Opinión

La vacuna

Si hemos logrado hacer esto, concebir y poner en acción una respuesta del Estado colombiano a esta plaga casi bíblica que nos ha sobrevenido, vamos a ser capaces de derrotar cualquier signo ominoso. Vamos a ser capaces, como colombianos, de enfrentar los monumentales problemas que tenemos.

Gonzalo Mallarino*
9 de junio de 2021
Gonzalo Mallarino, escritor.
Gonzalo Mallarino, escritor. | Foto: Esteban Vea La-Rotta

A mi esposa y a mí, a mis hermanos, a mis amigos cercanos, a todos, ya nos pusieron la vacuna. Yo, en lo personal, tenía mucho miedo. Ahora es menos posible que me muera de covid-19. No sé exactamente en qué medida es menos posible, creo que nadie lo sabe todavía con precisión, pero es un hecho que estoy más protegido. El Estado colombiano me ha protegido. Y no pagué nada.

Es la primera vez en mi vida que me pasa algo como esto. Que el Gobierno de mi país me ayude solo por ser colombiano. El Estado nunca me ha dañado, nunca me ha perseguido o maltratado. Nunca. Eso sí es claro. Yo no he vivido jamás en una dictadura, no he sido discriminado, no he sido alejado de mi casa, no he sido víctima de ninguna clase de violencia que proviniera del Estado. He corrido con esa suerte. He tenido esas prerrogativas. Eso es así.

Estoy agradecido por haber recibido la vacuna. Sé que estoy hablando desde un ámbito personal, solamente. Pero hay millones de colombianos que a lo mejor pueden decir lo mismo que yo. Que el Estado colombiano los ha protegido de ese angustioso desenlace, de ese terrible miedo que da morirse de una enfermedad como esta. Por eso estoy agradecido. Y además, porque hay otros millones de colombianos que siguen en peligro de contagiarse. Que están esperando su turno, que están cansados haciendo fila o aguardando una llamada, que tienen que salir hoy a la calle. Hasta que logremos llegar a las suficientes vacunas para que como nación, estemos todos protegidos.

Si se piensa en los billones de pesos que está costando y costará el plan nacional de inmunización, y en el hecho de que esta calamidad no la produjo Colombia, por descuido o por negligencia, o por azar y mala suerte, si pensamos en eso es tanto más admirable lo que está haciendo nuestro país. Que no es un país rico. Que no tenía esos ahorros. Y que tiene tantas y tantas necesidades y dolores.

Mientras estaba ahí sentado, en el Compensar de la 94, en un salón luminoso y agradable, siendo guiado y atendido por enfermeras y doctoras amables, cálidas, humanas, me sentía bien. Pensaba para mis adentros, ¡ay, qué alivio que me vayan a ayudar! ¡Qué alivio que me vayan a vacunar!

Y pensaba en el ministro Ruiz, que se ha molido tanto en esto, y le daba las gracias en silencio. Y pensaba en la alcaldesa de Bogotá, que se ha fajado para conseguir las vacunas y organizar las jornadas de vacunación, y le daba las gracias en silencio.

Y pensaba que si hemos logrado hacer esto, concebir y poner en acción una respuesta del Estado colombiano a esta plaga casi bíblica que nos ha sobrevenido, vamos a ser capaces de derrotar cualquier signo ominoso, cualquier encrucijada de espinas y pantanos. Vamos a ser capaces, como colombianos, de enfrentar los monumentales problemas que tenemos.

Si logramos vacunar a todos los colombianos, habremos logrado una hazaña. Y siempre piensen que nosotros no desencadenamos esto. No tenemos ninguna culpa. Nos llegó a la cara, un lunes, un martes… Y que esta vez nuestra madre, esta Colombia de lágrimas y besos ardientes, nos ha protegido con sus brazos.

*Escritor.