NACIÓN
Así alertó Rodríguez Orejuela la masacre de la Catedral por la que se fugó Pablo Escobar
Una llamada del jefe del Cartel de Cali al fundador de SEMANA reveló que dentro de esa prisión se había llevado a cabo una carnicería, en un ajuste de cuentas del Patrón a los hermanos Moncada y Galeano.
La fuga de Pablo Escobar de la Catedral fue uno de los mayores escándalos de los años noventa. El capo se había construido a sí mismo una prisión desde la cual seguía impartiendo su terror y manejando el negocio de las drogas. La historia de cómo el llamado patrón del mal terminó acorralado y fugado de la prisión tiene muchos detalles (hasta ahora desconocidos).
Uno de estos tiene que ver con una llamada que hizo Gilberto Rodríguez Orejuela a Felipe López, el fundador y propietario de SEMANA para ese entonces. El jefe del cartel de Cali le preguntó si él sabía quiénes eran Gerardo Moncada y Fernando Galeano. López respondió negativamente: “Pues le cuento que son los narcotraficantes más pesados de Colombia, quienes manejan el Cartel de Medellín desde afuera, mientras que Pablo Escobar lo maneja desde La Catedral”, y agregó que el jefe del Cartel de Medellín los acababa de ejecutar dentro de la cárcel y al día siguiente a sus escoltas y familiares en la ciudad.
La conversación terminó cuando Rodríguez Orejuela dijo: “Le suelto esa chiva”. López, incrédulo, llamó a los periodistas Mauricio Vargas y Fernando Álvarez para contarles la conversación. Vargas opinó que si Rodríguez Orejuela llamaba para echarle la culpa a Pablo Escobar, podía ser que los hubiera matado el propio Cartel de Cali. Decidieron enviar a Medellín a Álvarez a averiguar sobre el asunto. Al poco tiempo de su llegada dijo que efectivamente en el bajo mundo se confirmaba con horror la desaparición de los hermanos Moncada y Galeano, que eran las manos derechas de Pablo Escobar en el negocio del narcotráfico.
Gerardo Moncada, alias El Quico, y su hermano William; Fernando Galeano, alias El Negro, y su hermano Mario, y cinco personas más, entre las que se incluyen sus contadores particulares, desaparecieron de un momento a otro y nadie sabía nada de sus paraderos.
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Las primeras versiones que rodaron por la capital antioqueña iban dirigidas a que se trataba de un secuestro efectuado por la Coordinadora Guerrillera. Pero pocos las creyeron, porque para los paisas, la guerrilla urbana se encontraban en vía de extinción en Medellín.
Otra hipótesis involucraba a las milicias populares o a la delincuencia común. Pero nadie la aceptaba, porque según las versiones populares, ´El Quico´ Moncada y ´El Negro´ Galeano eran probablemente los hombres mejor custodiados de Medellín. Y su secuestro tenía que ser obra de alguien tan poderoso o más que los actuales jefes del cartel. Al final esa era la realidad: detrás de todo estaba Pablo Escobar.
La historia era la siguiente. Galeano y Moncada, quienes le giraban 500.000 dólares mensuales a Escobar, le acababan de hacer un pago de 50.000 con el argumento de que el negocio estaba difícil. En ese mismo momento, uno de los hombres del patrón, apodado el Titi, había encontrado una caleta con 23 millones de dólares en la casa de Moncada. Cuando le informaron a Escobar, se dio cuenta de que le estaban tendiendo una trampa. En ese momento, le dijo al Titi y a otros de sus sicarios, “ustedes cojan los 23 millones y matan a esa gente o les doy cinco, yo cojo 18 y me encargo de ese asunto”. Sus lugartenientes prefirieron quedarse con los cinco y delegarle al patrón el trabajo.
Escobar los citó a la Catedral. Allá dio la orden de ejecutarlos y después quemaron los cadáveres durante toda una noche para que no quedara rastro.
SEMANA decidió publicar un artículo sobre el tema, que leyó el fiscal Gustavo de Greiff, quien ya tenía información preliminar sobre el mismo asunto. Al confirmarse los hechos, De Greiff le dijo al presidente Gaviria que se tenía que cambiar de cárcel a Pablo Escobar porque el escándalo era insostenible. Tan pronto se intentó ese cambio de centro de reclusión, Escobar se escapó.