Antioquia y Caldas
El gran libro de las chivas en Colombia
El fotógrafo manizaleño Carlos Pineda decidió seguir las rutas de estos buses por las montañas de Antioquia y Caldas para así conocer el surgimiento del principal medio de transporte de los campesinos y entender la tradición de decorar los vehículos.
No existe una fecha exacta que nos hable del surgimiento de las chivas en el país, pero sí una región donde estas empezaron a rodar: Antioquia. Juan Luis Mejía Arango, abogado y hoy rector de la Universidad EAFIT, de Medellín, coescribió el libro En el recodo de todo camino (1998), donde señala que el primer vehículo con el estilo de los buses que recorren desde hace más de setenta años los rincones más profundos de la Colombia rural llegó en 1908.
Por: CARLOS PINEDA
Un grupo de empresarios antioqueños importó desde Nueva York el chasis de un bus Pullman, un popular vehículo en la primera década del siglo XX, que se usaba para el transporte público de pasajeros en la capital del mundo. La idea nació para ofrecer una solución de movilidad a la gente en Medellín.
Los importadores le encargaron al ingeniero Luciano Restrepo, y a un mecánico, armar el bus con el chasis del Pullman. El carro tenía pocas bancas y consumía bastante gasolina, por lo que la idea falló. No era negocio. Cinco años después, en 1913, otro paisa intentó algo parecido: el empresario Ricardo Olano quiso establecer una empresa de transporte en la capital antioqueña, pero los buses que consiguió —parecidos a los Pullman—eran tan pesados que dañaban las calles de la ciudad.
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En esos dos fracasos no paró el interés de los antioqueños por mejorar la manera en que se transportaban. Según una columna publicada en marzo de 1999 El Tiempo, los hermanos José y Antonio Montoya compraron un camión, lo llevaron a El Carmen de Viboral (oriente de Antioquia) y lo transformaron en un bus tipo chiva. “El día que los carmelitanos supieron que los Montoya habían comprado un camión para montar carga y pasajeros, para ganar dinero, el pueblo fue una fiesta”, se lee en la publicación.
- ¿Se puede decir que en Antioquia nació la chiva?
- “Sí, es la cuna. Pero por fotos que encontré del transporte en Colombia de antes de la primera mitad del siglo XX, los buses tipo chiva también empezaron a ser muy utilizados en esa época en los caminos del Valle del Cauca y de la costa Atlántica. Como no tienen grandes puertas, los pasajeros no sentían tanto calor”, responde Carlos Pineda, un fotógrafo manizaleño que desde 2007 investiga el surgimiento del medio de transporte del campesino colombiano, además de la mula.
De ese trabajo nació el libro Chivas, arcoíris del camino (2018).
De acuerdo con su investigación, este tipo de bus se pensó para la ciudad. Pero a partir de los años cuarenta las chivas comenzaron a transitar por las llanuras, los valles y las montañas debido a que lograron dominar las trochas.
«Alguien decía: si la mula conquistó las montañas, las chivas las colonizó. Y si vemos Antioquia o Caldas, hay mucha colonización y eso se dio por la ayuda al desarrollo que dio la chiva»
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Las primeras chivas no eran coloridas como las que hoy conocemos. Sus dueños las pintaban como cualquier bus: un color de fondo y una franja con otro tono por los laterales. Eso cambió en los años cincuenta con la aparición de Alejandro Serna Henao en el municipio de Andes (sur de Antioquia) y de otros pintores en Medellín. El decorado de los buses incluía más de dos colores y figuras geométricas que parecían mandalas. El capó, los guardabarros, la parte trasera, los espejos retrovisores, las puertas… Todas las partes del vehículo fueron adquiriendo personalidad.
«Los pintores echan una capa de pintura y la pulen bien. Después empiezan a hacer unas líneas, que es el trabajo más difícil porque es por toda la longitud del bus. Ellos deben tratar de que queden lo más perfecto posible. Luego dibujan unas cuadrículas que van a servir de guía para llevar la simetría de las figuras y los diseños que crean. Solamente utilizan el pincel, el compás y la regla para ese trabajo».
Carlos sabe de memoria el paso a paso para decorar una chiva. Lo aprendió tras recorrer 39 rutas que hacen los conductores por pueblos del sur, el oriente y el centro de Antioquia. También por algunos de Caldas.
Los chiveros, como les dicen a los conductores, fueron haciendo populares los nombres de los pintores. El hijo de Alejandro Serna siguió los pasos de su padre y se dedicó al arte de decorar las chivas en Andes. Los viajes lo llevaron hasta el taller de Gilberto Castañeda en Aguadas (Caldas), al de Alberto Ocampo en Supía (también en Caldas) y al de ‘Pingüino’ en Medellín, quizás uno de los más reconocidos entre el gremio. Carlos dice que con su trabajo logró identificar 16 pintores de chivas activos.
- LOS SERNA -
- PINGUINO -
- ALBERTO OCAMPO -
“Este es un arte efímero, porque después de un tiempo las figuras y diseños van desapareciendo de las chivas, ya sea por el clima o por el contacto con los costales de las cargas. Entonces, a las chivas las pintan cada cierto tiempo, pues al campesino no le gusta montar en una mal decorada y al conductor no les gusta manejar un carro pálido y deslucido. Además, como históricamente hay analfabetismo en las zonas rurales, un campesino distingue la ruta de la chiva con los colores”.
«¡Ay! Allá viene la que va para Sonsón…»
Antioquia y Caldas son las regiones chiveras por excelencia en Colombia —y por eso la investigación de Carlos se centró en ambos departamentos—. En el Cauca, Nariño y Putumayo también existen chivas decoradas. Claro, no a mano ni con los trazos de Serna o ‘Pingüino’. En cambio, en el sur del Tolima, Huila y Caquetá estos buses recorren las carreteras con los colores corporativos de las empresas de transporte.
En todo caso, a la chiva en Colombia se le encuentra en prácticamente todos los departamentos. Desde La Guajira hasta el Amazonas.
Chivas, arcoiris del camino es el cuarto libro de fotografía de Carlos Pineda. Su trabajo explora los conceptos de ciudad, paisaje y memoria como territorios habitados, examinándolos de formas menos obvias a partir de las dinámicas culturales de la vida cotidiana.
Editorial: Independiente | ISBN: 9789584850485 | Páginas: 223 | Costo: 120.000 pesos