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Opinión

País sin memoria

Colombia no puede doblegarse ante la imposición de una ideología obsoleta, retrograda y fracasada; los buenos somos más, así algunos aseguren que es una falacia.

David René Moreno Moreno
2 de octubre de 2024

Un análisis sobre las principales causas que contribuyeron a generar la guerra civil en España (1936-1939) y la comparación con lo que está sucediendo en el país desde la llegada de la izquierda al poder, muestra que existe un número muy importante de aspectos similares entre lo sucedido en ese país durante el período de la preguerra y lo que hoy desafortunadamente —parece que en forma temeraria— alimenta el actual gobierno en Colombia, llevándonos a pensar cual será el futuro que nos espera.

La corrupción, la inestabilidad política, los efectos negativos de las reformas, los grupos anarquistas, el retroceso económico del país, la liberación de presos, la conformación de grupos paramilitares y el golpe de Estado de parte de un grupo de militares, son algunas de las principales causas que condujeron a la guerra fratricida que afectó a España durante tres años, causó más de medio millón de muertos y la instauración de una dictadura que permaneció en el gobierno casi cuatro décadas.

Por estas latitudes también estamos sufriendo a causa de la corrupción y los escándalos que involucran a algunos personajes vinculados al Gobierno y otros que revolotean alrededor de la familia que reside en el Palacio de Nariño, afectando no solo la gobernabilidad, sino que han puesto en jaque a la justicia, que no se pronuncia de fondo sobre muchos de estos casos, esperando posiblemente que prescriban, cubriéndolos con un manto de impunidad, lo cual exaspera a los ciudadanos.

Al igual que en el período de la preguerra española, el actual gobierno ‘progre’ está empeñado en una ‘reformitis aguda’, tratando de introducir cambios en varios sistemas que solo beneficiarían al poder, mas no a la población en general, como son: la salud, que ha funcionado bien por más de 30 años, pero ahora quieren manejar políticamente varios billones de pesos asignados a su presupuesto; el pensional, para apropiarse indebidamente de los recursos de los trabajadores, pero —además— afectando a los jóvenes, que verán damnificada su pensión en el futuro.

También en el área laboral los cambios que trata de implantar el Gobierno están orientados a asfixiar a los empresarios y establecer beneficios populistas para los trabajadores con el fin de asegurar sus votos; de otra parte, la nueva reforma tributaria, que afectará el bolsillo de todos los colombianos, busca conseguir recursos para pagar subsidios a los delincuentes, y para cerrar con ‘broche de lata’, el Gobierno insiste en imponer una constituyente para hacer trizas la Constitución de 1991 y acomodar una nueva que —posiblemente— se enmarque dentro de los términos de la ideología comunista.

La polarización de la población es similar al consumo de drogas, pues una vez iniciada no es fácil detenerla; el jefe de gobierno es quien —en forma directa y con un discurso populista e irresponsable— está generando un ambiente hostil para enardecer a la población que le es afecta, buscando posiblemente que se genere una guerra civil fratricida. La diferencia de clases, el odio y la segregación racial son los principales elementos de su discurso contra quienes han logrado acumular riqueza, generar empleo, impulsar el desarrollo y fomentar la calidad de vida de sus trabajadores.

La anarquía que se está gestando por no aplicar en forma contundente la autoridad legítima del Estado, por manipular la justicia cubriendo de impunidad a delincuentes, por los actos de violencia patrocinados por personajes vinculados al Gobierno, por la creación de las famosas guardias indígenas, campesinas y cimarronas que suplantan la autoridad del Estado y, posiblemente, junto con los integrantes de la primera línea puedan conformar las milicias que defiendan al Gobierno, son algunos de los elementos que rechazan los colombianos.

Las mentiras y el engaño desde toldas políticas, el creciente incremento en el narcotráfico, el retroceso de la economía del país, la pérdida de valor del dinero, el incremento de la pobreza, la migración galopante y la desconfianza en el ámbito político, son claras demostraciones del fracaso de una izquierda recalcitrante que solo busca perpetuarse en el poder.

Colombia no puede doblegarse ante la imposición de una ideología obsoleta, retrógrada y fracasada; los buenos somos más, así algunos aseguren que es una falacia. El país no puede olvidar el daño que le han causado quienes por el empleo de la violencia buscaban llegar al poder; la memoria es frágil, pero el olvidar puede aplastar la verdadera democracia.