Perros
Fundación Kellan, la historia del guardián de los perros de San Andrés
La Fundación Kellan es refugio y hogar para los perros en condición de calle de la isla. A varios los salvó del peligro de los huracanes.
Alberto Rodrigo May Williams, más conocido como ‘Kella’, es un isleño raizal de sonrisa y ojos grandes, con rastas o dreadlocks (trenzas con el cabello enredado, representativas de los rastafaris). La mayoría de personas en la isla de San Andrés lo conocen por ser el dueño de El bar de Kella, que funciona desde los años ochenta en las playas de San Luis. Pero tiene otro oficio por el que debería ser aún más conocido: es el creador y director de la Fundación Kellan, un refugio autosostenible para perros y cachorros a los que ha rescatado y cuidado para luego, con la ayuda de otras redes de apoyo, darlos en adopción.
La fundación tiene más de 10 años, los mismos que lleva Kella saliendo con Andrea Portilla, su pareja, una paisa de 45 años que llegó a la isla hace 14 para quedarse. Se enamoró de sus paisajes y comenzó a transmitirles a los isleños su amor por los animales.
Cuando le preguntamos a Kella por qué quiso empezar a cuidar a los perros de la isla, habló de la valiosa inspiración de Andrea y nos preguntó si sabíamos lo que significa dog:
-Sí, perro.
¿Y has leído la palabra al revés?
-God.
“Significa Dios, una señal, una especie de manifestación de que lo que estamos haciendo tiene un propósito positivo en esta vida y en esta isla, de que los animales son esa muestra de un amor noble y desinteresado. Y por eso hago por ellos lo mejor que puedo”.
A la fecha, el refugio canino tiene a su cargo más de 70 perros, que viven en unas coloridas casitas de madera, similares a las características casas isleñas. En ellas conviven perros y cachorros clasificados según tamaño, personalidad y estado de salud. Kella y Andrea cuidan de ellos, un veterinario amigo que los apoya y algunos voluntarios de la isla que ayudan con el alimento.
Sin embargo, a pesar de los años dedicados a esta labor social, las condiciones culturales, económicas y sociales de la isla no han permitido una mayor visibilidad de este trabajo. La pandemia y el incremento de los abandonos de perros y cachorros hizo que la fundación tomara fuerza, pues fue el principal refugio para los caninos desamparados en la soledad de las calles y en el abandono de las administraciones locales.
“Encontraba perros en cajitas, amarrados con alambre eléctrico, maltratados, con sarna, con gusanos, y a todos los hemos acogido y dado los cuidados necesarios para que mejoren”, dice Kella.
Sin embargo, en noviembre de 2020 pasó el huracán Iota, categoría 4, que impactó las islas de San Andrés y Providencia, y dejó en evidencia la necesidad de apoyar a refugios como el de Kella. Los perros y los gatos que vivían en las calles no tenían cómo protegerse de la lluvia y del viento que generó la tormenta.
Kella decidió alzar la voz y pedir ayuda. Contactó a los gobiernos de turno, a la ciudadanía y a las instituciones de protección animal de Colombia, a través de redes sociales, medios de comunicación y otras asociaciones caninas. Comenzó una campaña para la protección de los perros de la isla en medio de la tormenta tropical.
Iota se hizo sentir, dejó pérdidas y daños incalculables sobre todo en Providencia y otras afectaciones en la isla de San Andrés, que alcanzaron a perjudicar el refugio. No obstante, la campaña a favor de la Fundación Kellan surtió efecto, a tal punto que al tercer día de tormenta, cuando todo se ponía más oscuro, la Armada Nacional ofreció espacios de albergue para los animales y así esperar el paso del huracán que duró seis días.
En octubre pasado, nuevamente, se activaron las alertas de tormenta sobre las costas del archipiélago. El huracán Julia alcanzó la categoría 1, pero esta vez ya había un plan de acción para ayudar a los perros de la fundación. Esta última contaba con amigos y aliados dispuestos a ayudar.