Ciudad Perdida, Magdalena.

El turismo comunitario devolvió la paz en Ciudad Perdida

La pieza arqueológica emblemática del continente, Buritaca 200, cuenta con ríos cristalinos, más de quinientas especies por explorar y varias aves endémicas, es la prueba de que es posible empezar de nuevo en una región que durante años fue azotada por la guerra

20 de julio de 2019
Las construcciones y acomodamientos en rocas asociados a grandes alturas son la principal razón para considerar a Ciudad Perdida el 'Machu Pichu' colombiano. | Foto: Corpoteyuna.

Aupada en la cresta del Cerro Correa, al norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, el parque Arqueológico de Teyuna, también conocido como Ciudad Perdida, fue la cúspide del poder político para los tairona y el hogar de 1.800 personas. En 150 hectáreas de caminos empedrados, muros intercomunicados y rocas sedimentarias que se levantan entre los 900 y 1.300 metros sobre el nivel del mar, esta ciudadela de fábula erigida en el siglo VIII, tan antigua como Machu Pichu pero con menos visitas, guarda entre sus ruinas una gran historia de fundación y la esperanza de 3.678 familias indígenas y campesinas que viven del turismo comunitario.

Seis décadas atrás, Magdalena se destacaba por su poca población hasta que el impacto del turismo y el narcotráfico de los años 70 arribó a la región. El primero permitió la apertura vacacional desde el rodadero hasta el ancón de Cinto y el parque Tayrona. El narcotráfico, por su parte, estimuló la colonización del norte de la Sierra, en los ríos Guachaca, Buritaca, Don Diego y Palomino. Por los mismos años, las fuentes naturales eran el blanco de los 'guaqueros' o saqueadores de tumbas indígenas que recorrían grandes caminos en busca de objetos precolombinos para venta ilícita.

 

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Con cascadas que brotan de las montañas, llenas de brisa fresca, Corpoteyuna se ve como una ciudad de piedra en medio de la selva.  © CORPOTEYUNA



 

El hallazgo

Al conocer que Teyuna albergaba oro y cuarzos, los saqueadores empezaron una travesía de doce días hasta el corazón mismo del yacimiento arqueológico que más tarde se conocería como Ciudad Perdida: la misma zona que los españoles no lograron colonizar y que fue abandonada por los tairona hace más de 400 años a causa del clima y los filos de la sierra. Su saqueo  fue criminal, rompieron tumbas, cerámicas y otros lugares sagrados para extraer las joyas.

“Que el sitio fuera identificado primero por guaqueros es desafortunado porque representa un saqueo del patrimonio arqueológico”, contó Fernando Montejo, Coordinador del Grupo de Patrimonio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh). “El Icanh supo de la existencia del sitio un año después por un enfrentamiento entre ellos, se encargó de su protección y dio apertura al público en el 81”.

Así empezó la expedición encabezada por Gilberto Cadavid y Luisa Fernanda Herrera, arqueólogos del Instituto, quienes en seguimiento de los estudios a la Sierra, naufragaron por la zona boscosa y húmeda del Magdalena identificando 199 piezas arqueológicas. Al llegar a la cuenca alta del río Buritaca descubrieron el parque, y  de acuerdo al número de sus invenciones lo bautizaron como Buritaca 200. La noticia la llevaron hasta Bogotá para que el expresidente Alfonso  Michelsen aprobará su recuperación.

                                                                                                                     

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  |  ©CORPOTEYUNA


 

Terror en el Magdalena

A pesar de los intentos por preservarlo, el lugar fue atacado por el narcotráfico. El terror de los 80 afectó drásticamente las piezas arqueológicas. El auge del conflicto, el tráfico de drogas, el contrabando y la poca presencia del Estado  permitieron que la guerra entrará en la región. El grupo paramilitar Frente Resistencia Tayrona con base en el Mamey se ubicó en la cuenca del río Buritaca y reclutó a más de 1.200 hombres. 

