Salud Hernández

Opinión

Petro pudo ser y ya no hay esperanza

Si Petro pretende erigirse en el gran abanderado de las víctimas de guerras y dictaduras, no puede hacer de la incoherencia y la solidaridad selectiva su ley de vida.

Salud Hernández-Mora.
19 de julio de 2025

Perdió la oportunidad de liderar causas vitales que muchos compartimos, así nos separe un abismo ideológico. Es el único mandatario que puso el medioambiente en el eje de su gobierno en un planeta amenazado por el cambio climático y en un país donde la Naturaleza sufre una degradación alarmante. También situó en primer plano la tragedia humanitaria de Gaza, banderas ambas que unirían a personas de todas las orillas.

Pero Gustavo Petro no se formó para aunar voluntades ni para convencer a opositores con argumentos rigurosos, expuestos con la mano tendida, de manera pacífica. Tampoco posee carisma ni cualidades de estadista, ni siquiera la humildad para aceptar sus lagunas intelectuales y comprender que existen otras verdades diferentes a la suya.

Lo que moldea su carácter y determina sus posiciones frente a países y problemas, además de la consabida megalomanía, es una mezcla de incoherencia, espíritu vengativo y rencoroso, y una inagotable capacidad de mentir y de tergiversar tanto la Historia como realidades. Cada día se hace más evidente que estamos ante males que se antojan imposibles de extirpar.

Si a Petro le inquietaran las guerras del mundo y abrazara la democracia con sinceridad, repudiaría sin paliativos la invasión de Ucrania y llevaría su firma la denuncia contra Vladímir Putin en la CPI, idéntica a la que estampó contra Benjamin Netanyahu. Dejaría, en suma, de mirar para otro lado y de justificar lo injustificable para favorecer al matón del Kremlin.

También habría repudiado sin fisuras la abominable masacre de 1.200 judíos, de todas las edades, y el secuestro de otros 252 a manos de Hamás. Y condenaría que la banda terrorista usara los ingentes fondos internacionales que recibe Gaza, con fines humanitarios, en construir 700 kilómetros de túneles y en comprar armas para su único anhelo: aniquilar Israel.

Al mismo tiempo, sería el mascarón de proa del combate contra las dictaduras de los países hermanos. Denunciaría los crímenes del castrismo, chavismo y sandinismo, y acogería a los valientes opositores que deben exiliarse para que no los encarcelen ni maten.

Pero solo tiene ojos para rechazar la arremetida militar de Netanyahu, que ha sobrepasado todo lo razonable. A diferencia de Petro, una parte de la sociedad, que no piensa con las vísceras, considera que una nación tiene derecho a defenderse de sus enemigos, máxime si su única misión consiste en desaparecerla de la faz de la Tierra.

Esa posición, sin embargo, no avala que uno de los mejores Ejércitos del mundo alegue que reducir ciudades a escombros, matar a más de 50.000 ciudadanos y desplazar a toda la población, sean fórmulas legítimas para alcanzar sus objetivos militares, y pretenda que aceptemos como daños colaterales tal cúmulo de horrores.

No tengo duda de que los propios israelíes someterán a juicio a Netanyahu por su barbarie y negligencia. No solo por no haber evitado el sanguinario ataque terrorista inicial, sino, también, por liderar una larga guerra sin siquiera liberar vivos a todos los secuestrados ni contar con un plan viable para el día después. Por supuesto que Petro ni siquiera hace esa valoración, solo lanza improperios contra Israel y medio mundo, creyéndose el pacificador universal.

Tampoco resulta creíble su interés por la paz y las libertades de otras naciones si, además de presumir de que el M-19 se entrenó en Libia (de terrorismo) junto a la OLP, al día siguiente de su cumbre manda a su jefe de gabinete a Caracas a alabar la tiranía chavista y a sellar un acuerdo destinado “a cumplir el sueño que inició Hugo Chávez, un sueño que tienen hoy el presidente Maduro y el presidente Petro”.

Fiel ventrílocuo de su amo, Saade anunció que deben “informar al mundo sobre estas mafias politiqueras, aliadas al narcotráfico, que ha intentado destruir dos naciones hermanas”, y que cumplirán el sueño bajo el titular “Zona Económica Especial de Paz”. Supone afianzar los lazos entre la Colombia democrática y la Venezuela dictatorial y narcotraficante para blanquear los crímenes chavistas. Y para permitir al ELN, con la complicidad de los uniformados de Maduro y el cartel de los Soles, operar a sus anchas en ambos lados de la línea divisoria. Más adelante incluirán a la Nueva Marquetalia, a la que siempre han protegido y ahora marginan por estar detrás del atentado contra Miguel Uribe.

Si no escondieran oscuras intenciones, ¿por qué no pidió Saade la captura y extradición de Iván Márquez y el Zarco Aldinever, que viven bajo las alas de Miraflores? Y la libertad de Rafael Tudares, Juan Pablo Guanipa, Dignora Hernández, Freddy Superlano, Rocío San Miguel, Javier Tarazona y cientos de presos políticos.

Nadie ignora que la hipocresía rige las relaciones diplomáticas desde tiempo inmemorial, pero si Petro pretende erigirse en el gran abanderado de las víctimas de guerras y dictaduras, no puede hacer de la incoherencia y la solidaridad selectiva su ley de vida.

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