CAMILO DÍAZ

El vuelo de Avianca

La última escala de la compañía ha sido el retiro de sus acciones del índice Colcap por parte de la Bolsa de Valores de Colombia.

Camilo Díaz, Camilo Díaz
23 de mayo de 2020

La pandemia del coronavirus obligó al cierre de las fronteras en el mundo y a que los ciudadanos tuvieran que guardar una extensa cuarentena, que todavía no se sabe cuándo finalizará. Con ello, las primeras víctimas económicas del virus fueron todos los sectores relacionados con el movimiento de personas. El turismo, la industria del petróleo junto con los combustibles, y las aerolíneas experimentaron una brusca caída en sus ingresos conforme los viajeros no pueden movilizarse y los aviones se han quedado en tierra afectados por las estrictas medidas adoptadas por casi todos los países.

En un ambiente lleno de incertidumbre donde el mejor pronóstico de la economía es la entrada en recesión a partir del segundo semestre, las únicas compañías que pueden sobrevivir son aquellas que llegada la coyuntura contaban con una sólida posición financiera y acceso al crédito o a los mercados de deuda para obtener la liquidez necesaria para atravesar el temporal. Las empresas con alto apalancamiento, bajos márgenes, y con alta exposición al riesgo cambiario, son efectivamente las más vulnerables a caídas en los ingresos que, como en la situación actual, han afectado a todos los sectores.

Los problemas de Avianca no fueron provocados por el coronavirus. Desde antes del 2017 la empresa venía con importantes debilidades financieras, representadas en altos niveles de apalancamiento, concentración de sus operaciones en Colombia con ingresos en pesos pero obligaciones en dólares, una expansión acelerada en rutas con baja rentabilidad, y la erosión de su negocio en las rutas más rentables por la competencia de aerolíneas low cost, que no es otra cosa que un modelo de negocio basado en menores márgenes, pues al final del día los principales costos como el combustible y las tasas aeroportuarias son iguales para todas las aerolíneas. 

A esa situación que exigía alta precisión en las decisiones gerenciales se sumó la huelga de pilotos del 2017, que impactó fuertemente la capacidad operacional de la empresa y que si bien la administración saldó con la reducción del sindicato de pilotos, lo logró a costa de la viabilidad de la empresa. Desde ese momento y hasta esta parte, los problemas de la firma no se solucionaron, y mantuvieron a la compañía con escaso margen de maniobra para afrontar cualquier problema.

El momento el catalizador que llevó a que Avianca se acogiera a la ley de quiebras de Estados Unidos fue el coronavirus, pero también podría haber sido un alza del petróleo, mayor depreciación del peso colombiano, o un evento de terrorismo que hubiera cerrado los cielos a nivel internacional como ocurrió en 2001 por los atentados a las Torres Gemelas. La viabilidad de la empresa ya estaba comprometida desde antes del coronavirus como consecuencia de malas decisiones gerenciales y un plan de expansión que los fundamentales del mercado aéreo y de la empresa no podían sostener.

Será una mala decisión que el Estado le apueste a realizar un rescate de Avianca en forma indirecta con crédito en condiciones preferentes, o de forma directa convirtiéndose en “socio”. Si hace lo primero, obligatoriamente tendrá que ofrecer esa misma tasa y mecanismo de financiamiento a todos los municipios porque lo necesitan y finalmente también son Gobierno; y a todas las empresas del sector turismo que simplemente tienen que copiar los argumentos de la aerolínea para solicitar el mismo tratamiento. 

Si se vuelve socio, va a nacionalizar con el dinero de los colombianos las pérdidas que arrastraba la empresa desde el pasado, entrar en el engorroso trabajo de valorar cuánto vale una empresa acogida a una ley de quiebras y donde modelar el comportamiento de los supuestos que generan valor en la empresa es como lanzar una moneda al aire, puesto que el impacto del coronavirus en la industria aérea en este momento es impredecible. Cualquiera de los dos implica una elevada factura que la posición fiscal del país no está en capacidad de pagar.

El Gobierno debe evitar a toda costa quedar en la situación de tener que elegir ganadores y perdedores, lo mejor es que, aprovechando la pausa obligada en el transporte aéreo, a través de la Aerocivil otorgue licencias a las empresas que quieran relevar la demanda que pueda ser desatendida por Avianca y diseñe una política pública horizontal para enfrentar los cambios que su eventual salida puede significar.