OPINIÓN

Modo minga y crisis climática

El trasfondo del descontento colectivo tiene múltiples facetas interconectadas con la crisis climática global, con asesinatos de líderes sociales y ambientales, con las amenazas que se ciernen sobre los acuerdos de paz, el acceso a la tierra, al aire limpio, al tratamiento de ríos y aguas afectadas por la minería y la deforestación.

María Angélica Raigoso Rubio
13 de diciembre de 2019

Como un juego de dominó que empuja una ficha tras otra, se está derrumbando globalmente un modelo de gobernanza centralizado que está respondiendo de forma desigual e incompleta a necesidades de la población más vulnerable. En plena movilización, en modo minga, abuelos y abuelas ambientalistas acompañamos a la Guardia Indígena del Cauca y a jóvenes de diferentes oficios y orígenes territoriales en la celeridad para concretar respuestas de parte del Estado. 

En simultánea, en las negociaciones de la COP 25 en Madrid, cientos de jóvenes claman a los gobiernos la reducción de riesgos asociados a la acelerada subida de temperaturas y al maltrato al ambiente urbano, con base en alertas de científicos mundiales. La crisis climática pone de frente la necesidad de cambios estructurales en los modelos de desarrollo, como lo propone la minga ampliada. Ambas movilizaciones, aquí y allá, coinciden con la urgente acción coherente de los Estados, pero incluyente.   

En Bogotá, durante muchos días, han ondeado banderas multicolores expresando cambios ante el cúmulo histórico de violencias. El paisaje icónico de los Cerros Orientales, que marca vertientes al Orinoco, al Magdalena y la Amazonia, es testigo de marchas pacíficas, artísticas, musicales, creativas, lideradas por jóvenes. En la plaza de Bolívar, espacio emblemático de liberación colonial, está la huella de la transición generacional hacia otro modelo de sociedad, más participativa, más equitativa, más responsable con la naturaleza. De la Conversación Nacional y las movilizaciones se obtiene la respuesta: la firma del Acuerdo de Escazú. 

El trasfondo del descontento colectivo tiene múltiples facetas interconectadas con la crisis climática global, con asesinatos de líderes sociales y ambientales, con las amenazas que se ciernen sobre los acuerdos de paz, el  acceso a la tierra, al aire limpio, al tratamiento de ríos y aguas afectadas por la minería y la deforestación. La movilización ciudadana clama por la puesta en marcha decidida de la Reforma Rural Integral y el Catastro Multipropósito, acordados desde 2016 en las regiones más afectadas por el conflicto armado. Todo eso va a paso de tortuga, exacerbando a las víctimas. La movilización del país reclama celeridad y pilas, mayores capacidades y recursos.

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Las familias campesinas, reclaman presencia integral del Estado, respetando sus culturas y autoridades tradicionales. Mayores y mayoras y jóvenes de los pueblos indígenas de la Amazonia, del Cauca, del Chocó, de la Sierra Nevada de Santa Marta, entre otros, vienen reclamando al Estado que el Ministerio del Interior reconozca su labor como Autoridad Ambiental en Resguardos y Territorios Ancestrales. Este reconocimiento es un paso firme si el presidente lo ordena. Esta decisión implica que el Sistema Nacional Ambiental incorpora a las autoridades ambientales indígenas, junto con las CAR, en el mismo portafolio de recursos, sistemas informáticos y equipos para garantizar el monitoreo, controles territoriales y coordinación interinstitucional. Muchos jóvenes indígenas y afros,  formados con maestrías y doctorados ya están listos para asumir esas responsabilidades. 

Es cierto que la arquitectura centralizada del Estado-Nación, con un poder piramidal y fragmentado en silos sectoriales, tiene grandes dificultades para interconectarse en materia ambiental. Es cierto que estamos exigiendo celeridad para pasar del discurso elocuente de la Conversación Nacional a acciones concretas, evitando el desgaste y la opción de sentirnos utilizadas. Si bien la Mesa Ambiental ya propuso frenar la aspersión con glifosato, que es de resorte del Ministerio de Defensa, igual que la revisión de la política antidroga, estos temas exigen ser abordados de manera integral con el Ministerio de Salud y de Ambiente. Si se trata de avanzar en ese frente, la Conversación Ambiental debe ser con todas las partes involucradas. Así comenzó la primera mesa, impulsando la transición energética y planteando los riesgos del fracking, con acompañamiento personal de la ministra de Minas y Energía y el ministro de Ambiente. 

