JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

Escopeta regadora

La carta de despido del ministro de Hacienda dice mucho de su autor. Y lo que dice, preocupa.

Jorge Humberto Botero
10 de diciembre de 2024

Con el mismo estupor que sintió el coronel Aureliano Buendía cuando su padre lo llevó a conocer el hielo, Ricardo Bonilla debió enterarse de su destitución fulminante y publica. Pensará que bastaba una mera insinuación privada para que él tomara la iniciativa de irse, luego de realizar, con calma y dignidad, el balance de una gestión realizada bajo difíciles circunstancias. Las buenas maneras y la gratitud han caído en desuso en esta época aciaga.

¿Qué pasó?, se preguntará. La respuesta es sencilla. Se le castiga por haber cumplido el deber de denunciar la posible comisión de delitos de personas muy cercanas a Petro. ¡Vaya escandaloso trastocamiento de la escala de valores: la fidelidad personal se coloca por encima de deberes que son tanto legales como morales!

En su brevísima carta de renuncia, Bonilla insinúa que fue víctima de acciones extorsivas por la Comisión Interparlamentaria de Crédito Público, un organismo que debe emitir opiniones previas sobre las operaciones de crédito externo de la nación. La posibilidad de demorar indefinidamente esos dictámenes les da a sus integrantes un poder enorme: canalizar inversiones hacia ciertas partes del territorio, justamente en donde ellos hacen proselitismo. Es frecuente, además, que obtengan provecho pecuniario por esa intermediación.

Es difícil que Bonilla, otros altos funcionarios y varios parlamentarios, que ya han sido vinculados por la Corte Suprema, salgan incólumes del proceso penal que recién comienza. La información divulgada muestra comprometedoras coincidencias entre las decisiones de esa comisión y operaciones claramente corruptas de la UNGRD.

En cualquier caso, hay que aprovechar el escándalo en el que estamos para abolir esa institución que es por completo redundante.

Existe la regla fiscal, un mecanismo idóneo para contener excesos en el endeudamiento público; el marco fiscal de mediano plazo, una herramienta que permite examinar con rigor la situación y perspectivas de la economía, y la comisión autónoma de la regla fiscal, que emite opiniones que derivan de un conocimiento riguroso.

Estos instrumentos e instituciones están al servicio de las comisiones económicas de Senado y Cámara, de las plenarias de ambas corporaciones, de la Contraloría General, y de los inversionistas y analistas de la deuda nacional. Carece por completo de sentido que un grupo de congresistas tenga que revisar las operaciones una a una. Bien haría Petro, para demostrar el compromiso con la pulcritud que proclama, que proponer la inmediata abolición de aquel funesto aquelarre.

Según el presidente, “pagó el ministro su ingenuidad, y olvidó un principio de la izquierda: la técnica no es neutra, siempre es política y depende de qué grupo social está en el poder. La técnica neutra, vuelta tecnocracia, solo es un engaño mental (sic), no es más que poder de los más ricos”. Por lo tanto, es mejor, desde la óptica petrista, tener funcionarios militantes de su causa, así sean ineptos, a que sean capaces, pero no afines a la revolución. Está claro, entonces, porqué se pierden las sedes de justas deportivas, el Presupuesto Nacional sobreestima los ingresos y no aparecen los recursos de Icetex.

El modelo de Estado que tiene en la cabeza es de naturaleza clientelar, primitivo y rudimentario, que los países modernos han superado. La reciente caída del primer ministro de Francia tiene consecuencias políticas, pero no perturba el funcionamiento de la administración, que es profesional y apolítica. El contraste con Cuba y Venezuela (y ahora con Colombia) es enorme.

Petro trajo a cuenta, en su reciente catarsis, la crisis de la deuda griega de 2015. Como sus comentarios al respecto son confusos, es interesante explicar lo relevante. Frente a una crisis en la balanza de pagos, el Gobierno griego rehusó adoptar las políticas de austeridad que en esos casos son necesarias y convocó al pueblo a un referendo popular para rechazar los ajustes. Recibió un amplio apoyo en las urnas. Como era previsible, la crisis se agudizó, pese a lo cual el mismo gobierno que lo había convocado negoció e implementó el programa de estabilización económica.

Lo que uno vislumbra leyendo a Petro es que el Gobierno griego de izquierda ha debido rechazar cualquier acuerdo y lanzarse al abismo de la recesión, la inflación y, como corolario inexorable, la pobreza. “El pueblo unido jamás será vencido”, era la receta. Por fortuna, la abandonó a despecho de Petro: en la actualidad, Grecia crece a una tasa mucho mayor que el resto de la Unión Europea…

La mención de este episodio, ya resuelto y para nosotros remoto, suscita este interrogante: ¿será que Petro está pensando en lanzar al país a una moratoria en sus pagos externos? Sus mensajes ambiguos —este y otros— le hacen un daño terrible al prestigio de la República en los mercados financieros.

Insiste en achacar a Duque un crecimiento de la deuda pública que considera ilegítimo, de donde cabría inferir que, como debió hacerlo —y no lo hizo el gobierno griego de Tsipras— no es necesario pagarla. Como estas falacias se convierten en verdades si nadie las replica, es menester recordar que año tras año la deuda del Gobierno crece porque pagamos parte del gasto público corriente con dinero prestado. Y que ese gobierno que tanto menosprecia tuvo que realizar un esfuerzo fiscal enorme para mitigar los efectos sociales de la pandemia. Es lo mismo que se hizo en muchas partes.

Termina Petro con una amenaza recurrente: “Usaré la Constitución si el Congreso se deja llevar de quienes extorsionan y buscan el golpe inconstitucional”, motivo por el cual “el pueblo debe prepararse”.

Su falta de comprensión de la Carta —o su afán por tergiversarla— es abismal. El Congreso lo puede destituir por “indignidad en el ejercicio del cargo”, o declarar la vacancia de la Presidencia “por incapacidad física permanente”. El Consejo Nacional Electoral puede imponerle sanciones pecuniarias. Lo dice la Constitución. El tal “golpe blando” es una tesis delirante. O producto de la mala fe.

Briznas poéticas. Molesto por una pobreza idiomática que aturde, cito, así sea en vano, a Miguel de Cervantes: “Procurar que, a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración (...) dando a entender vuestros conceptos sin intrincarlos y oscurecerlos”.

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