INDUSTRIA CON MEMORIA

Revive la mina de La Pava

Esta mina fue abandonada cuando las esmeraldas dejaron de brotar de la tierra. Hoy, solo falta la licencia ambiental para retomar la explotación.

6 de septiembre de 2017
Las mejores minas están al lado de otras que muchas veces, no se han sabido trabajar. | Foto: Iván Valencia

Hace años, en un pedazo de tierra que colinda con el municipio de Quípama, junto al río Minero, las esmeraldas comenzaron a salir de entre la tierra solo con removerla con una pala. Eran tantas las piedras verdes que aparecían que no tardaron en llegar los buldóceres, que terminaron por cavar 3.000 metros de túneles.

Tecminas explotaba la mina en una época en la que los habitantes del occidente de Boyacá que vivían en los alrededores no pensaban en otra cosa distinta a la de enguacarse, cuando la ambición de muchos comenzó a traducirse en violencia. Escarbaron hasta que los destellos verdes desaparecieron por completo. De la bonanza solo quedaron montañas abandonadas de tierra y piedra, un camino de túneles y las huellas del desorden de una operación que, en realidad, no tuvo de por medio un estudio de suelo.

La Pava terminó abandonada. El interés se acabó cuando a tan solo unos kilómetros apareció otra veta gigantesca, que actualmente explota la compañía norteamericana Minería Texas Colombia (MTC). Gracias a esta mina poco a poco las poblaciones de Muzo y Quípama han comenzado a experimentar la estabilidad laboral, el impacto de iniciativas sociales y la tranquilidad de trabajar sin que la vida corra peligro.

Edwin Molina, presidente ejecutivo de la Asociación de Productores de Esmeraldas Colombianas, cuenta que generalmente las mejores minas están al lado de otras y que en aquel tiempo los interesados no supieron trabajar La Pava. Sus conocimientos y la intuición que da la experiencia le dicen que todavía hay mucho verde en ese lugar. Pero también lo corroboran los estudios.

En 2009, con la asesoría de geólogos, se pudo determinar que en un terreno de 69 hectáreas hay 40 anomalías geoquímicas que indican un potencial mineralizado. En una palabra: esmeraldas. Calculan que hay un colchón de unos 15 metros de profundidad para excavar, aprovechando la red de túneles ya existente, y unos 150 años para acabar este depósito.

Como el panorama luce promisorio, Molina presentó el proyecto al gobierno y una vez fue aprobado arrancó con el proceso para obtener nuevamente la licencia ambiental y revivir La Pava. No ha sido sencillo. Lo primero fue elaborar un plan de trabajos y obras. Con el visto bueno se avanzó al siguiente paso: el estudio ambiental. Este consiste en identificar especies y cuerpos de agua, además de hacer el conteo de la fauna. Después vinieron las visitas de las autoridades para constatar que el papel y la realidad correspondieran. A esto le siguió una audiencia pública y finalmente un documento de 900 páginas con los requerimientos, aspectos que es necesario mejorar para que pueda ser viable la explotación.

Un nuevo documento subsanando cada uno de los puntos señalados quedó radicado de nuevo y actualmente esperan que sea aprobado para que se otorgue la licencia ambiental. Molina calcula que será pronto. ¿Y de dónde saldrá la plata para financiar el proyecto? A diferencia de lo que sucede con el oro o el carbón, los depósitos de piedras preciosas son aleatorios, es decir, no siguen una secuencia. Por eso se corre el riesgo de avanzar diez kilómetros y encontrar la zona más productiva o de hacerlo con cientos y no hallar nada.

“A los inversionistas se les dice cuánto deben poner pero no cuándo recibirán el retorno de ese dinero, es prácticamente imposible calcularlo”, cuenta Molina y advierte que debido a esta incertidumbre no muchas empresas se le miden a correr el riesgo. Así que en principio, La Pava arrancará con unos 200 trabajadores y una operación moderada en gastos. Pero con la ilusión de que el destello verde resplandezca nuevamente.

SEMANA: ¿Qué cambios habrá en Aprecol con su llegada como presidente?

Edwin Molina: Asumí el año pasado la presidencia de la Asociación de Productores de Esmeraldas Colombianas, que tiene una trayectoria de más de 20 años, y hace parte del Fondo Nacional de la Esmeralda. Principalmente lo que estamos haciendo es darle una visión más internacional y consolidar la asociación, democratizar el acceso para los pequeños mineros, trabajar en el proyecto del hospital de Muzo, impulsar una iniciativa de plantas de beneficio para tratar de solucionar el tema de la guaquería y buscar inversión que es lo que necesita la esmeralda.

SEMANA: ¿Cómo ha percibido la transformación que ha tenido la industria?

E. M.: Se ha sentido de unos diez años para acá, especialmente con la entrada de MTC, que inició un nuevo modelo de explotación. Una empresa norteamericana le da otro panorama a la industria y abre las puertas para más inversionistas que de pronto por el tema histórico reputacional se frenaban.

SEMANA: ¿A qué se refiere?

E. M.: Existen alrededor de 300 títulos y solo se están explotando 30 o 40. No hay exploración y tampoco incentivos para hacerla. El tema histórico ha sido un factor que hacía que quienes llegaban a Colombia interesados en invertir se fijaran primero en carbón o en oro, pero también el hecho de que no se pueden estimar reservas y eso impide tener un flujo de caja constante.

SEMANA: ¿De qué se trata el proyecto del fuerte de carabineros?

E. M.: Es una iniciativa liderada por la asociación y la empresa privada, con apoyo de la Gobernación de Boyacá, para instalar un fuerte en Maripí. Ya se han invertido alrededor de 2.000 millones de pesos. Arrancará con 40 hombres y una vez esté listo serán 120.