Opinión
¿Estará cuerdo?
Hoy, más que nunca, es imperativo conocer el estado de salud de Petro.
De manera intempestiva, Petro revocó las autorizaciones previas para que aviones de Estados Unidos ingresaran a nuestro país para devolver los nacionales nuestros que ha decidido expulsar de su territorio.
Se desató así una crisis de enormes proporciones. La imposición de aranceles punitivos a las exportaciones colombianas, las cuales representan el 29 % de nuestras exportaciones, que no pagan ese impuesto en virtud del tratado de comercio vigente. Para agravar la situación, Petro ordenó imponer gravámenes a las importaciones provenientes de Estados Unidos. El golpe habría sido demoledor para las exportaciones de café, flores, banano y algunos productos manufacturados, y para los industriales colombianos que importan bienes de capital y materias primas de ese país. La industria avícola, que es tan importante en la provisión de alimentos, quedaría paralizada.
Se nos anunció, además, que vendrían otras retaliaciones. Entre ellas podrían incluirse, creo yo, restricciones a las remesas que compatriotas nuestros residentes en Estados Unidos mandan a sus familias. Igualmente, lo que sería gravísimo, el bloqueo de Colombia a los préstamos de la banca multilateral.
Las consecuencias para los colombianos, sin excepción alguna, habrían sido, demoledoras: caída del empleo, inflación, parálisis de la economía, agravamiento de la crisis fiscal, etc.
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Aplaudimos el diálogo eficiente de funcionarios de ambos países que evitaron la catástrofe. Sin embargo, debemos considerar la manera en que se gestó este riesgo supremo sobre la estabilidad de Colombia.
Petro comenzó a emitir sus órdenes a horas insólitas de la madrugada de un día festivo, desde un sitio desconocido y, hasta donde puede saberse, sin la participación de los funcionarios con los que es prudente tomar decisiones de esa magnitud. Cuando ya ellos habían resuelto el problema, se despachó con una larga carta dirigida al presidente de Estados Unidos; su texto es inadmisible por su carácter agresivo, impertinente e impropio de la investidura presidencial. Aunque la querella por los deportados se haya resuelto, el daño causado a las relaciones bilaterales es ya irreversible.
Importante hacer notar que las masivas deportaciones desde Estados Unidos, que vienen desde tiempo atrás, han suscitado protestas de países tales como México y Brasil, pero sin generar la aguda confrontación gestada por Petro.
Es ya claro que estamos ante un patrón de conducta irreversible: agresiones, insultos, posturas erráticas, desplantes, ausencias injustificadas. Ese es el presidente que tenemos y nada lo hará cambiar. ¿Nos cruzamos de brazos?
No. Es necesario movilizarnos para conjurar los riesgos enormes que para la estabilidad del país Petro significa. Sin embargo, como no podemos imitar al Gobierno actuando “a la topa tolondra”, es preciso definir el instrumento constitucional adecuado para remover al presidente en ejercicio.
El primero es el de la “indignidad por mala conducta”. Se entiende por tal la comisión de delitos, la violación de las normas del Código Disciplinario o la realización de actos contrarios a la moral social. No veo fácil, por razones que no cabe exponer en este momento, que se configure una causal nítida. Además, intentarlo requiere poner en marcha un proceso político que comienza en la Comisión de Acusación de la Cámara, continúa en la plenaria de esa corporación y finaliza en el Senado. No es factible recorrer este dilatado camino antes de que culmine el período presidencial.
El otro consiste en que el Senado declare la vacancia de la presidencia por “incapacidad física permanente” de su titular. Es decir, por la existencia de factores patológicos (nada que ver con conductas ilegales o socialmente reprochables), que impidan al presidente ejercer sus funciones, así ellos solo se materialicen en circunstancias especiales, cuya ocurrencia dispara la realización de conductas erráticas, impulsivas e irreflexivas, como las que pusieron a la Nación en vilo hace pocos días.
Con sólido respaldo científico, el profesor Moisés Wasserman nos ha hablado del trastorno de personalidad narcisista, “una condición mental en la que quienes la sufren, irrazonablemente, se creen superiores. Son egocéntricos y carecen de empatía por las demás personas, incluso por las muy cercanas. Los síntomas que presentan son entre otros: reaccionar con rabia a las críticas, exagerar sus logros y talentos, requerir atención y admiración constantes, menospreciar los sentimientos de los demás, tener un interés obsesivo en sí mismos, hacer que sus logros parezcan más grandes de lo que son, y despreciar a las personas que no consideran importantes. Suelen tener complicaciones como alcoholismo o consumo de drogas, ansiedad, trastornos de ánimo y problemas en las relaciones interpersonales”.
Con su agudeza y ecuanimidad habituales, nos informó igualmente sobre “El trastorno de personalidad paranoica… Una afección en la cual la persona tiene delirios de persecución o grandeza y un patrón de recelo y desconfianza con los demás. Con frecuencia sienten que están en peligro y buscan todo tipo de pruebas para confirmar sus sospechas. Entre sus síntomas están la construcción de teorías conspiratorias en su contra y la creencia en motivos ocultos tras el comportamiento de los demás. Todo eso conduce a hostilidad y aislamiento”.
Se percatarán ustedes de que estas conductas hipotéticas parecen encajar en el comportamiento de Petro, en especial en ciertos momentos de euforia, en ciertas ocasiones y cuando está solo o con sus ignotas amistades.
Todo esto es suficiente para que el Senado actúe en ejercicio de sus potestades. Debería ordenar: (i) que el presidente se someta a dictámenes psiquiátricos; (ii) que otros médicos emitan un dictamen sobre la amplia información disponible sobre su conducta personal; (iii) que uno y otros entrevisten a personas del entorno presidencial, tales como Laura Sarabia y Armando Benedetti. Abundan los indicios para creer que mucho saben sobre su condición psíquica, sea ella, o no, autoinducida (de otro modo, resultarían incomprensibles los privilegios que se les conceden).
Con estos elementos podría adoptar decisiones razonables en bien del país.
Briznas poéticas. Wisława Szymborska viene en nuestra ayuda: “Un milagro corriente: que se produzcan tantos milagros corrientes. / Un milagro ordinario: / el ladrido de los perros invisibles / en el silencio de la noche. / Un milagro del montón: / una nube menuda y ligera, capaz de tapar la luna llena y compacta”.