NORTE DE SANTANDER

¿Por qué los mataron? SEMANA revela las macabras razones detrás del asesinato del funerario de Tibú, su esposa y su bebé de nueve meses

Todo apunta a dinámicas violentas que no se veían en el país en las últimas dos décadas. Ecos de una barbarie.

Redacción Nación
18 de enero de 2025
MASACRE
Miguel Ángel López y parte de su familia fue asesinada. | Foto: Facebook: Zuly Duran Pacheco

A Miguel Ángel López, el funerario de Tibú, Norte de Santander, la muerte lo perseguía desde hacía varios años, dicen habitantes de esa zona golpeada por una escalada violenta que tiene como protagonistas al ELN y a las disidencias del frente 33 de las Farc. Finalmente, lo alcanzó el pasado martes 14 de enero en la vía que conduce a Cúcuta, mientras iba en compañía de su esposa, Zulay Durán Pacheco, y sus dos hijos de 8 años y 9 meses de edad. Solo sobrevivió el mayor.

Una ráfaga de balas acabó con la vida de estas tres personas y desnudó ante el país la cruenta realidad que se está viviendo en esa región por estos días. Las primeras hipótesis apuntan a que fue el ELN el que disparó contra la familia; sin embargo, ese grupo dice que no fue, que quienes desenfundaron los fusiles están del lado de las disidencias. Mientras hay ese ‘peloteo’ de responsabilidades –y las autoridades adelantan las investigaciones–, hay una única verdad: a Miguel y a su familia los mataron por su ejercicio comercial y su activismo social en favor de la comunidad.

| Foto: Facebook: Zuly Durán Pacheco

De acuerdo con versiones recogidas por SEMANA en Tibú, la familia de funerarios era víctima de constantes amenazas por recoger, arreglar y darles cristiana sepultura a hombres y mujeres asesinados en el marco de esa guerra. “Aquí hay zonas en las que solo entran las funerarias a recoger los cuerpos, nadie más va, ni las autoridades. Entonces, como ellos tenían acceso a esos territorios, se ganaban enemigos de ambos bandos, porque aquí no se puede recoger ni a los muertos”, dice un habitante de la zona.

Miguel trataba, con su tono mediador y pausado, de explicarles a los violentos que su labor no tenía tintes políticos ni ideológicos y mucho menos de cercanía con actores armados. En varias ocasiones le creyeron, pero con la escalada violenta de fin y principio de año todo empeoró. Los hombres del ELN empezaron a perfilar a supuestos informantes de las disidencias y a marcarlos con lápidas en comunicados que entregaban a presidentes de juntas de acción comunal. Miguel apareció en el último.

“Yo creo que lo que él estaba buscando era sacar a su familia a Cúcuta para evitar que fueran a atentar contra ellos, pero desafortunadamente no lo logró: en plena vía los atacaron sin contemplación. Ni siquiera los pararon y miraron quiénes iban dentro del vehículo. Nada, salvajemente les dispararon”, agrega una fuente consultada por este medio.

Miguel y su familia eran reconocidos en Tibú por su labor social y su trabajo con víctimas del conflicto armado. Incluso, en algunos espacios su esposa fungía como vocera de la comunidad.
Miguel y su familia eran reconocidos en Tibú por su labor social y su trabajo con víctimas del conflicto armado. Incluso, en algunos espacios su esposa fungía como vocera de la comunidad. | Foto: Facebook: Miguel ángel López Rojas

Esa masacre generó una ola de rechazo y miedo en toda la región del Catatumbo. El comercio decidió cerrar sus puertas, la producción agrícola cesó actividades, el transporte intermunicipal canceló las rutas hacia Cúcuta y los profesores, en largas caravanas, abandonaron la zona y sus lugares de trabajo.

Todo parece indicar que hay al menos 100 personas de la comunidad perfiladas en esos comunicados de los grupos armados. “Ya con la muerte de Miguel y su familia, la gente está muy asustada, pues implica que las amenazas van en serio”, dijo un habitante del Catatumbo. Una de las imágenes más desgarradoras que deja esta oleada violenta es la presencia de terroristas del ELN en los cascos urbanos tocando las puertas para sacar a excombatientes de las Farc para asesinarlos. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, solo en las últimas horas van cinco asesinatos de firmantes del proceso de paz.

Además, según la defensora del Pueblo, Iris Marín, más de 30 personas han sido asesinadas, contando a Miguel y su familia. En Tibú y el Catatumbo no se salvan ni el funerario ni el sepulturero. “Él había sorteado la situación en muchas ocasiones, pero un día yo le dije que era mejor dejar esa actividad porque daba la sensación de que la muerte lo perseguía. Se rio y me contestó que, al contrario, él era el que perseguía a la muerte, pero siempre llegaba tarde”, cuenta uno de sus amigos.

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