POLÍTICA

“El ambiente político sí incide en la economía”: Rudolf Hommes

El exministro Rudolf Hommes apoya la tesis del gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, en el sentido de que la polarización afecta el crecimiento económico, asegura que Colombia no se puede comparar “con países que están en la olla” e invita al Gobierno a superar el debate sobre la JEP.

12 de junio de 2019
Rudolf Hommes, exministro de hacienda

SEMANA: Como exministro de Hacienda, ¿Cómo ha visto la política económica de este Gobierno?

Rudolf Hommes: Para serle sincero yo no estoy tan seguro de cuál es la política económica pero percibo que el énfasis es fiscal. Eso está bien y es necesario pero no es suficiente. En temas estructurales no hemos aprendido de los errores del pasado. No tenemos un sector de obras públicas que funcione ni un sector productivo que funcione. Nos hemos limitado a la industria de la minería y los hidrocarburos. La política de economía naranja es importante pero aquí lo que hay es un problema de productividad y eso no lo estamos registrando. Debemos apostarle al crecimiento por esa vía pero en este país hay muchas trabas para hacer empresa. Da la impresión de que el Estado, en lugar de promover a el crecimiento, está dedicado a obstaculizarlo.

SEMANA: ¿Cuál sería el camino para dejar de depender del petróleo y de la minería?

R.H.: El tema del petróleo y la minería per sé no está mal. Lo que no hemos tenido es una política para que eso no haga daño. Como nos hemos puesto en la posición en la que dependemos económicamente de eso, ahora se está hablando del fracking. Ese tema debe mirarse con cuidado por el impacto en el medioambiente. Creo que el país debe pensar en un camino distinto. Precisamente por no haber sabido manejar la bonanza en el pasado es que estamos donde estamos y al parecer vamos a repetir el error. Una salida fácil y lógica sería pensar en fortalecer el sector agropecuario. Tenemos un cantidad de tierra sin utilizar, gente que quiere trabajarla, y una abundancia de recursos naturales.

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SEMANA: ¿En el lío entre el ministro Carrasquilla y Juan José Echavarría quién tiene la razón? ¿Sí tiene la polarización política un impacto en la economía?

R.H.: Los dos y ninguno de los dos. Si uno ve el crecimiento de 2.8, Carrasquilla podría decir que estamos creciendo por encima de América Latina. Pero ese es justamente el error. No podemos compararnos con países que están en la olla porque seguiremos en la olla. Tenemos que separarnos. Ahora, en lo que sí estoy de acuerdo con Juan José es en que el ambiente político sí tiene una incidencia directa en la economía. Si la misión del Gobierno es acabar con la JEP, eso para la economía no tiene ningún beneficio y en cambio sí hace un daño profundo. El país tiene muchos problemas reales de los que hay que ocuparse. Por ejemplo el tema de la conectividad entre las regiones. Cuando yo era ministro estaba dando los mismos debates que se dan hoy sobre carreteras que aún no se han construido.

Si la misión del gobierno es acabar con la JEP, eso para la economía no tiene ningún beneficio y en cambio si hace un daño profundo.

SEMANA: ¿Cómo ve la percepción del empresariado frente a este Gobierno?

R.H.: Yo creo que es importante rodear al Gobierno pero para hacer algo. Hoy los empresarios lo rodean pero ni el gobierno ni los empresarios saben para qué. Están perdiendo todos el tiempo. Yo nunca he visto tanto apoyo de ese gremio a un presidente como ahora pero tampoco hay resultados.

 

SEMANA: ¿No hay entre los empresarios una preocupación por el ambiente de incertidumbre institucional?

R.H.: No, no, no. Ellos están todos preocupados porque a Santrich no lo han extraditado. Es increíble cómo la maquinaria de manipulación de la opinión pública ha logrado volver bobo a todo el mundo. Es decir, preocúpense por lo que no tiene importancia y olvídense de lo que sí la tiene.

 

SEMANA: ¿Cuál es su visión de la política de paz del Gobierno?

R.H.: Por un lado el doctor Archila, que es serio y estoy convencido de que está tratando de hacer algo, dice que no nos hemos fijado en lo que el Gobierno está haciendo por la implementación y eso probablemente es cierto. El problema es que todo el discurso del Gobierno va en la dirección opuesta y eso así no puede sobrevivir.

