José Miguel Santamaría Uribe

Economía

Las nuevas locuras del emperador

Si Petro como emperador es malo, como presidente es perverso.

José Miguel Santamaría
6 de diciembre de 2024

Si algo tiene la Colombia de Petro es que cada día hay algo nuevo: bien sea un escándalo de corrupción, un golpe o ataque al aparato productivo, o un discurso polarizador que atrae la atención de todos. Lo único realmente cierto es que Petro sigue poniendo la agenda del país día a día.

Los eventos de esta semana son francamente aterradores, dignos de un mal emperador del siglo XVIII. Primero, sale en defensa y ratifica en el cargo de Ricardo Bonilla, ministro de Hacienda, después que se supiera que su asistente relató ante la Fiscalía que Bonilla sabía y daba las órdenes para giros y contratos para determinados congresistas para voltearles los votos a favor de los proyectos del gobierno. Petro catalogó los hechos de entrampamiento al ministro, aunque en un discurso dijo que todos los ministros lo venían haciendo. Lo inculpo y puso a RCTV a denigrar de la señora Benavides (la asistente) de ser uribista. El miércoles le pidió la renuncia a Bonilla, era insostenible mantenerlo.

En cualquier otro gobierno u otro país el ministro se habría caído hacía mucho. El presidente lo hubiera retirado del cargo. Acá en Colombia no pasa nada. Es increíble cómo la ciudadanía no reacciona y deja que el emperador haga lo que le da la gana.

De la misma manera, Petro decidió esta semana no acatar lo que dice el Consejo Nacional Electoral CNE, en cuanto a las campañas políticas. Sigue insistiendo que esa entidad no lo puede investigar ni juzgar a él a pesar de que las cortes le han reiterado que eso no es cierto y que debe responder. Esto es una muestra adicional de su desprecio por la justicia y las leyes. A mí, personalmente, me hace pensar que denigrar del CNE es el comienzo del fin de las elecciones del 2026. También podría acatar el resultado electoral.

El tercer tema vino a raíz de las declaraciones del gobierno británico, donde volvió a imponer a los colombianos la necesidad de tramitar visa para entrar a su territorio. Esto es tal vez el hecho más triste de nuestras relaciones diplomáticas de los últimos tiempos. Aunque al principio se limitó a decir que Colombia también le pediría visa a los británicos, a los dos días se desbocó en barrabasadas que empezaron hablando de racismo, xenofobia y esclavitud, y, obviamente, en advertir que la tierra es de todos y que nadie tiene por qué deportar a nadie de los territorios. Llegó incluso a decir que los que piden la visa fueron en su momento recibido por los indígenas, que son los verdaderos dueños de la tierra.

Son tantas las incongruencias que si se hiciera un libro tendría bastantes tomos, como la enciclopedia británica. Qué imaginación, qué ideologización. Y la falta de rigor de pensamiento hace que mucho de esto esté pasando.

Para muchos analistas, el nivel de destrozo económico y social es tan grande que en el 2026 no será fácil recuperar el camino por donde veníamos. Quien quede de presidente necesita un equipo idóneo para la reconstrucción. Es por eso que no se entiende las docenas de candidatos presidenciales: van más de 50 que quieren meterse en esa titánica tarea.

Si Petro como emperador es malo, como presidente es perverso.

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