LITERATURA

Piedad Bonnett, Alberto Salcedo Ramos y Melba Escobar hablan sobre la biblioteca de la Cárcel Distrital de Bogotá

Los tres escritores fueron invitados a la Biblioteca Pública de la Cárcel Distrital. Allí conversaron con los internos, respondieron preguntas y conocieron un espacio “sin rastro de sordidez o de caos”. Aquí compartimos sus experiencias.

15 de julio de 2019
La Biblioteca de la Cárcel Distrital es parte de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de la ciudad; es el espacio número 24. | Foto: Camilo Pachón

En la Cárcel Distrital, en medio de paredes de ladrillo y más allá de los barrotes, hay un espacio con anaqueles blancos que sostienen libros, libros y más libros.

Es la biblioteca de la cárcel en donde, más que una prisión, hay una zona libre. Y desde que se inauguró, hace menos de cinco meses, gracias al esfuerzo de la Alcaldía de Bogotá, a través de una alianza entre las Secretarías de Seguridad y de Cultura, más de 30 escritores, periodistas, cineastas, columnistas e investigadores han visitado el lugar para hablar con los lectores y compartir anécdotas.

Tres de ellos reescribieron esos encuentros:

Piedad Bonnett -Aire de dignidad

Aunque me habían advertido que la Cárcel Distrital era sui géneris, cuando acepté visitarla lo hice con una mezcla de curiosidad y aprehensión. Me parecía imposible que en el país existiera una cárcel que escapara a las condiciones de hacinamiento, inhumanidad y corrupción que conocemos por las denuncias que hacen los medios. Por eso me pareció asombroso lo que encontré.

A pesar de lo opresivo de los espacios –largos corredores sin ventanas y rejas que se abren y se vuelven a cerrar a nuestras espaldas– la limpieza es total, sin rastro de sordidez o de caos. En esa edificación se respira un aire de dignidad: los presos llevan uniformes de color naranja, cómodos y aseados, y en ciertas ocasiones las actividades son mixtas, pues hay un anexo para mujeres. Las directivas han creado distintos talleres para desarrollar sus habilidades, y existe una biblioteca de más de 7.000 volúmenes debidamente clasificados por los mismos reclusos, que han sido capacitados por Biblored. Una bibliotecaria y promotora de lectura orientan a los usuarios, y se realizan distintas actividades y charlas con escritores que entran en diálogo con su público y ponen a bullir ideas. Tengo entendido que los libros circulan fuera de la biblioteca y acompañan a los reclusos en sus cuartos y hasta en sus lugares de castigo. Es posible que no todo sea tan perfecto como se ve, pero es evidente que en la Cárcel Distrital –que no depende del Inpec– se respeta al recluso y se cree en su posibilidad de redención.

Melba Escobar - Escape de la realidad

La Distrital es, sin duda, una cárcel muy diferente a todas las demás. Es limpia y organizada. Cuenta con una biblioteca que siempre está muy activa, pues se ve la circulación de los libros, que son bastante leídos y comentados, actividad que enriquecen con la visita de escritores. Yo fui una de las invitadas. Fue algo que llamó mucho mi atención, porque este tipo de cosas dinamizan el espacio y les permite a los internos no sentirse completamente recluidos.

Los libros son una manera de escaparse de la realidad. De ahí la importancia de que las prisiones cuenten con espacios para la lectura.

Durante mi visita hubo un intercambio muy rico de ideas porque los asistentes eran personas muy receptivas que expresaron su interés por muchos temas. Hablaron de su vida, de su idea de país y de la situación que vivían en ese momento. Noté que hubo una preparación de parte de ellos para el conversatorio, pues habían leído algunas de mis columnas de opinión, lo cual fue muy positivo para la actividad porque tenían preguntas al respecto. Hubo, además, temas que se prestaron para el debate. Tuvimos, por ejemplo, una conversación alrededor de la justicia y la equidad de género.

Esta visita dejó para mi vida varias reflexiones, principalmente sobre esas ideas preconcebidas sobre cómo es un recluso y una cárcel. Se me generó un respeto por la labor que hacen en este sitio, y por ellos, por la dignidad humana. Son personas que no han dejado de serlo por el hecho de estar recluidas y en esa medida se comportan con altura y eso me parece una gran lección.

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Alberto Salcedo Ramos - La otra visión

Emily Dickinson decía que no hay alfombra voladora que llegue más lejos que un libro, y eso es justo lo que pasa en la Cárcel Distrital, gracias a la promoción de la lectura que allí se hace.

Participé en un conversatorio que fue bastante grato. La charla comenzó con la excusa de hablar de algunas de mis crónicas, como la de La eterna parranda de Diomedes Díaz, entre otras. Me hicieron preguntas sobre el desarrollo de la historia, sobre mi vida y sobre el país que allí se narraba. En realidad fueron bastante receptivos y expresaron una curiosidad que me dejó sorprendido.

Algunos lloraron cuando leían: les surgieron preguntas sobre la condición humana, la fragilidad de la vida y la importancia de la familia. Estaban también de muy buen humor y hasta me escribieron cartas, lo que me hizo pensar que no han perdido su capacidad de conmoverse.

Ahora, teniendo en cuenta que están privados de la libertad, me parece bonito que los libros les den la oportunidad de viajar por órbitas diferentes, y aunque no veo la experiencia mesiánicamente, es decir, que no pienso que los libros solucionen todos los problemas, sí estoy seguro de que son una herramienta positiva porque permiten utilizar el tiempo de otro modo y tener otra visión de la realidad.