OPINIÓN
Biden traiciona a cubanos y venezolanos
“Siento vergüenza ajena por el acuerdo de Biden y el Vaticano”.
Siquiera se va el presidente que indultó con descaro a su hijo corrupto y, visto el regalo a la tiranía cubana a cambio de migajas, habrá que alegrarse de que no venciera Kamala Harris. Con los demócratas en la Casa Blanca, no habría ni asomo de esperanza de tumbar las dictaduras de nuestra región.
No sé si el imprevisible, histriónico y bravucón de Trump, que ladra mucho y muerde poco, hará lo necesario para acabar con los sátrapas que aplastan las libertades de nuestros hermanos en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Pero, al menos, cuenta con un equipo de halcones en el Departamento de Estado que los repudian y llevan años luchando contra ellos.
Ahora deberán revertir las medidas de última hora del decrépito Biden, tarea que llevará un tiempo, para cumplirles a los votantes cubanos. Y para respetar a quienes, como José Daniel Ferrer, pagan con años de encarcelamiento la valentía de alzar la voz para denunciar el despotismo castrista.
“Siento vergüenza ajena por el acuerdo de Biden y el Vaticano”, le dijo Ferrer al diario español El Mundo, tras abandonar el penal donde fue torturado y permaneció encarcelado desde las protestas del 11 de julio de 2021.
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Ya había pasado ocho años tras las rejas en tiempos de Fidel, ese criminal tan adorado por la izquierda. Lo arrestaron durante la Primavera Negra, junto con 74 luchadores por la democracia, otro frustrado intento de respirar un soplo de libertad.
El jueves pasado le anunciaron que saldría de prisión, pero antes debía firmar un documento aceptando la libertad condicional decretada por el déspota Díaz-Canel. “No acepto esas condiciones, échenme 30 años de sanciones más, así es como trabaja la tiranía”, los espetó con el arrojo que lo caracteriza, puesto que supondría admitir que cometió un delito.
Tuvieron que conducirlo, contra su voluntad, hasta el portón de entrada. “Yo quise regresarme, pero me lo prohibieron. ¡Me botaron del penal!”, rememoró Ferrer, con un deje de sarcasmo.
En su día rechazó una deportación encubierta, para quitárselo de en medio, puesto que el castrismo teme su poder de atracción entre los jóvenes y su capacidad de unir a la oposición. Ahora lo condenan, como a otros opositores, a vivir sometido al escrutinio cotidiano de la policía política y los siniestros servicios de inteligencia. Será como cumplir una especie de isla asfixiante por cárcel.
Pero las focas habituales aplauden ese gesto innecesario e inoportuno, preciso cuando los agentes cubanos sostienen con sus métodos criminales al mafioso de Miraflores. Y lanzan sus dardos contra quienes defienden los bloqueos con la excusa de que no derrotaron al castrismo y son los culpables de la miseria cubana.
En su falseada narrativa omiten el papel que jugaron la Unión Soviética y la Venezuela chavista para mantener al castrismo en el sillón de mando.
Fidel fue el aliado consentido de los soviéticos, su receptor de bienes y servicios. En contrapartida, el castrismo los apoyaba en aventuras bélicas alrededor del mundo y ejecutaba la orden de infectar Latinoamérica de gangrena comunista.
No siempre triunfaron, pero consiguieron, por ejemplo, que un tipo machista, que abogaba por aniquilar homosexuales y abanderaba el disparo en la nuca a quien pensara diferente, se volviera ídolo planetario de la juventud que se cree progresista. El Che Guevara les sigue resultando útil para blanquear la crueldad del comunismo.
Tampoco los bloqueos son responsables de que millones de ciudadanos derribaran la cortina de hierro y el charlatán Castro no supiera cómo pasar de país mendigo a uno productivo. Fue su ineptitud la que produjo una aguda crisis económica de la que salieron en cuanto apareció el ricachón que se dedicaba a robar y despilfarrar las platas de sus compatriotas.
Hugo Chávez les entregó billones para mantener la dictadura a flote. A cambio, los cubanos organizaron la sanguinaria policía secreta y mandaron médicos para implantar la desastrosa política sanitaria que Petro está empecinado en copiar.
Mientras recibían petróleo gratis y ayudas para que la cúpula comunista viviera como capitalista, se disparaba el turismo en Varadero y otras partes de la “Perla del Caribe”. No sé de qué bloqueos hablan si la cadena Meliá, por ejemplo, abría hoteles de lujo a 300 dólares la habitación.Tan próspero era el sector turístico que antes de la pandemia recibían más de 4 millones de visitantes al año. El covid desplomó la cifra, como en el resto del mundo, y las medidas de Trump afectaron algo.
Lo que le dolió a Díaz-Canel y ahora recupera, gracias a Biden, es perder las vacunas que Gobierno y militares aplicaban a las remesas. Llegaron a suponer hasta el 75 por ciento de cada dólar que los cubanos recibían de sus familiares en el exterior.
Si Cuba no progresa, se debe a su política económica comunista, que solo produce miseria; a un régimen represivo que todo lo cercena, y a una clase dirigente mediocre y apolillada, afectada por una cleptomanía congénita. Lo demás es cuento chimbo.