Alberto Donadio  Columna

Opinión

Paciente psiquiátrico

Es cruel exhibir por la televisión a un paciente psiquiátrico, pues los enfermos mentales tienen derecho a la dignidad.

Alberto Donadio
8 de febrero de 2025

Una vez elegido Gustavo Petro hace casi tres años, pero antes de posesionarse, un veterano y leído periodista escribió: “Petro debe subir el 7 de agosto de 2022, porque así lo quiso la ciudadanía, y debe retirarse el 7 de agosto de 2026, porque así lo mandan las máximas normas legales. Lo que la Constitución no prohíbe y la historia favorece es que al gobierno de reformas sustantivas que promete Petro lo sigan uno, dos y tres y más de la misma estirpe, hasta que los votantes lo decidan. Hablo de mandatos dirigidos a combatir las injusticias sociales –que es la mejor defensa de la paz–, unir a los colombianos, propender la igualdad, expandir la educación, empujar el desarrollo sostenible, proteger la naturaleza y ensanchar el corral donde hoy una minoría disfruta las ventajas de la vida moderna. Todo ello, sobra decirlo, mediante elecciones libres (es decir, sin jugaditas, caciques ni tamales) y a la luz de procedimientos democráticos (es decir, no al modo de Iván Duque y sus instituciones secuestradas)”.

El periodista agregó: “No bastan cuatro años. Es precisa una sucesión de gobiernos inspirados en la misma idea porque ni un hijo de Supermán y Policarpa Salavarrieta sería capaz de remediar en 48 meses los problemas acumulados durante siglos. De allí la enorme responsabilidad que tiene Petro de iniciar las reformas indispensables pronto, pero sin precipitación y pensar que del éxito de su administración dependerá una sociedad futura más equitativa y solidaria. Esa República Social, o República Progresista o República Socialdemócrata, deberá marcar, como lo hizo la República Liberal, un hito histórico: encauzar a Colombia hacia un modelo más justo y equitativo, más pacífico e incluyente, que respete las libertades, apuntale la paz, defienda los derechos básicos y, lejos de achatar la democracia, la amplíe y llene de significado”.

El periodista que así escribió, Daniel Samper Pizano, no podía saber que el presidente elegido era un paciente psiquiátrico. La demostración final de su dolencia se dio esta semana con la transmisión televisada de la reunión del consejo de ministros. Petro es deshilvanado, adolescente, repetitivo, tonto, interminable, aburrido, sufre de logorrea. Está fuera de sus cabales. Comparar a Armando Benedetti con Jaime Bateman resume su locura. El primer presidente del M-19 en la historia de Colombia tergiversa la historia del M-19. ¿Qué sigue? ¿Comparar al imberbe Daniel Rojas con Carlos Pizarro?

Muchos temían que Petro se convertiría en el Nicolás Maduro de Colombia. Nadie sospechaba que nos iba a gobernar un enajenado mental en ciernes. Su estado lábil queda en evidencia en sus intervenciones en el consejo de ministros: “Llegó el ministro de Educación. Ya pasé por Educación, ministro; espero que le digan sus compañeros qué fue lo que dije”. O este aparte: “Quise contestarle a Trump desde mi dignidad y al frente del mar, el mar que por primera vez conocí de noche porque no tenía sueño. Si nos arrodillamos, perdimos el sentido de la nación y del pueblo y de su dignidad, es decir, estamos diciendo históricamente que invitamos al rey y que fue un error haberlo sacado de acá, un error haber sido república soberana y no, y no, o por lo menos me tienen que matar a mi primero”. O este otro: “Los haitianos defendieron al ejército más poderoso del mundo francés napoleónico, se nos olvida la historia, no la estudiamos y perdemos nuestra razón de ser”. O un aparte como este: “Esa consigna no es porque estemos borrachos o locos o drogados, como nos acusan. Se nos olvidó Bolívar”. O este diálogo con un ministro: “¿Es primero en la vida la mercancía que la persona, ministro Reyes, usted que dice ahí? Prenda el micrófono usted, que es economista, doctor en Economía”. En uno de los intercambios más bochornosos, el ministro Reyes responde: “No, pues, presidente, el valor de la persona está muy por encima del valor de la mercancía”.

Ya no hay la más mínima posibilidad de que al gobierno de reformas sustantivas que prometía Petro lo sigan uno, dos y tres de la misma estirpe.

Es cruel exhibir por la televisión a un paciente psiquiátrico, pues los enfermos mentales tienen derecho a la dignidad. Dejarlo divagar en la televisión es un maltrato que se le causa al paciente Petro Urrego, Gustavo Francisco. El gabinete debe pedir a los mejores psiquiatras del país que examinen al enfermo. Una vez diagnosticado científicamente, el gabinete debe acompañarlo a Paipa, donde hasta el 7 de agosto de 2026 los ministros deben internarlo en la Hacienda El Salitre, casona donde pernoctó Simón Bolívar. Allá el presidente puede seguir dialogando en voz alta con el Libertador. Sin cámaras de televisión.

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