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En video: ¿Por qué exhumar a Francisco Franco?
El Tribunal Supremo español emitirá su fallo sobre el litigio entre el gobierno y los descendientes del dictador. Sus familiares condenan el deseo de profanar el cuerpo de un hombre "al que la historia le dará un lugar privilegiado”.
La audiencia para anunciar la decisión se fijó para las diez de la mañana, determinó el Tribunal español, la más alta instancia judicial del país. Este tribunal paralizó cautelarmente en junio la exhumación del dictador, enterrado en un monumental mausoleo en las afueras de Madrid, para estudiar a fondo un recurso judicial presentado por su familia.
La suspensión llegó días antes de la fecha fijada por el gobierno de Pedro Sánchez (PSOE) para trasladar los restos del dictador al discreto cementerio del Pardo, al norte de Madrid, donde ya descansa su esposa.
El caudillo Francisco Franco ordenó construir el Valle de los Caídos en 1940. Allá los muertos del bando militar sublevado recibieron el tratamiento de “mártires”.
Desde su llegada al poder en junio de 2018, Sánchez había hecho de esta exhumación una de sus medidas estrella, aunque la guerra judicial iniciada por la familia de Franco ha retrasado el proyecto previsto inicialmente para el verano boreal de 2018.
El general fue uno de los militares insurrectos que se levantaron contra la Segunda República española, provocando la Guerra Civil tras la que dirigió el país con mano de hierro durante 36 años.
A su muerte, en noviembre de 1975, fue enterrado en el "Valle de los Caídos", una colosal basílica horadada en una montaña de la sierra del Guadarrama y coronada por una cruz de 150 metros de altura.
Él mismo ordenó su construcción en la que participaron forzados miles de prisioneros políticos, entre 1940 y 1950.
En su interior se encuentran los restos de 27.000 combatientes del bando insurrecto, pero también de 10.000 soldados "republicanos" sacados de cementerios y fosas comunes sin el conocimiento de sus familias. La basílica suele acoger homenajes de nostálgicos de la dictadura y, la tumba de Franco, justo enfrente al altar, está siempre cubierta de flores frescas.
El 1 de abril de 1939 terminó la guerra civil española y dejó heridas que el país todavía intenta cerrar ocho décadas después. El conflicto culminó con la victoria del ejército liderado por el general Francisco Franco, quien con el apoyo de las falanges nacionalistas se sublevó y derrotó a los defensores de la Segunda República, entre los que se contaban anarquistas, comunistas, demócratas y libertarios. Al final habían muerto más de medio millón de personas y 114.000 habían desaparecido. Esta cifra muestra que España, aún hoy, sigue sin resolver las preguntas y traumas que produjo una de las guerras más cruentas del siglo XX.
Tanto es así que el gobierno del socialista Pedro Sánchez emprendió un plan nacional de memoria histórica en el que insta a los españoles a recordar su pasado y “recriminar la barbarie del golpe de Estado”. Parte de ese plan consiste en sacar los cuerpos sin identificación de las fosas comunes.
Por supuesto, las críticas no se hicieron esperar. Los descendientes de Franco, que ahora dirigen la fundación de ese nombre, con el apoyo de los clérigos benedictinos que administran el monumento, entablaron un juicio contra el Estado que terminará a mitad de año. En su demanda condenan el deseo de profanar el cuerpo de “un expresidente al que la historia le dará un lugar privilegiado”.
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No obstante, académicos como el historiador y diplomático español Ángel Viñas afirmaron en varios medios de comunicación que están de acuerdo con el líder de Gobierno, ya que “sacar a Franco del Valle de los Caídos supone romper con un pasado que todavía no ha sanado por el olvido deliberado y cínico del Estado. Los dolores que levanta la discusión sobre el dictador reflejan cómo nuestra sociedad y nuestra política no han pasado la página, así sean 80 años desde la guerra”.
En cambio, para el profesor de Derecho Constitucional José Manuel Vera, de la Universidad Rey Juan Carlos, el duelo nacional sí debe tener un límite. El renacer de Franco es “un intento maniqueo del presidente de turno para, ante la crisis, jugar con la opinión pública. El franquismo influye lógicamente en los idearios de los partidos actuales, pero –para algunos– se ha vuelto muy útil resucitarlo con el fin de excitar enfrentamientos civiles irracionales. Franco se murió hace 44 años, así algunos lo reclamen con nostalgia”, le dijo a SEMANA.
Para el docente Vera, el fantasma del franquismo no se proyecta solo en los partidos de extrema derecha como Vox, o de derecha como el Partido Popular (PP), pues también afecta a los demás: desde la izquierda de Podemos hasta el socialismo del PSOE. Según Vera, todos se benefician de ese legado para construir intríngulis políticos y lanzar similitudes que “no existen”.
En medio de todo, el solo hecho de que la guerra civil aún despierte pasiones, 80 años después, indica que España todavía tiene mucho por hacer para que desaparezcan esos fantasmas del pasado que siguen atormentándola.
* Con información de AFP.