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SEMANA: ¿Pero ahí que prevalece? ¿La retórica o la acción?

R.H.: Yo creo que la JEP es absolutamente indispensable para la paz y que el Gobierno sabe que es indispensable. Pero veo que están buscando acabarla por todos los medios posibles. El resultado de eso no podría ser otro a que se acabe con la paz.

 

SEMANA: Usted cree que esa intención de acabar con la JEP es más una pretensión del presidente o del Centro Democrático?

R.H.: Yo no sé Duque como persona cómo pensará. Tiendo a creer que él y su partido piensan lo mismo, pero tienen estilos distintos. Él es un poco más conciliador pero ahora está posando de vengador y eso no le queda bien a un presidente. Sin embargo, hay que decir que no solo el jefe de Estado quiere acabar con el proceso de paz sino también una buena parte de los colombianos. Eso es muy difícil de entender.

Yo no sé Duque como persona cómo pensará. Pero tiendo a creer que él y su partido piensan lo mismo pero tienen estilos distintos.

SEMANA: Usted ha sido un defensor absoluto de la JEP. ¿Por qué considera que la existencia de ese tribunal es tan importante?

R.H.: Porque sin la JEP no había acuerdo. Así de sencillo. A esa jurisdicción le han dado mucho palo por ejemplo con el tema de Santrich. Pero yo creo que los magistrados actuaron con sabiduría y evitaron un linchamiento. Aquí existe un debido proceso y yo confío en que la decisión que se tome será ajustada a las leyes. La JEP es un modelo que ha sido elogiado en todo el mundo y es lo que va a permitir que los colombianos conozcan la verdad y puedan perdonar. La cruzada contra la JEP no es otra cosa que la materialización del miedo que ciertos sectores le tienen a la verdad. Fíjese que cuando el general Rito Alejo del Río se sometió a la jurisdicción y se vio que iba a hablar mal de los presidentes ahí se recrudeció la ofensiva.

 

SEMANA: ¿Cuál ha sido su papel en el grupo Defendamos La Paz?

R.H.: Yo he estado ahí más como un participante raso. Pero sí considero que se está gestando un ejercicio de pluralismo muy interesante en donde personas de orillas ideológicas totalmente opuestas se han unido en torno a un mismo propósito: la defensa de la paz. Les he insistido en que es clave que a la cosa se le meta política porque la paz es un asunto de política. Pero las fuerzas ahí son tan diversas que no es claro que eso vaya a ser posible.

 

SEMANA: ¿Hasta ahora qué opinión le merece el manejo que le ha dado Duque a las relaciones internacionales?

R.H.: Yo creo que se están arruinando las relaciones internacionales. Después de haber sido el patito feo, el país se había convertido en un cisne y la comunidad internacional estaba enamorada de Colombia. El mundo estaba cautivado con el proceso de paz y miles de turistas querían venirse para acá. Pero ahora estamos viendo un gobierno que quiere acabar con todas las instituciones que de ahí nacieron y con el proceso de paz mismo. Lo que veo es que ya afuera no nos quieren. Se desenamoraron de nosotros. Eso podría tener también consecuencias económicas serias porque cuando nos vuelvan a ver como un Estado fallido se irá la inversión extranjera. Ya no solamente nos ven como una país violento sino que están empezando a vernos como un país irracional…

Yo creo que se están arruinando las relaciones internacionales. Después de haber sido el patito feo, el país se había convertido en un cisne y la comunidad internacional estaba enamorada de Colombia.

 

SEMANA: Usted no parece estar muy contento con el Gobierno. ¿Qué mensaje le manda el presidente ?

R.H.: Hay tantas cosas que podría hacer en el campo de la economía y el desarrollo que si pudiera salir de la discusión de si Santrich se va o no extraditado, o de acabar con la JEP, el país avanzaría muchísimo. El presidente tiene mucha gente que lo rodea pero él debe darles un propósito y un sentido para ese apoyo. Duque debe buscar puntos de consenso y de encuentro que unan al país. Por ejemplo, el desarrollo del campo.