fauna, flora y agua, según estudios que señalan su importancia como conexión biótica con los municipios del Valle de Aburrá
y como despensa de servicios ecosistémicos para el departamento y el país.

Por ejemplo, para el Valle de Aburrá significa el 44 por ciento de la provisión de alimentos, el 30 por ciento de las maderas consumidas y el total de la energía eléctrica requerida. Sin embargo, un desarrollo urbano acelerado en un marco de poca planificación y control amenaza semejante riqueza, lo que ha ocasionado deforestación, contaminación hídrica e interrupción de las conexiones bióticas de la región.

Es necesario incrementar los conocimientos y la planificación territorial, la vigilancia y el control, y la construcción de escenarios de colaboración y entendimiento con el sector privado para que a la luz de decisiones bien concebidas e implementadas, Rionegro y el Oriente, como sistema, crezcan próspera y equilibradamente, pero ante todo, se generen condiciones para un desarrollo sostenible.

El Oriente contiene importantes activos de desarrollo: el Aeropuerto Internacional José María Córdova, el Centro de Mantenimiento Aeronáutico de Avianca (MRO), la Zona Franca de Rionegro, instituciones de educación superior de calidad y una red vial de todos los niveles que ha venido cualificándose rápidamente en los últimos años, lo que promueve el asentamiento y la productividad de la  industria en esta región y en el mismo Valle de Aburrá.

Un reto es impulsar y facilitar la materialización de un ecosistema empresarial alrededor de la actividad aeronáutica de altísimo valor local, regional e internacional, en el que se desarrollen acciones innovadoras que generen puestos de trabajo importantes en cantidad y calidad. Adicionalmente, los retos de la productividad, la innovación y la participación activa en cadenas de valor globales están también presentes en la empresarialidad de la región, exigiendo agendas permanentes de competitividad en aras de garantizar el crecimiento
de la economía y el fortalecimiento de la hacienda pública de los municipios, dando cabida a una mejor atención de las necesidades del desarrollo social del territorio.

La cercanía entre el Oriente y el Valle de Aburrá significa para ambos complementarse en términos de atributos y ventajas. Por ejemplo,
abre la posibilidad a los ciudadanos de disfrutar de la vida rural y urbana; a las empresas (sobre todo a la manufactura) les brinda beneficios para procesos de reasentamiento empresarial relativamente cercanos a la mano de obra calificada y a condiciones de suelo más favorables, y, sin duda, facilita la movilidad educativa de estudiantes e instituciones, tanto en educación básica como superior, gracias a las dinámicas demográficas y a la creciente importancia económica de la zona.

Aun así, la ‘metropolización’ del Valle de Aburrá, la cada vez más marcada importancia económica de la región y sus atractivos, propios de la ruralidad, son ingredientes hoy de una gran presión poblacional hacia el oriente y que se traduce en impactos sobre su suelo, paisajes y recursos. Estas oportunidades han traído consigo un urbanismo desordenado, caos vial y la carencia de espacios y equipamientos públicos. El reto pasa por fortalecer las capacidades de la institucionalidad para concebir, materializar y controlar las
mejores apuestas de planificación territorial y por lograr una sociedad deliberante y reflexiva que acompañe adecuadamente los diálogos colectivos.

*Presidente ejecutivo de Proantioquia.