Cómo
Oración al Espíritu Santo para implorar ayuda ante un problema
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad.

Según la doctrina cristiana, el Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que es un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo, por lo que rezarle a este último es orarle al Dios mismo.
Por ello, orar al Espíritu Santo es vital en la vida del cristiano, ya que Él es considerado la guía divina. Con la oración se invoca su sabiduría para superar cualquier desafío, para tomar decisiones sabias y para experimentar su consuelo en medio de la adversidad.
Según el portal Desde la Fe, el Espíritu Santo guía, consuela y fortalece en la vida diaria porque es el compañero en el camino, que transforma y sostiene en el peregrinar de los creyentes.
Hay diferentes formas de dirigirse al Espíritu Santo y con diversos propósitos y uno de ellos es invocarlo ante un problema, pues ayuda en su resolución. Esta es una de las formas de hacerlo.

Oración al Espíritu Santo ante un problema
Oh Espíritu Santo, alma de mi alma, desde mi pequeñez y mi pobreza yo te adoro presente dentro de mí. Lléname como llenaste el alma de Jesús y de María, y concédeme la gracia de estar siempre unido a tu adoración ininterrumpida de alabanza al Padre.
Interiorízame, ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame, sáname y utilízame como a ti te parezca. Infunde en mí tus dones y tus frutos y también, si ese es tu deseo, tus carismas para el bien de mis hermanos.
Condúceme hacia la verdad completa, según la promesa de Jesús. Que con ella venga yo a saber en cada momento lo que debo hacer y decir, y cómo lo debo hacer y decir, desde la madurez y el discernimiento que tú pones en mí, y el abandono total en la voluntad del Padre que tú constantemente me inspiras.

Hazme humilde y sencillo, libre y puro, alegre y sereno aún en el dolor y la adversidad, ardiente de caridad para con Dios y para con mi prójimo y, sobre todo, forma en mí cada vez más perfecta, la imagen de Jesús para gloria del Padre y para trabajar como Él por la unión en el amor, en la verdad, y en la justicia de todos los hombres mis hermanos.
Mándame lo que quieres. Dispuesto estoy con tu gracia a secundar todos tus deseos sobre mí y aceptar con gusto cuanto permitas que me suceda, mientras llega el momento en el que, no ciertamente por mis méritos, que no existen, sino solo por tu bondad infinita, me llames a gozar, sin velos ya, en el cielo, de la presencia divina del Padre y del Hijo y de la tuya, Espíritu Santo, por eternidad de eternidades. Amén.