Yenny Aguirre, representante del gremio de restaurantes que hacen turismo comunitario en Ciudad Perdida recuerda cómo hace 30 años su tierra era una zona de cultivos ilícitos infestados de coca. "Todo el mundo trabajaba en la droga, hasta laboratorios había. Esta zona era liderada por paramilitares. Aquí no entraba el gobierno, siempre estuvo ausente - siguió Yenni-. Los paramilitares no eran malos con nosotros, al contrario, sentimos un respaldo. Eran muy dados a la comunidad pero cuando se desmovilizaron hubo una erradicación masiva y la gente tuvo que mirar otra fuente de empleo, porque con los cultivos ya no se podía". 

La erradicación de la que Aguirre habla ocurrió en 2001, cuando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), el grupo que más víctimas le ha dejado al país, se enfrentó al frente en cabeza de Hernán Giraldo. Este conflicto generó el desplazamiento de 9 mil personas de 39 veredas y dio lugar a la desmovilización del grupo armado en 2006, con el saldo de 8 mil víctimas directas, 1.000 indirectas y 274 muertes violentas según cifras de la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur). Su retiro dio inicio a la paz en el Magdalena.

 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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  |  ©CORPOTEYUNA

Ciudad Perdida renace

La erradicación de cultivos ilícitos y la salida de los paramilitares despertaron la esperanza en los pobladores. Ariel Gallego, ex combatiente, encontró en el turismo una oportunidad para renacer, dejar las armas y resarcirse con su pueblo.

Él y otros 56 combatientes  pertenecen hoy a Corpoteyuna. La organización creada por Fernando Salas, que desde 2003 permitió a víctimas y excombatientes trabajar conjuntamente. Históricamente la paz en la sierra estaba surgiendo y Ciudad perdida era pionera de ello.

Luz Zenith Cañas Ibarra, actual directora de la organización,trae a su memoria el momento en que su territorio empezó a cambiar y el turismo le devolvía la tranquilidad a su comunidad. “La gente buscó otra forma de ganarse la vida y el turismo fue la mejor opción. Con la implementación de los acuerdos, el gobierno desarrolló el programa de ‘Turismo, paz y convivencia’, para vincular los actores del posconflicto en el turismo y así reintegrarlos a la vida civil. Así nos convertimos en el puente entre gobierno y comunidad”, agregó.

 


«El turismo surge como una oportunidad de negocio. Ya era fuente de trabajo pero nadie lo veía como prioridad hasta que los paramilitares se fueron reinsertando. Hoy, son ellos quienes llevan el turismo hacia Ciudad Perdida. Para nosotros como campesinos es todo. Yo pienso que mientras uno tenga sustento no va a tener la necesidad de estar metido en otras cosas.  Aquí somos una familia y cada uno se respeta su lugar». 

 

Yenni Aguilera, representantes del gremio de restaurantes.

 

 

 

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Los excombatientes que le apostaron a la paz hoy en día son guias capacitados del turismo comunitario, de la asociación Asoguiciper. © CORPOTEYUNA.


Según datos de la Agencia colombiana para la reintegración (ACR), en el Magdalena existen 2.074 desmovilizados desde 2001 hasta 2019. Ciudad Perdida es una familia que trabaja por potenciar el parque arqueológico, cuidarlo y preservarlo. En ella no hay discriminación. Indígenas, campesinos, instituciones de orden nacional y miembros Lgbti juntos hoy hacen turismo comunitario. Guiados por Asojuntar, el corredor turistico del parque, compuesto por las siete veredas, destinan un aporte a la comunidad campesina por cada tour realizado.

Hoy Ciudad Perdida es el epicentro del turismo para los extranjeros que pagan entre 1.100.000 mil pesos por un paquete que incluye trekking, conexión ambiental, guía, transporte, alimentación, seguro médico, hospedaje, traductor,  y senderismo por la figura del nativo ecológico de la Sierra Nevada. Cien turistas ingresan diariamente al parque para iniciar el recorrido de cuatro días de conexión natural e historica guiada por excombatientes reinsertados, quienes a través del relato reviven la historia de una pieza arqueológica que los salvó de la guerra.

Camino teyuna desarrolla un turismo responsable, libre de explotación sexual. Ha concientizado la población en el código de infancia, en fortalecer las políticas públicas y en incluir a todos. El territorio de posconflicto que reúne a víctimas, victimarios, campesinos e indígenas, es un ejemplo de que sí es posible renacer despúes del conflicto.