Entrevista

“Sin nuestras raíces no somos nada”

Hablamos con el artista Juan Francisco Cantillo Castillo, quien se llevó el Gran premio del V Salón BAT de arte popular por una pieza tallada en madera que busca transmitir el silencio y la preocupación de una familia que regresa a su hogar después de una inundación.

Christopher Tibble
15 de diciembre de 2016
Juan Francisco Cantillo Castillo y la obra ganadora, 'Camino'.

Juan Francisco Cantillo Castillo no quería participar en el V Salón BAT de arte popular. Profesor de arte en Barranquilla, sentía que sus calificaciones quizás excedían a las de otros participantes. Un representante del BAT, sin embargo, lo instó a replantear su postura con un argumento que resultó efectivo: él mismo, sin maestro alguno, había aprendido a tallar madera. Su arte no era producto de la academia, sino el resultado directo de las tardes que pasó de niño entre los troncos que arrastraba el río Magdalena por Sabanagrande, Atlántico, donde nació. Así que Cantillo se inscribió y, para su sorpresa, ganó el Gran premio entre 1.667 propuestas. El galardón, así como una suma de 16 millones de pesos, se le entregó el miércoles 14 de diciembre en el Centro Cultural Gabriel García Márquez, en Bogotá, donde estarán exhibidas las mejores 138 obras de esta edición del BAT hasta el 19 de febrero del próximo año. Hablamos con él sobre su obra Camino, una escultura de madera que representa a tres personas en un canoa regresando a su hogar inundado en una tragedia invernal.

¿Por qué una canoa?

Uno aprende que lo que quiere decirle a la gente no está afuera de uno sino adentro. Hay que recurrir a los elementos que nos formaron durante la infancia, y esto me formó a mí: yo crecí en el río, veía como el río botaba y botaba maderas y nadie hacía nada con ellas, aparte de cogerlas para quemar ladrillos o hacer fogones. Entonces empecé a trabajarlas.

¿Cómo empezó?

Yo los llamaba huesos rotos porque me imaginaba el árbol cayendo sobre el río Magdalena, tumbado por la corriente. El cedro iba deshojándose a medida que pasaba el tiempo y cuando llegaba a Barranquilla, o a las playas, ya estaba sin hojas y curado, porque es una madera muy noble. Entonces comencé a hacer souvenirs, cosas para que la gente se llevara al exterior. Las llamaba cosas de ciudad, fragmentos de Barranquilla, y así poco a poco fui adquiriendo destreza manual.

Me imagino que tuvo algún maestro…

En el año 2000 me dediqué a ir a cuanto taller había. Ya no estaba en el sector laboral normal así que iba a participar en los talleres o hablaba con alguien. Pero en cuanto a la madera no tuve ningún maestro. Sí en cuanto a la forma, en cuanto al canon de la figura humana. Necesitaba aprender cómo hacer para darle fuerza al músculo, tuve que aprender anatomía. Ahora un jurado me dijo que veía lo que yo había hecho: muy pocas veces alguien le dice a uno que está viendo el silencio y la preocupación en la cara de las figuras. La mayoría de la gente le dice a uno, ‘está bonita’, y se va. No reconoce lo que tú quieres mostrar.

¿Y por qué quería mostrar preocupación y silencio?

Porque resulta que las personas que aparecen en la canoa nacieron de una inundación en el sur del departamento, donde entrevistaron a una señora por televisión y ella dijo que cuando vino la inundación, el agua le llegaba a las rodillas. Cogió una canoa y se fue con todo: el televisor, las camas. Luego, a la semana, volvió a ver cómo estaba la zona y ya no se veía la casa. Entonces en ese momento me imaginé qué sentía esa señora después de haber sacado todo y volver para ver que ya ni siquiera tenía casa.

¿Cuándo elaboró esta obra?

Esta obra la terminé en 2015. Me demoré 3 años haciéndola. No la hice continua, fue sin prisa, para lograr cada detalle, los dedos, el pantalón de jean de uno de los señores, para el que necesité una lima especial.

¿Qué fue lo más difícil?

Lo más difícil es evitar que se parta. Fue contra lo que más peleé. No la podía tener forrada, porque alguien la podía golpear en la casa. No tengo un taller tan adecuado. Ponía música y me pasaba todo el día lijando porque traté que entre la obra y el público no hubiera ninguna interferencia, sólo la propia madera. La mayoría de mis obras, sin embargo, no son de esa envergadura. Ahora seguro me veré obligado a hacer más. Ahora estoy haciendo obras un poco más pequeñas, con menos tiempo de trabajo, pues me he dado cuenta de que para mostrar algo no necesito hacer todo esto, porque hay otras herramientas. En esta me demoré demasiado, pasé noches enteras trabajándola.

De todas formas el reconocimiento llegó…

¡Claro! Eso fue lo que sentí cuando me llamaron para darme el premio. Me recordó a todas las noches que pasé en vela. Sentía que se me iba a salir el corazón del cuerpo. Se me llenaron los ojos de lágrimas.

¿Cómo llegó al BAT?

Nunca me había inscrito en el salón BAT pero por alguna razón me llamaron y me preguntaron si me quería inscribir para esta edición. Yo les dije que yo no estaba para eso, que era un profesor de arte pero me insistieron, me preguntaron que quién me había enseñado a trabajar con la madera, y les respondí que yo mismo. Así que me dijeron, ‘¡pues por eso, inscríbase!‘ (risas). Entonces me inscribí.

¿Qué significa para usted el término ‘arte popular’?

El arte popular es ese que trata de mostrar nuestras manifestaciones artísticas, que son básicas y esenciales, que no están llenas de paradigmas o de cuestiones extranjeras. Se trata de las obras que muestran la esencia del pueblo. Desafortunadamente, hay personas que no aprecian lo que ellos mismos hacen. Están haciendo cosas hermosas, pero por alguna razón lo desconocen.

¿Hay suficiente reconocimiento para el arte popular en Colombia?

No lo hay porque hay tanto que las iniciativas no dan abasto. El BAT, me parece, está haciendo bien la tarea. Pero necesita más apoyo para tratar de tener más presencia en todo el territorio. Mira que participamos 1.667 artistas y hay miles de artistas en Colombia. Hacen falta más salones y más campañas.

¿Por qué es importante reconocer el arte popular?

Porque son nuestras raíces. Sin eso no tenemos nada. El arte popular es la raíz del arte en Colombia. Si tú presentas una obra artística sin raíces, está sin las bases. Todos tenemos un proceso, y puede que en unos años yo cambie algunas cosas, pero mi raíz nunca la voy a cambiar. La formación artística está en la etapa del niño y los profesores tienen que dejar a los niños explorar. Hablo de la libertad que tuve de niño para jugar con el barro, meterme en el agua, recoger los troncos y empezar a experimentar con ellos.