REGIONES

El desafío de enseñar en medio del miedo al hambre y al coronavirus

Desde Montelíbano, Córdoba, Carlos E. Arias, Premio Gran Maestro Compartir 2019, reflexiona sobre el ejercicio de la enseñanza en las regiones en tiempos de pandemia.

Carlos E. Arias Villegas*
21 de junio de 2020
Si bien los escolares de hoy son nativos digitales, muchos adolecen de competencias para encontrar, analizar y procesar información en el hipertexto. | Foto: Gustavo García

¿ Cómo construir conocimiento en medio del miedo, el distanciamiento social y las limitaciones de acceso a los temas de estudio? ¿Es posible desarrollar competencias en una escuela que ha devenido en ‘asistencial’ más que en formadora de pensamiento crítico? ¿De qué forma transitar hacia la modalidad ‘virtual’ cuando la mayoría de escolares no cuentan con equipos y conectividad? El reto para los docentes hoy es inmenso. Por un lado, está todo lo que implica enseñar a través de internet y de otro, el suministro de material físico a costa de poner en riesgo su vida, la de sus estudiantes y padres de familia por la manipulación de estos materiales. A esto se suman largas jornadas de trabajo para acompañar, valorar y retroalimentar. Así es por lo menos la realidad que se vive en el municipio de Montelíbano y en el resto del departamento de Córdoba.

Si bien los escolares de hoy son nativos digitales, muchos adolecen de competencias para encontrar, analizar y procesar información en el hipertexto. La experiencia de este tiempo de clases revela los tropiezos de padres, estudiantes y maestros para poder ‘conectar’ en este ambiente. Se observan niños distraídos, desinteresados, algunos con problemas de insomnio, otros asustados. Le temen al virus, al hambre o a la muerte de sus padres. La única motivación que ofrecemos es la de apoyarlos con plazos cada vez más largos para que aprueben su periodo, con nivel de exigencia mínimo. Y constantemente me pregunto si un sistema educativo en estos términos nos ayudará a construir el país que necesitamos.

De parte del magisterio, la realidad no es mejor. Hay deficiencias en competencias informacionales y digitales. Laboramos desde la intimidad de nuestros hogares (con todo lo que ello implica), asumiendo los gastos de conectividad, depreciación de equipos y otros, en jornadas de más de 12 horas. Apoyándonos en plataformas gratis (poco amigables) que contribuyen a fomentar la copia y la trampa. Acosados por una Secretaría de Educación que solicita evidencias del trabajo realizado, por ‘bultos’, evidenciando su profunda desconfianza de la labor del maestro. Semejante al personal médico del país, somos insultados por padres maldicientes, sitiados por directivas y resoluciones de personas que no tienen claro qué pedir, y que no saben cómo era la escuela antes del virus ni cómo funciona hoy, desde el encierro.

Fragilidades y fortalezas

Orlando Ariza Vesga, Premio Compartir Gran Rector 2019

El coronavirus dejó al descubierto muchas de nuestras fragilidades y puso en duda las fortalezas que tenemos como sociedad. La educación fue impactada directamente y la virtualidad apareció como salvación. Algunos expertos incluso auguran que su futuro está ahí, en las herramientas digitales. Pero para mí es inevitable preguntarme si no estaremos ocultando lo esencial detrás de lo accesorio.

Mi propuesta es generar un debate nacional, regional y local para ponernos de acuerdo con el tipo de ciudadano que necesitamos formar –más allá de los abstractos fines de la educación establecidos en la Ley 115 de 1994–, articular las escuelas a las agendas de competitividad y desarrollo social, y a partir de allí definir una política pública educativa, en donde la autonomía se use para darles valor agregado a las apuestas que se han establecido como sociedad. También resulta necesario diseñar un proyecto educativo con elementos articuladores generales que confluyan en currículos regionales y locales, cuyo propósito educativo sea formar para la responsabilidad social, el desarrollo sostenible, la ciencia, la tecnología, la investigación y la innovación. Estos deben tener un fuerte componente de aprendizajes para el desarrollo personal, que garantice la inclusión y el respeto a las diferencias. Comprometidos todos con esos objetivos concretos que como sociedad decidamos, desde la educación será posible que el país avance.

*Docente.

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