CRÓNICA

Con conexiones de agua y alcantarillado muchas familias mejoran su calidad de vida

Las condiciones de muchos colombianos son tan difíciles que ni siquiera cuentan con un inodoro en casa. Un programa del Ministerio de Vivienda trabaja por revertir esa situación. Le contamos de qué se trata.

Paul Brito*
30 de julio de 2018
Desde el 2012 se realizaron 34.349 conexiones de acueducto y alcantarillado en 42 municipios del país. | Foto: Cortesía Ministerio de Vivienda

A Lida Gámez los paramilitares le mataron a su padre, al padre de su primer hijo y a su suegro. Y luego desaparecieron los cadáveres en un pantano que llamaban La Poza. Le quedó una casa familiar en el barrio El Pradito de Aracataca, donde alguna vez su papá administró una tienda. Hoy no hay rastro de la tienda y ella sostiene sola a tres de sus hijos con lo poco que gana de modista. Con esas adversidades y limitaciones económicas no había podido implementar un baño moderno en su hogar. Usaban una antigua fosa séptica y una alberca donde acumulaban el agua, que a duras penas llegaba cada dos o tres días.

Ser beneficiaria del Programa de Conexiones Intradomiciliarias del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio de Colombia ha imprimido un cambio muy positivo en su vida y la de sus hijas. Nimia, de 16 años, Yacira, de 10, y Sofía, de 8, ahora disfrutan de mejores condiciones sanitarias: están más protegidas de la transmisión de enfermedades diarreicas y ya no tienen que convivir con los olores de la fosa séptica ni con la presencia de roedores que el pozo atraía. Ahora gozan de más privacidad y seguridad a la hora del baño, ya Lida no tiene que acompañarlas para cuidar que algún vecino se asome por el patio para verlas y acosarlas.

Lida es una de las 152.477 personas de escasos recursos beneficiadas por las 34.349 conexiones intradomicilarias realizadas en el mismo número de domicilios en 42 municipios de Colombia. Antes ninguno de esos hogares contaban con acueducto ni alcantarillado adecuados y hoy gozan de agua potable y saneamiento básico, suministrados por este gobierno.

La inversión, con recursos provenientes del Presupuesto General de la Nación, asciende a 174.000 millones de pesos. También es una forma de dar cumplimiento al sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible, que busca para el año 2030 “el acceso equitativo a los servicios de saneamiento e higiene adecuados para todos y poner fin a la defecación al aire libre, enfatizando en las necesidades de las mujeres, las niñas y las personas en situaciones de vulnerabilidad”.

Los trabajos incluyen, dependiendo de las necesidades de cada hogar, la instalación de hasta cinco aparatos hidrosanitarios, como inodoro, ducha, lavamanos, lavaplatos y lavadero. Una inversión de la que hoy también disfruta la familia de Joana Reales y José Ochoa, en el barrio 20 de Julio, en Aracataca. Su situación era más dramática que la de Lida. No tenían una fuente de ingreso fija y tienen cuatro hijos pequeños entre 5 y 12 años. Tampoco tenían una casa propiamente dicha. Eran un par de cuartos, un pequeño espacio cubierto a medias por láminas de zinc y no tenían grifo ni desagüe.

En un tanque recogían agua que les daban vecinos o familiares para cocinar con leña y lavarse. Lo más difícil era cuando llegaban las ganas de ir al baño. Debían caminar hasta un cultivo de palmas cercano y orinar en medio del monte, entre ortigas, mosquitos, culebras y bueyes. Allí mismo, en una acequia que suele estar limpia en verano, se bañaban.

Les pregunto cómo hacían si sentían el apremio de las tripas en mitad de la noche y me dicen que ya tenían acostumbrado al organismo. “Lo peor era cuando llovía”, recuerda José, un hombre joven, delgado y fibroso, que trabaja en construcción cada vez que lo llaman. Acceder al monte en medio de la lluvia era más incómodo: el fango y los mosquitos lo complicaban todo, en especial cuando se trataba de las niñas, de 4, 5 y 10 años. “En una ocasión, mientras acompañaba a la menor, las otras dos me comenzaron a llamar porque casi pisan una serpiente”.

Hoy todo es diferente. Tienen un baño con sanitario, ducha y lavamanos. Además de lavadero y lavaplatos. Una necesidad que lograron resolver al ser beneficiarios del programa de Conexiones Intradomiciliarias del Ministerio de Vivienda, que comenzó en 2012.

Las nuevas instalaciones sanitarias les generan a José y Joana la sensación de que viven por fin en una casa propiamente dicha y no en un refugio provisional. Los ha llenado de optimismo y les ha dado el impulso que necesitaban para seguir luchando y sacar a sus hijos adelante.

Al igual que ellos, 93 familias vecinas del barrio 20 de Julio se vieron beneficiadas por estas adecuaciones sanitarias. Como no todas estaban en las mismas condiciones, algunas personas como Rosario Rúa prefirieron ceder el turno a otros más necesitados. Ella al menos cuenta con una fosa séptica, pero José y Joana, por ejemplo, no tenían nada. Quienes viven al lado del cultivo de palmas hicieron los mismo: cederle la oportunidad a otras familias a las que les quedaba el monte más lejos.

Un día después de mi primera visita, regresé a donde José, Joana y sus hijos y me encontré a las niñas tomando bienestarina en una olla. Joana buscaba una sopa en una casa cercana para el almuerzo. Habían cambiado de sitio las cosas del cuarto principal, quizá porque sabían que ese día íbamos a tomar fotos. José y las niñas se deshacían de los objetos que ya no les eran útiles. Todos almorzamos sancocho. Esa infinita generosidad de dar sin tener es admirable.

Programas como este que abogan por una vida más digna ayudan a multiplicar esa generosidad, esa bondad inagotable, esa decencia infinita, tan presentes en el Macondo de Cien años de soledad, pero también en la Aracataca de carne y hueso.

*Periodista.