Nación
Padre de una de las funcionarias secuestradas de la Gobernación del Cauca reveló la última llamada con su hija: “Papito”
Un hombre víctima de un grupo armado hace 25 años, que quedó en condición de discapacidad, hoy vive la angustia del secuestro de su hija.


El conflicto armado en Colombia sigue dejando cicatrices abiertas. Esta vez, el drama lo vive de nuevo la familia de Guido Güengue, un hombre que hace 25 años quedó en condición de discapacidad tras un ataque de un grupo armado ilegal y que hoy enfrenta la angustia de tener a su hija secuestrada por las disidencias de las Farc.
Leidy Rocío Güengue Polindara, administradora de empresas y funcionaria de la Gobernación del Cauca, es una de las nueve personas retenidas el pasado jueves 17 de julio en zona rural de Santa Rosa, cuando un grupo armado interceptó la caravana institucional en la que se desplazaban para realizar actividades sociales con comunidades vulnerables.
Leidy iba en misión humanitaria: entregaba kits alimentarios, compartía herramientas de formación para la convivencia pacífica y llevaba mensajes de esperanza a regiones golpeadas por la violencia. Era parte del equipo que, desde la Gobernación, intenta reconstruir los lazos entre el Estado y la población rural.
Para Guido Güengue, el secuestro de su hija no es solo una tragedia personal: es una repetición dolorosa de la historia que lo marcó hace más de dos décadas. “Jamás pensé que esta ola tan oscura y tan desagradable volvería a mi familia”, dijo en una entrevista con Noticias Caracol.
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Su voz se entrecorta al recordar la última conversación que tuvo con Leidy: “Me dijo: ‘Papito, te amo mucho, ya vamos en camino’“. Fue esa mañana, antes de que partiera. Después, solo hubo silencio.

En su relato se mezcla el orgullo por una hija que se formó con esfuerzo y el temor de que, como en su caso, la violencia interrumpa una vida dedicada a servir.
“Yo me alimento de ver sus logros”, dijo al recordar que siempre le pide que le mande fotos de donde va, de su trabajo. En las últimas horas, se realizó una velatón organizada en la Catedral de Popayán, donde decenas de personas se congregaron para exigir la liberación de los funcionarios.
Güengue, quien ha luchado por criar a sus hijos lejos del miedo, reconoce que este nuevo golpe lo desarma: “Yo casi no les hablo de lo que me pasó, porque quiero que vuelen, que sueñen, que estudien sin miedo”.
Durante la velatón, se encendieron velas, se elevaron oraciones y se escucharon súplicas. Pero también hubo mensajes de exigencia al Gobierno y a los grupos armados: que respeten la vida de quienes trabajan por el bienestar de las comunidades, que devuelvan a los secuestrados, y que no repitan los errores de una guerra que ya ha dejado miles de víctimas.