El objetivo común de ellos (el gobierno) y nosotras (la ciudadanía), es concretar acciones de prevención de riesgos, apurar el saneamiento del ambiente urbano, enrarecido por la pésima movilidad pública, mezclando gases de efecto invernadero, estrés y humo de  incendios de selvas, un todo interconectado, como lo expresó Von Humboldt. Ya estamos en mora de repensar el concepto de “conservación” en Parques Nacionales y zonas de reserva forestal, para redefinirlo con las Autoridades Ambientales Indígenas, que viven de sus territorios, manteniendo sitios sagrados y biodiversidad. En Colombia ya demostramos en la movilización del 4D que podemos dar ejemplo de civilidad en América Latina para producir cambios sin desaparecer un Dylan más. 

En este momento histórico, las marchas en ciudades del pie de monte amazónico, coloridas y musicales como las de ciudades de la Costa Caribe, el Eje Cafetero, el Valle del Cauca, unen voces a las de jóvenes presentes en la COP 25 en Madrid. La movilización de ambientalistas de varias generaciones en muchas ciudades del país es una muestra que si se puede protestar en paz. Gracias a la presencia de la Guardia Indígena del Cauca en Bogotá, esta nos puso a todos en modo minga frente a la crisis climática. 

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En Florencia, Caquetá, en San José del Guaviare, Leticia en el Trapecio Amazónico, Mocoa y Puerto Asís en el Medio y Bajo Putumayo, Inírida en el extremo oriente del Guainía, se evidencia el mismo germen de descontento por la corrupción, tan álgida como en las localidades de Suba, Bosa, Puente Aranda y Soacha en la sabana de Bogotá. En los territorios afro del Pacífico y en pueblos embera, hoy amenazados por balas del narcotráfico, también resuenan los tambores clamado por igualdad de condiciones en salud, educación, empleo, parecidos a los servicios públicos en la zona Andina. 

Está en plena ebullición un mensaje directo a la soberbia del Congreso de la República, enfrascado en defender poderes partidistas, sin realmente atender y escuchar los cacerolazos del pueblo. No extraña que se queden callados ante la iniciativa de reducir sus suelos y grotescas pensiones. La movilización 4D es también un mensaje directo para que sepan que no olvidamos la engavetada de la Ley Anticorrupción y los 12 millones de votos que no han querido respetar. 

Estamos frente a una crisis civilizatoria, llegando a umbrales de alerta nunca vistos. En Madrid en las discusiones sobre los ajustes al Acuerdo de París, en las calles de Colombia y en las plazas de otras ciudades del mundo, se construye una profunda conexión, sin fronteras y sin xenofobia, entre gentes que piden repensar el manejo ambiental del territorio y el destino de todas las generaciones, ante la crisis climática. 

En este ambiente de fin de año, hay noticias alentadoras:

Carlos Castaño-Uribe, de la Fundación Herencia Verde Ambiental Caribe, saca a la luz pública (1) los resultados de expediciones realizadas durante 30 años al Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, de 4,2 millones de hectáreas, entre Caquetá y Guaviare. El parque, hogar de tepuyes con más de 75.000 figuras de arte rupestre, flora y fauna únicas en el mundo, es el sitio sagrado para comunidades indígenas nómadas, que nos urge proteger. Además, está declarado como Patrimonio Mixto de la Humanidad. Este es otro compromiso de Estado, con la ciudadanía. 

Alberto Gómez Mejía, director del Jardín Botánico del Quindío en Armenia, ganó el tercer puesto del Premio Nacional de Ecología 2018-2019 Planeta Azul, por el uso sostenible de las aguas lluvias y tratamiento de aguas residuales en el Jardín y Mariposario, dos centros de educación ambiental ejemplares para otras ciudades de gran biodiversidad. 

Eugenio Prieto, director saliente del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, reconociendo su trabajo para reducir la contaminación del aire urbano en los 12 municipios del Área y la consolidación de la alianza con universidades, mesas ambientales ciudadanas, empresarios y TeleMedellín, en la Escuela de Ecología Urbana. Ejemplo que ilustra la habilidad de concertación de capacidades de varios actores regionales. 

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Rodrigo Botero, Premio Mejores Líderes de revista SEMANA, como director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, FCDS,  por su persistente compromiso en la producción de información y monitoreo del bosque amazónico. 

Agradecimientos a la Guardia Indígena del Cauca, con hombres y mujeres que inspiran respeto y solidaridad, por mantener la disciplina y la paz en la movilización en Bogotá. Dieron una lección de civilidad y compostura a la Policía y al Esmad. 

“Chiribiquete, la maloka cósmica de los hombres jaguar”, publicado por Sura, Instituto Colombiano de Antropologia e Historia, Fundacion Herencia Ambiental Caribe y Parques Nacionales, Villegas Editores, 2019