Coronación rey Carlos
Camila Parker ya es reina de Inglaterra: estos son los dolores, las traiciones y el camino de espinas que vivió para ponerse la corona
La mujer llega al trono británico con 75 años y el lastre, aún latente, de ocupar el lugar que le correspondería a Lady Di. Luces y sombras de la nueva reina consorte.
Durante las últimas dos décadas, Camila Parker Bowles ha gastado millones de libras esterlinas en publicistas y asesores de mercadeo para mejorar su imagen personal a través de campañas cuidadosamente planeadas. También se dio a la tarea de acercarse a los periodistas y medios del Reino Unido más influyentes a fin de lograr titulares más benévolos. Pero hoy, convertida al fin en reina consorte, sigue sin lograr su más obsesivo propósito: que el pueblo británico deje de verla como la villana del matrimonio entre el ahora rey Carlos III y su primera esposa, la idolatrada Diana de Gales.
En su empeño por meterse en el corazón de los británicos, ha recurrido, incluso, a la magia de las cirugías estéticas para intentar contrarrestar una de las críticas más feroces que ha recibido desde sus días de amoríos furtivos con el entonces príncipe de Gales: su falta de gracia física.
Ni siquiera el matrimonio, 17 años atrás, con el rey logró legitimar décadas enteras de un romance clandestino, que, sin embargo, era un secreto a voces en todo Reino Unido. Por eso, Camila ha tenido que hacer un esfuerzo monumental para ganarse no solo a la fallecida Isabel II, sino –más importante aún– a los británicos, encandilados para siempre por la personalidad dócil, dulce, generosa y refinada de Lady Di.
Una sombra que la persigue hasta hoy, a sus 75 años. De hecho, por ley, Camila Parker debió haber fungido como princesa de Gales, pero desde el palacio de Buckingham se consensuó que, a cambio, se la llamaría duquesa de Cornualles con tratamiento de alteza real por respeto a la memoria de Diana.
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Y Camila ha sabido sortear esa falta de popularidad, que hasta se refleja en números: solo un 2 por ciento de los británicos apoyan su nuevo rol de reina, como lo reveló una encuesta reciente del diario Mirror. Ese lugar, cree la mayoría, lo debió ocupar Lady Di, quien murió trágicamente hace ya 26 años.
“Mi bisabuela fue amante de su tatarabuelo”
“Busca siempre, permanece atento, di poco, haz más y cumple con tu trabajo” es una de las máximas de la reina consorte. Por eso, se ha empeñado en mostrarse como una respetable y discreta esposa que no descuida su rol de madre y de abuela de cinco nietos: Lola, Freddy, Eliza, Gus y Louis, más los otros cinco por parte de Carlos.
Nacida en Londres, en el hospital King’s College, el 17 de julio de 1947, su familia ha sido miembro de la llamada pequeña nobleza inglesa. Es hija del comandante Bruce Shand, un oficial del Ejército británico, que trabajó como comerciante de vino, y de Rosalind Cubitt, hija mayor del III barón Ashcombe.
Gracias a ese ambiente, Camila podía moverse en los escenarios del poder y la realeza. Así conocería, en un partido de polo de 1971, al hijo mayor de la reina, el indiscutible amor de su vida. Ella tenía entonces 23 años. Carlos era un año menor.
El día que se cruzaron por primera vez fue Camila quien rompió el hielo: “¿Sabía que mi bisabuela fue amante de su tatarabuelo?”.
En aquel momento, era aún Camila Shand y su pregunta hacía referencia a la aventura que sostuvieron el rey Eduardo VII y su bisabuela Alice Keppel. No sospechaba que aquella frase se convertiría en casi una premonición de lo que sería en adelante su vertiginosa historia de amor.
Pero Camila Parker no encajaba en el ideal de futura reina que el palacio de Buckingham anhelaba para el príncipe, pues la familia real británica practica una norma que establece que el heredero al trono debe casarse con una mujer virgen.
Entonces, condenado a no poder hacer su vida con Camila –madura, liberada y con varios novios en su pasado–, Carlos quiso poner tierra de por medio y alejarse unos meses, pensando que esto ayudaría a la pareja, pero sucedió todo lo contrario.
Mientras él se marchó con la Royal Navy en 1973, Camila se casó con Andrew Parker Bowles en julio de ese mismo año. Aquello dejó destrozado al príncipe Carlos, que pensaba que lo suyo sería para siempre.
Acosado por la monarquía, que buscaba afanosamente que desposara a una futura reina, el heredero apostó por una joven inocente y bella, que parecía sacada de un cuento de hadas: Diana Frances Spencer.
La pareja se casó en 1981. Ya para entonces Camila tenía dos hijos: Thomas Henry Charles ‘Tom’ Parker Bowles, hoy de 46 años, ahijado del príncipe Carlos; y Laura Rose Lopes-Parker Bowles, de 43.
Pero detrás de la fachada de esos matrimonios, el amor entre Carlos y Camila nunca se apagó. La ahora reina fue una de las ilustres invitadas que acudieron al enlace del príncipe de Gales con la aristócrata Lady Diana, hija del conde de Spencer.
Y Carlos, además, se encargó de involucrarla en muchos otros momentos importantes de su vida, siempre bajo un romance camuflado de amistad. Es que eran perfectos, decían sus más allegados amigos. El uno para el otro: tenían el mismo sentido del humor y compartían aficiones como la equitación, el polo, la pintura, la jardinería.
Todo parecía estar a favor de esta relación. Todo menos la Corona, claro.
Y así estaban las cosas, como un secreto a voces, hasta que estalló el llamado “tampongate”. La dicha de Carlos y Camila era la infelicidad de Diana, pero estaban enamorados y cada vez lo disimulaban menos.
Lady Di intentó llevar los deslices de su marido con la mayor discreción posible, incluso, cuando ya el divorcio parecía inminente. Pero en 1992 se filtraron unas conversaciones grabadas entre Carlos y su amante, en las que el hoy rey le confesaba que deseaba reencarnarse en un tampón para poder vivir dentro de ella.
Aquello supuso un antes y un después. Y la infidelidad acabaría por confirmarse en una entrevista en la que el príncipe Carlos se sinceró en televisión. Una entrevista que no solo le sentó mal a Diana, que pocos días después apareció con el ya conocido ‘vestido de la venganza’, reivindicando su lugar, sino también en la casa real inglesa, que no aprobó el comentario de Carlos en horario prime.
En 1993, Carlos y Diana de Gales se separarían. Camila haría lo propio en 1995. Un año después, también se disolvería de forma oficial la unión entre los príncipes de Gales. Y el heredero al trono no tardó en retomar su relación con Camila, con quien se dejó ver cada vez más en actos públicos. Y así fue hasta que la trágica muerte de Lady Di en París, en 1997, volvió, de alguna manera, a ensombrecer esta historia de Carlos y Camila, pues todo el país se sumió en un duelo colectivo.
Así las cosas, la devoción por la princesa muerta contrastaba con la animadversión que generaba la actual reina.
Años más tarde, y aunque parecía imposible, la pareja logró sellar su amor, luego de tres décadas de romance y críticas, en una ceremonia oficiada en abril de 2005.“No fue fácil. Fui escrutada durante tanto tiempo que tuve que encontrar una manera de vivir con ello. Nadie disfruta sentirse observado y criticado”, confesó Camila al periodista Giles Hattersley de la edición británica de la revista Vogue. “Pero creo que, al final, logré superarlo y salir adelante. Debes seguir viviendo tu vida”.