Fernando Ruiz Gómez  Columna Semana

Opinión

Es la salud pública

El foco del ministerio y del Gobierno nacional apunta en otra equivocada dirección.

Fernando Ruiz
25 de noviembre de 2024

Es preocupante ver actualmente a las asociaciones de salud pública y algunos centros de investigación profundamente perdidos o —cuando menos— “engolosinados” con la discusión de una reforma del sector que ya no tiene ni forma ni posibilidad de transformar nada sobre el caos al que fue inducido el sistema. Mientras esto sucede, la salud pública del país anda al garete, porque han sido dos años de total abandono. Es como si hubiese quedado una resaca del covid en la que para quienes hoy toman las decisiones, cualquier evento adicional no tuviese la mayor importancia.

Craso error, y lo vamos a pagar muy caro. Las enfermedades transmisibles, particularmente las enfermedades tropicales, se han incrementado de una manera inusitada y eso parece no importarle a nadie. Con muy contadas voces que, desde algunas universidades —irónicamente privadas— continúan alertando.

La situación de la fiebre amarilla es preocupante, porque en el pasado —durante años— no tuvimos casos reportados en Colombia. Pero en 2023 aparecieron tres casos aislados. En 2024 van 10 confirmados, 21 sospechosos en estudio, 5 muertes y una letalidad del 50 %. Hace dos semanas apareció un foco en el Tolima, luego otro en 12 municipios de Santander. Entretanto, la cobertura del esquema de vacunación se sitúa en el 61 %, muy por debajo de lo mínimo requerido del 75 %.

Pero ni hablar de la malaria. Según el Instituto Nacional de Salud, en lo corrido del año llevamos 113.974 casos, un incremento del 83 % frente a 2023. Del total de casos de malaria, más de la mitad (66.700) se han presentado en tres departamentos: Chocó, Antioquia y Córdoba. Un brote-foco concentrado que debería ser una prioridad nacional de salud pública.

Es significativo que el acceso al tratamiento representa el 94 %. Sin embargo, el diagnóstico oportuno de la enfermedad presenta fallos muy críticos. Solamente el 41 % de los casos de malaria se diagnostican oportunamente en el país. Por supuesto, si no hay diagnóstico oportuno, también se incrementa la densidad de pacientes susceptibles de traspasar la enfermedad a través del mosquito transmisor.

Ahora hablemos del dengue. En lo corrido del año, llevamos casi 301.422 colombianos que han padecido la enfermedad. La incidencia en lo corrido de 2024 es de 903,8 casos por cada 100.000 habitantes, casi el triple que la incidencia del mismo periodo de 2023. Valle del Cauca, Santander, Tolima y Huila acumulan más de la mitad de los casos notificados. Son dos focos, uno en el sur y otro en el oriente del país, que debería recibir toda la atención. Un total de 593 muertes han sido notificadas en lo corrido del año como consecuencia de esta patología.

También es preocupante la situación de la tuberculosis, porque cada año se reportan cerca de 20.000 nuevos casos y la tendencia no da muestras de reducirse. Pero el problema es aún mayor. La Asociación Colombiana de Infectología emitió un comunicado alertando sobre la grave situación de desabastecimiento de los medicamentos que el Ministerio de Salud y Protección Social debe proveer y no han llegado al país. El tratamiento es una combinación de cuatro medicamentos que no ha estado disponible para los pacientes desde septiembre, afectando de manera inmediata e incrementando el riesgo de transmisión, desde pacientes no adecuadamente tratados de acuerdo con el protocolo de manejo de la enfermedad expedido en 2020.

El escenario global de las enfermedades transmisibles es preocupante. En algún momento se llegó a pensar que el mundo iba a poder controlarlas y que los sistemas de salud deberían concentrarse en las enfermedades crónicas. Error garrafal: el covid-19 nos enseñó que nuevas enfermedades podrían resurgir —en cualquier momento— y generar nuevas pandemias. Enfermedades que llegan para quedarse y se transforman en verdaderos problemas endémicos.

No obstante, en Colombia pareciera que estamos escondiendo la cabeza —cual avestruz— con la salud pública del país. Atravesamos sucesivos brotes de viruela símica, sin aplicar ni una vacuna como parte de un plan estructurado. En el dengue, la malaria y la fiebre amarilla, pareciera que nos contentamos solamente con reportar y contar los casos que se presentan. Mientras tanto, por las ciudades y campos de Colombia, deambulan sin brújula alguna los famosos equipos extramurales que con tanta fanfarria se lanzaron en Aracataca en un pasado que parece ya remoto. Estos no están sirviendo para nada y están despilfarrando los recursos públicos en estrategias ineficaces que supuestamente nos iban a evitar tantas enfermedades.

Entretanto, mientras la salud pública del país está claramente desbordada con la fiebre amarilla, la malaria, el dengue y la tuberculosis, por citar algunos ejemplos que afectan a millones de colombianos, el foco del ministerio y del Gobierno nacional apunta en otra equivocada dirección.

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