CULTURA

La lucha de Sol por sus derechos sexuales y reproductivos

El escritor Ricardo Silva cuenta la historia de Sol, quien vivió una experiencia traumática con la interrupción voluntaria de su embarazo.

26 de noviembre de 2018
Este relato pue publicado en el proyecto artístico transmedia 'Mujeres Imparables', lanzado por La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres'. | Foto: Ladelrio

Soy hija única. Nací en Calarcá hace 28 años, pero estoy viviendo en Tuluá con mi marido y mi niño. Trabajo en un restaurante desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde. Veo crecer a mi hijo desde que llego a la casa. Estudio pedagogía infantil en modalidad a distancia. Desde hace varios años la Fiscalía me tiene atrapada en un proceso desesperante por culpa de una enfermera que contó que me había atendido en urgencias por un legrado mal hecho. Fue así: me apliqué el Cytotec, me tomé unas pastas que no me hicieron ningún efecto, acudí a un doctor recomendado que me hizo –sin anestesia ni compasión– un aborto mal hecho, tuve que contarle a mi mamá para que me llevara de afán a un hospital porque sentía que iba a morirme con esos restos adentro, y fue allá donde apareció la Fiscalía a meterme más miedo. Unos meses después me llegó una notificación: “Preséntese con su abogado”. Y, gracias a una carta que me ayudó a escribir un amigo, conseguí que me aplazaran el caso por un tiempo.

Fue un alivio, de verdad, porque llevaba meses y meses pensando que me había tirado la vida. Acababa de terminar el bachillerato, vivía y siempre había vivido con mi mamá en casa de mi abuela. Y, como la vida es irónica y la idea era estudiar, conseguir un empleo serio, mudarnos por fin y tener un día un hijo que pudiera mantener con una pareja que sí me apoyara, apenas quedé embarazada tuve que tomar la decisión de abortar. Mi primo me ayudó: me lo costeó todo.

La verdad es que si hubiera seguido el procedimiento legal, a través del sistema de salud, si hubiera tenido respaldo y hubiera entendido mejor lo que estaba haciendo en ese momento, no habría estado a punto de morirme, ni habría sentido ese dolor tan horrible, ni me habría quedado llena de temor viendo fantasmas y pensando: “Ay, pude haber tenido otra vida”.

Pero, bueno, ahora la tengo. Ya no soy la persona que veía pasar los días como sin darles importancia, me casé, ya tengo mi hijo para seguir adelante, ya soy tecnóloga en Gestión de Mercado y estudié cuatro semestres de la licenciatura en español y literatura y cinco de pedagogía infantil. Si mi caso en la Fiscalía no siguiera abierto y aplazado y enredado, a pesar de que tendrían que haberlo cerrado porque ya han pasado los años que tenían que pasar y estos años los he vivido yendo y viniendo de allá, creo que ya estaría en paz. Es que, aun cuando las profesionales de La Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres me han estado acompañando desde hace varios años, no deja de ser incómodo para mi mamá, para mi esposo, para la gente del restaurante, para mí.

Soy fuerte e imparable y sé que tengo mi futuro más allá de esta sombra que no se va, pero me doy cuenta de que necesito que se acabe este proceso sin fin para que el aborto sea mi pasado.

Me llamo Sol: me parece bueno que la gente lo sepa.

* Publicado en el compendio digital ‘Mujeres Imparables’, un proyecto de la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres.