NIÑEZ INDÍGENA

Proteger a la infancia wayúu: el objetivo de Oxfam

La confederación Oxfam, que lucha contra la pobreza y la injusticia en el mundo, desarrolla varios programas en La Guajira para la vulneración de los derechos de los niños y niñas de esta comunidad.

20 de noviembre de 2019
El éxito de Oxfam en La Guajira se debe principalmente a la integración cultural de sus programas. | Foto: Andrés Cardona

Dos de las principales razones que impiden que los derechos de las niñas y los niños indígenas de La Guajira se respeten a cabalidad son la falta de recursos económicos y el abandono estatal. En municipios como Uribia o Barrancas, los niños y niñas tienen que caminar hasta tres horas para llegar a la escuela y muchos de ellos no cuentan con una alimentación adecuada. Pero hoy se suma otro factor que puede empeorar el panorama: el alto flujo migratorio. De hecho, la comunidad internacional ya hizo un llamado de atención para atender este fenómeno.

La Guajira es una de las regiones del país con mayores índices de flujo migratorio, junto con Norte de Santander y Bogotá. Al departamento han llegado cerca de 164.000 personas procedentes de Venezuela.

“Los casos de violencia sexual o de posible trata de personas se han incrementado en las comunidades y, aunque no son situaciones que se derivan exclusivamente de la migración, esta hace que los riesgos aumenten, especialmente en los sectores más expuestos”, explicó Jenny Gallego, coordinadora de la emergencia a nivel nacional.

Ella trabaja para Oxfam, una confederación de organizaciones no gubernamentales que tiene sedes en 19 países y que lucha para disminuir la pobreza y la injusticia en 90 naciones del mundo. El trabajo de esta entidad en La Guajira ha sido cuidadoso. Con la intención de respetar la cosmovisión de las comunidades y el funcionamiento del territorio, desarrolla su labor con redes comunitarias encargadas de la defensa de los derechos humanos.

Lea también: En La Guajira hay una comunidad que erradicó la desnutrición

Fuerza de Mujeres Wayúu, o Sütsüin Jieyuu Wayuu, fue la organización líder de la iniciativa y con la que se realizó un diagnóstico sobre las necesidades y las respuestas más adecuadas para atenderlas. Así se determinó que la escuela, además de ser un espacio de recepción colectivo, era un lugar de protección para la niñez. El cerro La Teta, Kasutalain, Provincial y Ballenas fueron los puntos intervenidos por la organización.

“Quisimos estar presentes en las zonas más apartadas y menos visibles. Reflexionamos mucho sobre cómo trabajar un tema que dentro de la comunidad es un tabú. Era necesaria una estrategia de prevención que se alejara de la visión tradicional occidental”, dice Claudia Pinzón, oficial humanitaria para la emergencia en La Guajira.

Por el contexto sociocultural del departamento, las instituciones educativas cuentan con sedes principales y varias aulas satélite dispersas por el territorio. Esta disposición garantiza que se pueda asistir a clases. En ocasiones son los mismos docentes los que financian el transporte escolar y algunas sedes funcionan como internados informales (solo el cerro La Teta cuenta con certificación para ofrecer ese servicio).

Durante la primera intervención se realizaron talleres de sensibilización dirigidos tanto a niños y niñas como a docentes. Se habló de los derechos sexuales y reproductivos, y de la prevención de las violencias basadas en género. Se utilizó un enfoque y metodología que integra conocimiento propio de la etnia wayúu en español y wayuunaiki, que se basa en las tradiciones de la comunidad. En ella se cuentan las historias de las abuelas, se describe el encierro de las niñas cuando tienen su primera menstruación, se relatan todas las prácticas que las preparan para los cambios internos y externos que experimentan al crecer; y se habla sobre el papel que desempeñan en su sociedad matrilineal.

En estos encuentros fueron entregados 2.276 kits de higiene personal, 3.005 kits escolares y 1.820 uniformes fabricados con las mantas wayúu tradicionales. “El contenido de los kits fue reconocido por los niños y niñas como un elemento protector de su cuerpo y de su comunidad”, dice Pinzón. Para la prevención de la xenofobia, que no es un fenómeno muy frecuente en la población, se desarrollaron espacios vivenciales con comunidades de acogida y migrantes.

Más allá de los resultados, evidenciados en la reducción del número de embarazos adolescentes y que las niñas sean incluidas en prácticas como jugar al ajedrez, las 1.729 niñas y los 1.695 niños que han sido beneficiados por parte de las acciones de Oxfam, junto con Fuerza de Mujeres Wayúu en La Guajira, hoy viven en entornos protegidos y dignos.