Opinión
La verdadera construcción de la paz
No se puede alcanzar la paz en el territorio cuando se maneja un discurso de odio que cada vez disocia más.
Quiero dedicar estas líneas para enviar un mensaje a todos los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Militares y de nuestra Policía Nacional, para que no desfallezcan frente a todo lo que están viviendo en estos momentos. Les aseguro que vendrán mejores épocas y todo volverá a la normalidad. Para todos ha sido muy difícil el “cambio”, que lo único que nos ha proporcionado son preocupaciones e incertidumbres con las que amanecemos y nos volvemos a dormir pensando solo en lo mal que vamos y contando los días que aún quedan de este nefasto mandato presidencial.
No hay día que no me encuentre con amigos, conocidos y personas con las cuales me saludo y que no esté presente la pregunta obligada: “¿General, y qué vamos a hacer?”. Y yo, siempre les digo: ¡seguir trabajando juiciosos!, que es lo que nos han enseñado desde pequeños.
Sé lo difícil que es, como militar y como policía, tener que experimentar todo lo que hasta la fecha han vivido todos y cada uno de ustedes, pero así mismo, me he tomado el trabajo de explicarles a los colombianos que nuestras fuerzas militares y de policía son instituciones muy fuertes, resistentes, sólidas y con una férrea voluntad de servicio a la patria. Que pueden estar tranquilos porque, frente a todo lo que pueda estar pasando, ellas jamás olvidarán lo que juraron defender y proteger.
La fuerza pública ha estado, está y seguirá estando al servicio de los colombianos y con esto quiero reiterar que —como he manifestado antes en mis columnas— el soldado, más que nadie, presta un servicio social para la paz, y este servicio social nos lo inculcan desde pequeños; cuando nos enseñan que todo nuestro entrenamiento, equipamiento y formación están dirigidos para mantener la paz, tranquilidad y seguridad de nuestra nación.
Siempre ha sido la fuerza pública la primera en atender el llamado de la comunidad ante las diferentes tragedias que ha vivido el país así lo vimos por ejemplo ante:
La pandemia por la covid-19 (2020), el huracán Iota (2020), la tragedia de Mocoa (2017), la temporada invernal (2010 y 2011), la pandemia de gripe A H1N1 (2009 y 2010), el terremoto del Eje Cafetero (1999), el vuelo 965 American Airlines (1995), la avalancha o terremoto de Páez (1994), la epidemia de cólera (1991-1993 y 1849-1850), el vuelo 501 SAM (1993), el 410 de Avianca (1988), el terremoto de Huila (1987), el deslizamiento de Villatina (1987), la tragedia de Armero (1985), el terremoto de Popayán (1983), la tragedia del Guavio (1983), la tragedia de las Corralejas de Sincelejo (1980), el terremoto de Tumaco (1979), la tragedia de El Playón (1979), la tragedia de Quebrada Blanca (1974), el derrumbe de Supía (1970), la explosión de Cali (1956), los terremotos de Túquerres (1936), la pandemia de gripe (1918), el terremoto de Tumaco (1906), el terremoto de Cúcuta (1875) y la epidemia de viruela (1558-1560).
Los soldados y policías de Colombia siempre han estado dispuestos a ofrecer su propia vida para proteger a los colombianos de las inclemencias de la naturaleza y de las tragedias causadas por la mano del hombre. Cuando Colombia clama por ayuda, la fuerza pública, de la mano de nuestra Defensa Civil, nuestro cuerpo de Bomberos y nuestros campesinos y voluntarios, con tezón, se ponen al servicio ante estos acontecimientos, que nos duelen a todos.
En su afán por reescribir la historia pretenden desconocer la importante labor que ha adelantado la fuerza pública en la construcción de la paz y del tejido social. Basta con recordar que desde hace aproximadamente veinte años se trabaja el concepto de acción social integral: mediante el cual la fuerza pública contribuye a la estabilización de la paz en el territorio, por medio de acciones tendientes a la reconstrucción del tejido social, como por ejemplo: apoyando el suministro de bienes primarios, la construcción de obras de infraestructura, apoyando los procesos de sustitución de cultivos ilícitos, llegando con brigadas de salud a los territorios más apartados y facilitando el transporte de personas ante las dificultades. La acción social integral ha incorporado en las fuerzas militares una función social que procura el bienestar de la comunidad y la búsqueda de soluciones para la comunidad.
Entonces, no traten de engañar al pueblo colombiano trayendo un decreto con una máscara de paz, sí, una paz total que aún no hemos visto por ninguna parte, con el cual pretenden hacer creer que solo a partir de ahora la fuerza pública va a servir al pueblo colombiano con un enfoque social. Aquí no tragamos gordo y mucho menos entero. Aquí se ve nuevamente la capacidad de destrucción con la que han venido gobernando el país. Pero jóvenes colombianos, hoy, desde mi retiro, les digo como soldado que no hay mejor servicio que aquel que se presta con vocación a su país. Hoy les pregunto también a todos los que tienen la gran responsabilidad de liderar el país: ¿quiénes fueron los custodios de la paz y prestaron ese servicio social en los anteriores diálogos de paz?
Nosotros… los soldados y policías.
La paz no se alcanza con decretos, sino con acciones. No se puede alcanzar la paz en el territorio cuando se maneja un discurso de odio que cada vez disocia más, cuando se da visos de legalidad a lo que en realidad es una forma de normalizar la delincuencia; mientras nuestros jóvenes estudiantes y trabajadores ven que se les paga a los criminales para que por lo menos no maten, en lugar de someterlos a la justicia; cuando se merma la moral de la fuerza pública, pero se fortalece otro tipo de estructuras, dándoles poder de control territorial; cuando en cada mensaje se establece una odiosa diferencia entre ricos y pobres, blancos, negros y hasta “café con leche”, como si todos en Colombia no fuéramos mestizos; cuando se denigra de la clase trabajadora por el simple hecho de pensar diferente, como si los únicos trabajadores con derechos fueran los afines al gobierno.
La oposición está hoy en riesgo, y no me refiero solo a los partidos políticos declarados en oposición, me refiero a todos los que de una u otra forma manifestamos nuestra inconformidad con la forma en que se está gobernando el país.
Que el presidente de la República llame “muñecas de la mafia” a las periodistas que valientemente denuncian la rampante corrupción que ha desbordado las instituciones, las desafortunadas medidas económicas adoptadas, la forma en que crece el desempleo y se desacelera el crecimiento; nos muestra el talante del gobernante y su necesidad de atacar a las personas ante la falta de argumentos válidos para defender sus posturas.
Ojalá el país tuviera más periodistas como esas valientes mujeres que se atreven día a día en los diferentes espacios de radio, televisión, medios escritos y virtuales a decir las verdades al país. Esas mujeres no han estado nunca “casadas” con un gobierno específico, llevan muchos años y muchos gobiernos contándole al país lo que está pasando, haciendo investigaciones que han servido para revelar entramados de corrupción; son mujeres serias, trabajadoras, admirables, dignas de respeto, admiración y merecedoras de nuestro cuidado.
Mis queridos amigos y compañeros de armas, la mejor manera de mostrarle al pueblo colombiano quiénes somos los militares y policías de esta gran nación es seguir cumpliendo la misión constitucional a nosotros asignada. La misión de la fuerza pública no tiene color político, no está dada en función de un gobierno específico. Que la fuerza pública siga contribuyendo de manera decidida a alcanzar la paz en el territorio no podrá quitarnos ese honor y alta dignidad.