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Opinión

Nos unimos o nos hundimos

“Únanse”, grita el pueblo colombiano.

David René Moreno Moreno
19 de febrero de 2025

Nunca es tarde para corregir el rumbo o para dejar de lado los egos y las ambiciones personales cuando se trata del futuro de la familia o de la patria; los militares y los policías entregan hasta su propia vida para que los colombianos tengan paz, seguridad y brille la prosperidad en un ambiente de libertad y democracia. Los industriales, los comerciantes, los agricultores y ganaderos, los profesionales, los técnicos y artesanos contribuyen igualmente para que día a día la sociedad continúe su marcha buscando progreso y bienestar.

Han transcurrido 215 años desde que se dio el grito de libertad y hoy estamos nuevamente sumidos bajo el yugo de una ideología política que rechaza las libertades, atropella la democracia y restringe los derechos de la ciudadanía; hemos vivido estos dos siglos con altibajos causados por los desmedidos apetitos políticos de poder, pero es innegable que los abusos de algunos políticos corruptos condujeron a que muchos ciudadanos quedaran ciegos, mudos y estáticos ante las falsas promesas de la izquierda que ofrecieron un cambio que nunca llegó.

Estamos viviendo en medio del camino tortuoso de un comunismo que engaña a propios y extraños bajo el engatusador alias de progresismo, nombre que solo es un desvío engañoso del socialismo que trata de implantar un sistema dominante, restrictivo y obsoleto en los campos político, económico y social, pero bajo el común denominador que doblega la voluntad del pueblo para convertirlo en esclavo de una ideología que feneció en 1991, cuando la URSS, su principal promotor, se desintegró por profundas fallas estructurales, demostrando ser un sistema fracasado.

La llegada del socialismo al poder en Colombia es el resultado de la fragilidad y la apatía causadas en la sociedad e influida por factores como la Guerra Fría entre las dos grandes potencias, la URSS y Estados Unidos, lo que causó daños colaterales en países como el nuestro por la aparición de grupos criminales apoyados por Rusia, China y Cuba, que buscaban el poder a como diera lugar para implantar su ideología marxista leninista maoísta, pero a esto se sumó el nefasto negocio del narcotráfico que, no solo corrompió a la sociedad y ha generado una cuota muy alta de sangre y dolor, sino que cambió los valores y despertó las ambiciones.

Este régimen de izquierda prometió combatir la corrupción, pero los escándalos que aparecen cada día alrededor de sus integrantes dejan boquiabiertos a cualquier observador propio o extraño; ahora estamos presenciando un espectáculo bochornoso en el que no se salva ni el gato. Afortunadamente, ellos mismos se sacan los cueros al sol mostrando que eran falsas las promesas de llegar al Gobierno para cambiar los viejos vicios de la política que han motivado la subida al poder de este sistema ideológico arbitrario y nefasto.

Estamos a un paso de las elecciones de 2026, donde los zurdos quieren afianzarse en el Gobierno y están haciendo lo imposible por sacar provecho de ventajas como el poder que ejercen en las instituciones y el disponer de los recursos del Estado, posiblemente para comprar conciencias o para comprar votos a su favor; todo lo que han hecho ‘en beneficio’ de la población menos favorecida es ni más ni menos un chantaje oficial para obtener como retribución sus votos o contar con la disponibilidad física de los muérganos para iniciar una guerra civil, como lo menciona frecuentemente el jefe de Gobierno.

Sin duda hay muy buenas intenciones entre los precandidatos que buscan enfrentarse a la izquierda en las próximas elecciones legislativas y presidenciales de 2026, pero los ‘20’ votos que podrán obtener cada uno de ellos no representan una barrera para contener el pacto de la izquierda, en el que solo por un simple sancocho o por un billete, posiblemente producto de actividades ilegales, venden su conciencia al diablo que les promete mantenerles la barriga llena si cumplen sus directrices.

Hay que aprender de las viejas experiencias ya vividas para no caer en el mismo error; es así como algunos alcaldes de Bogotá han llegado al Palacio Liévano, no porque fueran buenos, sino por culpa de la ambición de ciertos políticos que, en lugar de unir esfuerzos para derrotar a personajes como Petro, Moreno, Garzón o López, por citar algunos, han atomizado los votos dejando libre el camino al socialismo en sus diferentes versiones, para que ‘sienten reales’ en el segundo cargo más importante del país y dominen la más importante fuente de votos de la Nación. Peor aun lo que ocurrió para la llegada del actual gobernante a la Casa de Nariño.

Nos unimos o nos hundimos, y Colombia hoy más que nunca necesita unir esfuerzos. Hay que despertar y enfrentar la realidad. Se necesita un líder que integre voluntades políticas alrededor de la Nación.