OPINIÓN
Luis Yamín Q.E.P.D. profesor de profesores
Gran tristeza en la comunidad uniandina por la prematura partida del Doctor Luis E. Yamín.
Enamorado, hasta el último día de su vida, de su esposa María Fernanda. Adorado por sus hijos y admirado por sus incontables pupilos. Siempre feliz y algo parrandero, aunque no muy buen bailarín. Fantásticamente resiliente a la adversidad. Sabio en gestión del riesgo e ingeniería sísmica. Académico, consultor y empresario.
“Qué berraquera”, fue una de las frases que más le escuchamos, usualmente acompañada de su risa tan sincera como contagiosa, y que servía como una suerte de invitación a encontrarle el lado bueno a cada cosa de la vida. Mantuvo el optimismo hasta sus últimos momentos de batalla contra el cáncer.
El “profe de los tableros perfectos” se vinculó a Uniandes en 1985, justo después de culminar sus estudios de posgrado en la prestigiosa Stanford. A los 33 años ya era director de Ingeniería Civil, desde donde gestó y fue cofundador de varios centros de investigación que marcaron el rumbo para la organización administrativa y científica de los profesores en la Facultad de Ingeniería. Y cuyas siglas son sinónimo de excelencia e impacto nacional: CIIA, CIACUA, CIMOC, CEDERI, CITEC.
Sobre esto recuerda Juan G. Saldarriaga: “cuando la facultad se encontraba estructurando los nuevos centros de investigación, llegamos a la conclusión de que una de nuestras principales ventajas competitivas era que teníamos a Lucho. Difícilmente otra universidad podría contar con un activo que se le pareciera en su preparación, capacidad de trabajo, eficiencia y motivación”.
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Su palmarés es extenso e impresionante (ver más detalles aquí), incluyendo premios y reconocimientos del Banco Mundial, la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles, la Sociedad Colombiana de Ingenieros, el Instituto Americano del Concreto y la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional, entre otros. Autor prolífico de la literatura técnica. Asesor de más de un centenar de tesis y proyectos de grado en Uniandes.
Juan F. Correal, expresidente de la Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica, y quien fuera primero su estudiante y luego su colega, lo recuerda diciendo: “he conocido a muy pocos profesores con sus niveles de amor y devoción por la Universidad”. Sin aspavientos y sin falsos protagonismos, Lucho ha sido uno de los mayores referentes de nuestra facultad.
Como cualquier vida que valga la pena haber vivido, su tránsito por este mundo no fue exento de cierta polémica y conflicto. Y allí también nos deja enseñanzas. En cada dificultad, Lucho dio cátedra a sus contradictores: impecable en su palabra y apegado a la evidencia. Firme en su creencia de que la fortaleza de carácter y la claridad de pensamiento son perfectamente consistentes con el respeto por las formas y la integridad intelectual.
Ayer me recordó un amigo común: “Luis con su energía, transmitía la adrenalina de la ingeniería”. Su entusiasmo por su profesión era tan evidente como contagioso. Esto y su gran capacidad técnica, le permitieron ser protagonista durante el diseño y adopción de las primeras normas sísmicas para la construcción de edificaciones, así como autor de algunos de los primeros mapas detallados de riesgo que hubo en el país para tales fines. Todo esto mientras insistía en que la mayor realización para un académico venía del trabajo aplicado a problemas locales.
En los innumerables mensajes de antiguos colegas y estudiantes, que hemos recibido como lamento de su prematura partida, hay dos declaraciones que se repiten y a las que deseo sumarme en la dimensión que corresponde: “el profesor más influyente en mi carrera”, “mi primer jefe”. Allí se resume buena parte de su testimonio de vida. Muchos hemos pretendido seguirle los pasos.
En particular, para la generación de profesores a la que yo pertenezco, fue Luis Yamín quien nos mostró el camino para la autonomía académica, con la libertad y el sentido de trascendencia que se logran cuando el investigador es también gestor de los recursos que financian sus propios proyectos. ¡Cuán vigente permanece este mensaje para la academia colombiana! Sin excusas, sin matices y sin reclamos; Lucho no pedía presupuestos. Él los conseguía.
Adiós amigo y mentor mío. Tu legado vivirá por siempre en tu familia y entre aquellos afortunados que tuvimos el regalo divino de haberte conocido y disfrutado.