OPINIÓN
¿Unidad en torno a qué?
La gran pregunta es ¿unirnos en torno a qué? Claramente, aquí la respuesta tiene que ser: en torno a la institucionalidad.
¡Unidad! Esa es la palabra de moda en estos días. Todos tenemos claro que debemos unirnos para salvar a Colombia del caos en que la está sumiendo este gobierno. Caos que, dicho sea de paso, no se da por descuido ni por ignorancia, sino porque hace parte del plan para perpetuarse en el poder.
Entonces, la gran pregunta es ¿unirnos en torno a qué? Claramente, aquí la respuesta tiene que ser: en torno a la institucionalidad.
En ese orden de ideas, sea lo primero rodear a la Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia y Consejo de Estado. ¿Por qué digo esto? Porque me parece que esos actores son hoy protagónicos en el sistema de pesos y contrapesos consagrado en la Constitución del 91, para realizar control de las decisiones del Gobierno: la convocatoria a una asamblea nacional constituyente, decretos mal hechos, decretos que implementan reformas que fueron negadas con el Congreso, decisiones administrativas que denotan desviación y abuso de poder, por eso rodear a la Rama Judicial me parece que es una primera gran prioridad.
En segundo lugar, no por ser menos importante: rodear a los alcaldes y gobernadores, para desde las regiones, trabajar en equipo como nunca antes. Este precepto nos garantizará el poder sumar, sumar y sumar. Frente a un Gobierno nacional que está empeñado en generar odio y disociar a los colombianos, corresponde a las regiones hacer contraste y demostrar lo que somos capaces de lograr cuando trabajamos unidos por un sueño.
Como nunca, hoy, lo que pase en Cali importa en Bogotá; lo que pasa en Bogotá le importará a Medellín; lo que pasa en Medellín le importará a Barranquilla, y así sucesivamente; eso es trabajo en equipo. Así, con ejemplo, desde sus cargos, los mandatarios regionales podrán marcar la diferencia y demostrar que desde los territorios la postura y el comportamiento de estos nuevos políticos es transparente y decorosa. Mostrando resultados desde la región, con hechos, obras y acciones, podremos rescatar a Colombia y recuperar la esperanza de los ciudadanos.
No podemos quedarnos en un escenario polarizado, en que terminemos unos en la extrema izquierda y otros en la extrema derecha, porque eso no va a permitir que Colombia dé un paso adelante. Lo acabamos de ver en las elecciones de algunos países en Europa, hay que intentar construir unidad en medio de la diversidad entre quienes sensatamente queremos y respetamos la democracia y queremos un país con una mejor opción de vida, y con esto, un mejor futuro para las generaciones venideras.
Unirnos para respetar y hacer respetar la libertad. Muy importante la libertad de expresarse, de comunicarse, de opinión, de prensa; hay que rodear también a los medios de comunicación y no hay que dejar que la estigmatización termine afectando una institucionalidad tan importante como la de los medios de comunicación que hoy, más que nunca, se necesitan para contrarrestar a la extrema izquierda.
En algunos países no lo hicieron, desafortunadamente, y hoy los medios de comunicación no cumplen ningún papel en proteger este derecho. El Gobierno es el dueño de la conversación nacional y de la información nacional, y se encarga con sus medios afines de reescribir la historia de manera amañada. Los medios de comunicación en Colombia han jugado un papel muy importante en la preservación de la democracia, e independientemente de las preferencias de cada uno, y de lo que nos guste o no nos guste de ellos, es un sector que hay que proteger y que hay que acompañar en el futuro del país. No nos podemos dejar silenciar, callar y arrinconar.
Unirnos para construir una gran apuesta de futuro para el país. Una apuesta con una narrativa que apasione, que inspire, que cautive, que les llegue a los jóvenes, que los conquiste; una narrativa que llegue al corazón de cada uno de los colombianos. No es suficiente con tener una plataforma política o de propuesta política basada en la oposición. No puede ser “contra”, tiene que ser “para”; se necesita una propuesta que llegue el corazón de los colombianos y que construya con esperanza el futuro del país. Si nosotros no logramos esa narrativa, esa apuesta, ese propósito nacional que nos una en torno de la esperanza, difícilmente vamos a lograr un resultado positivo.
Para ello, debemos trabajar en una revolución cultural en la que no podemos dejar que la lógica de las ideologías que ha venido impulsando la izquierda en Colombia se incruste en la sociedad. Tenemos que unirnos para rescatar los valores de los empresarios, de los emprendedores, de los trabajadores. Hay que premiar al que se esfuerza, al que hace bien la tarea, al que es decente, ese colombiano que está revestido de principios éticos, valores morales, buenas costumbres, porque lo que nos están queriendo mostrar hoy es que eso ya no vale.
El nuevo sistema de estímulos, de ayudas y subvenciones nos ha llevado a la tiranía de la mediocridad, y esa tiranía de la mediocridad se refleja en las normas, por ejemplo: en la reforma de la educación en que se pretendía descalificar las pruebas de Estado; porque al final son mérito y ellos se enfrentan a la “tiranía del mérito”, pero eso construye es mediocridad.
Qué despropósito hoy mirar quienes nos representan en algunos cargos diplomáticos y de interés nacional, donde ya el perfil profesional, ocupacional, no vale y no aplica para un cargo sensible.
Finalmente, dentro de ese mismo capítulo cultural, tenemos que revisar conceptos como la estatización, que ataca directamente la generación de empleo y de riqueza para el país. La riqueza no es mala, y si bien tenemos que seguir trabajando en el cierre de brechas para generar más equidad en el país, no podemos permitir que se ataque al empresario como si fuera un enemigo de la patria, cuando en realidad tenemos es que trabajar de la mano de la empresa privada y el Estado.
Son muchos los frentes en que nos han venido generando una revolución cultural, tenemos que trabajar desde ya, poco a poco, gradualmente; no va a ser de la noche a la mañana, pero es muy importante.
Solo queda una consigna: empezar a trabajar y dejar de lamentarnos, porque de ello no vamos a lograr absolutamente nada.
Me preocupa que todos tienen los ojos puestos en si las líneas rojas del “fiel juramento” hecho ante el país por el respeto a la Constitución Política de Colombia se quebranta, y en que al llegar ese punto de quiebre, ¿cuál será el deber de quienes por obligación y deber constitucional están llamados a ponerles orden a los que violen la carta magna y traicionen a la patria?
Yo hoy les puedo escribir que desde la sociedad civil debemos estar vigilantes. El 70 % de los colombianos no aprobamos la manera en que se está liderando y conduciendo el país. Entonces, corresponde a ese 70 % de manera seria, con argumentos claros, empezar a trabajar por construir el país que queremos y para ello comenzar por defender nuestras instituciones. Colombia es un país grande y respetado, el cual nos ha tocado construir con mucho sacrificio y hoy está en un peligro latente. La tarea no le corresponde al de al lado, la tarea empieza por nosotros mismos.