Opinión
Mi gloria, vuestra desgracia
Todos los escenarios son nefandos.
La escaramuza en X con Trump y la vergonzosa reculada de anoche no son más que otra elaborada y riesgosa cortina de humo para reducir la presión derivada de la crisis de orden público del Catatumbo y ocultar la intervención directa del gobierno de Maduro en la retoma de la región por parte del ELN.
El presidente estaba muy intoxicado y la emprendió en solitario contra las políticas de inmigración de Trump en un arrebato más y se tardó todo el domingo en lograr que algún adulto responsable le controlara el celular y que la caterva de aduladores de siempre, encabezada por el canciller Murillo, se pusiera las rodilleras y a las carreras fueran a mendigar misericordia y ofrecer humildes excusas ante el Departamento de Estado de los gringos por cuenta de soberbio borracho que nos gobierna.
El presidente, que se cree un genio, decidió ser el líder mundial del anti-trumpismo y lograr con ello galvanizar a la izquierda global y local como el salvador del mundo frente al neonazismo, colocando de paso a Colombia a la cabeza del ‘sur’ hemisférico, resolviendo con esta genialidad la crisis del Catatumbo por cuenta del reconocimiento universal de su valía y superioridad moral, con algunos costos menores frente a la gloria alcanzada como destruir la economía nacional, condenar a los deportados a vagar por terceros países a los cuales Estados Unidos los terminaría mandando de cualquier manera o impedirle a Gustavo Bolívar utilizar su mansión de Miami los fines de semana.
Lo más preocupante es que, posiblemente, la realidad de lo ocurrido está más cerca de una combinación siniestra de las tres anteriores posibilidades.
Y claro, Trump y sus estrategas estaban fascinados con el papayazo. Que mejor que poder tener un ejemplo global, significativo pero poco costoso, de lo que sucedería a cualquier país que se atreva a rebelarse contra la deportación masiva de ilegales como elemento esencial de la política migratoria del nuevo presidente de los Estados Unidos.
La vergonzosa rueda de prensa, en la cual el incompetente, pero obsecuente círculo interno de Petro confirmó, en general, los términos del comunicado de la oficina de prensa de la Casa Blanca según el cual Colombia, después de la rabieta presidencial, se allanaba a recibir a todos los deportados y que las anunciadas sanciones arancelarias, al sistema financiero y de visados a los miembros del gobierno quedarían redactadas y dispuestas para ser implementadas, hasta tanto no se verifique la recepción de los deportados en el marco de los acuerdos bilaterales entre los dos países.
¿Aprenderá Petro de esta deplorable experiencia que no puede ni debe pasársela insultando a gobernantes, países y ciudadanos en sus redes? No lo creo, los últimos trinos del domingo siguen mostrando a un Petro lleno de cinismo soberbio.
¿Dejará atrás Petro su auto adjudicado rol de mesías mundial? De ninguna manera. ¿Seguirá mendigando invitaciones internacionales chimbas como la de Haití, que lo que demuestran es su creciente aislamiento en el concierto internacional? Obvio que sí.
Ante el derrumbe de su agenda interna de paz, la crisis fiscal autoinducida que le impide pagarle a las decenas de miles de contratistas que su gobierno ha nombrado en la orgía clientelista más grande de la historia, y que dejará sin recursos a las fuerzas militares para enfrentar las decenas de zonas críticas en el orden público, que ellas mismas toleraron que el gobierno estableciera; Petro perseguirá incesantemente el espejismo de su grandeza en el frente internacional, con desafueros como los del domingo y convocando las solidaridades de izquierda hasta el próximo ridículo, para gratificarse y ocultar al mundo los fracasos internos de toda su retórica.
Mientras tanto, la incertidumbre carcomerá la iniciativa privada y el país se acostumbrará a los desvaríos presidenciales para tratar de sobrevivir a los retos del cotidiano.
La clase política, apertrechada hasta el cogote de puestos y contratos se irá apartando lentamente de Petro y le cobrará las últimas monedas que le queden al gobierno en una patética pantomima parlamentaria de consideración de sus reformas.
La crisis de la salud se expandirá en alcance y gravedad ante la indiferencia de una directiva del Pacto Histórico, que solo piensa ahora en como enchufarse en burocracia o electoralmente.
Petro seguirá en su obsesión narcisista y se irá pareciendo más al gollum del señor de los anillos. Su obsesión seguirá siendo la imagen exaltada de si mismo. Se aislará del mundo pero mantendrá la capacidad de afectar el futuro y el bienestar de su pueblo con nuevas embarradas.
Colombia seguirá atrapada en las consecuencias de sus nefastas decisiones electorales. Sus líderes no la convencerán del peligro de volver a caer en las redes de demagogos de cualquier denominación, origen o convención. Millones siguen convencidos de que un mago cualquiera u otro charlatán serán la solución de los graves problemas.
La catástrofe petrista no ha motivado a la ciudadanía a comprometerse de fondo con un proceso de transformación de la política. Una de las conclusiones dramáticas de esta crisis es que ni siquiera el cierre de las fronteras de Estados Unidos lograrán convencer a los colombianos de que deben abandonar el socialismo que nos ahoga desde cinco de décadas. Seguirán votando con los pies intentando perseguir su sueño de ingresos y avance social y patrimonial, que irresponsables e incompetentes iluminados como Petro han destruido en Colombia.