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Sobre migración y mestizaje en el FICCI 59

Este año, el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICCI) presenta una sección curada, internacional, sobre migración y mestizaje, y dos muestras nuevas de cine negro y cine indígena en Colombia. Las preguntas que rodean esos fenómenos no se limitan a esas muestras: atraviesan varias categorías y se manifiestan como preocupaciones de cineastas de culturas diferentes.

Manuel Kalmanovitz G.*
25 de febrero de 2019
Del relato de comunidades del Cauca surgió esta figura, el diablo, que simboliza al hombre blanco. Toma forma de terrateniente, carabinero o mayordomo, siempre a caballo y con espuelas, justo como llegaron los conquistadores a América. La imagen es la interpretación que Marta Rodríguez y Jorge Silva le dieron a ese mito indígena en el documental 'Nuestra voz de tierra, memoria y futuro' (1982).

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Varios autores han escrito sobre las ventajas del mestizaje y otros asuntos relacionados, como el cosmopolitismo y la interconexión de culturas. Por ejemplo, el novelista y ensayista Pico Iyer, inglés de familia india y afincado en Japón, contempla en su libro The Global Soul (2001) la posibilidad de que los aeropuertos, con sus tiendas genéricas, su movimiento constante y todas esas personas en tránsito, sean “modelos de nuestro futuro”.

O está el filósofo Kwame Anthony Appiah, inglés de familia ghanesa y afincado en Nueva York, que en su libro Cosmopolitanism (2006) insiste en las similitudes entre humanos de distintas procedencias y en la importancia de pensar moralmente lo que implica un mundo interconectado.

Menos anecdótico que Iyer, Appiah es consciente de que los encuentros entre culturas tienen implicaciones más allá de lo que un viajero puede comprar en un aeropuerto o en un supermercado. “Muchas intervenciones bien intencionadas en el pasado han debilitado viejas formas de vida sin reemplazarlas por nada mejor”, escribe en un capítulo.

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Esta visión del contacto entre culturas como algo no siempre ventajoso o positivo está presente en varias de las películas del 59 FICCI, y repasarlas permite ver que estas predicciones de un futuro aeroportuario resultan bastante peores que un sueño iluso: son toda una fantasía indolente.

En contraste con la ilusión de un diálogo de culturas benéfico para todos, está la experiencia de los pueblos originarios de América que encontraron en su contacto con los europeos una pérdida que todavía, siglos después, sigue reverberando.

Eso se hace visible en películas como la ficción peruana Mataindios, de Óscar Sánchez Saldaña y Robert Julca Motta, incluida en la sección “Ficciones de allá” del festival, que sigue el antes y el después de una celebración de las fiestas en honor del apóstol Santiago, el santo patrón de un poblado de la sierra andina.

Es una película con un aire mítico, tanto por la lentitud general como por los colores desaturados, que deja ver el efecto de una violencia de origen incierto (¿la colonización española? ¿Sendero Luminoso? ¿el ejército en su ofensiva antisubversiva?) en sus personajes. “Casi me desaparecen. Me dijeron que tejer es malo”, dice uno de los pobladores que le está haciendo un manto al santo. “Seguro patroncito me ha salvado para tejer su capa”.

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Hay algo agridulce acá, en la acogida del santo como patrón y como posible fuente de alivio en contraste con la figura del santo mismo –“símbolo de la lucha cristiana”, como dice un sacerdote–, que aparece a caballo en el acto de matar a algún infiel que bien podría ser alguno de los parroquianos.

Para’i, de Vinicius Toro, incluida en la “Muestra Brasil”, no busca señalar ninguna ironía histórica y enfrenta este choque de culturas de una manera más realista y cálida. La figura central es una niña guaraní que encuentra unas semillas de maíz de colores que quiere sembrar. Lo que logra la película, a través de esa búsqueda, es ver la complejidad e importancia del diálogo generacional entre los niños, quienes buscan reencontrarse con una forma de vida y unos conocimientos que sus padres se vieron obligados a abandonar y que sus abuelos aún preservan.

Otros títulos cercanos al tema, como los documentales Sacachún (en “Documentes algo que declarar”), sobre la polémica respecto a una estatua ecuatoriana de gran arraigo popular trasladada por la iglesia, e Eastern Memories (en “Migración y mestizaje”), sobre las exploraciones de un lingüista finlandés en Mongolia a finales del siglo xix, también dejan ver una posición crítica, un énfasis en la pérdida y una nostalgia profunda por unos modos de vida que, en el contacto con otras culturas, desaparecieron sin remedio.

Pero al cine lo mueve el drama. Por eso, aunque todas estas películas dan una idea pesimista de esas dinámicas, puede despistar el hecho de asumir este diagnóstico como definitivo.

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*Crítico de cine, profesor, editor de la revista Matera. Miembro del comité curatorial del FICCI 59