Hay Festival 2019

“Un libro para acercarnos a la verdad”

A partir del texto 'El peligro de la historia única', escrito por la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, un grupo de voces diversas ahondaron en las formas en que se han narrado la historia y el conflicto colombianos.

RevistaArcadia.com
5 de febrero de 2019
“Primero hay que legitimar la verdad. Desde mi punto de vista, para legitimar la verdad, se comienza por escuchar la verdad de las víctimas, la verdad del agresor, la verdad del estado. Sea cual sea.” Juana Alicia Ruiz | Foto: Revista Arcadia

Este contenido surge del evento "Un libro para acercarnos a la verdad" que tuvo lugar en Cartagena el pasado 2 de febrero. El encuentro fue posible gracias a USAID-ACDI/VOCA, y contó con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española. Una iniciativa de ARCADIA y la Comisión de la Verdad.

El padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad; el escritor Juan Gabriel Vásquez; la lideresa de Mampuján, Juana Alicia Ruiz; y Eugenio Reyes se dieron cita en un fértil encuentro entre improbables. El espacio, abierto en el marco del Hay Festival, permitió reflexionar sobre la importancia que tienen los relatos marginales, muchas veces invisibilizados, para conocer la verdad del conflicto armado.

Las palabras introductorias estuvieron a cargo de Ricardo Amaya, director de ACDI/VOCA, quien resaltó la necesidad de los "diálogos sociales en torno a los asuntos de paz y reconciliación" y subrayó su apoyo a iniciativas como las de ARCADIA y la Comisión de la Verdad que buscan generar encuentros entre "diferentes sectores de la sociedad".

Después intervino  el escritor Juan Gabriel Vásquez quien, desde su posición como narrador, que ha abordado el tema de la violencia en Colombia en libros como El ruido de las cosas al caer y La forma de las ruinas, defendió la importancia de reconocer las diferentes voces que componen la historia de Colombia. Al mismo tiempo, alertó sobre el peligro que representan las narrativas únicas. “Quizás no hay nada tan importante como recordar la validez de todas las historias que conforman nuestra ‘gran historia’, nuestra gran narrativa nacional. Y no hay nada tan peligroso como ceder a la tentación de identificar nuestra narrativa nacional, la narrativa de estos 50 años de guerra, como una sola”, dijo el escritor.

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Para Vásquez es importante aclarar que la invitación no es la de caer en un relativismo respecto a la verdad. Por el contrario, dijo, ontológicamente la realidad es una, pero la manera como llegamos a conocerla es múltiple. De ahí la necesidad de nutrir nuestro entendimiento con las múltiples versiones de los hechos que nos ayudan a dilucidar los matices que componen la verdad de la historia colombiana.

El escritor habló también de la importancia que tiene un organismo como la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición como punto de convergencia de dichas historias.

Posteriormente, el padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, declaró su afinidad por las declaraciones de Vázquez respecto a la existencia ontológica de una verdad sobre el conflicto, pero también hizo énfasis en la necesidad de acceder a ella desde una multiplicidad de representaciones y reflexiones.

A su vez, expresó su preocupación por la facilidad con que el poder político puede negar las diferentes realidades del dolor que vive y ha vivido el país. “Lo que más nos preocupa (a los miembros de la Comisión de la Verdad) hoy en día en Colombia es la negación de la realidad, porque si la realidad no existe cualquier cosa que usted diga con poder político se vuelve una realidad que usted puede imponer. Por eso, la importancia tan grande de que aquí estén las víctimas”, afirmó. Exaltó además la relevancia de espacios donde las voces de las víctimas y victimarios encuentren un punto en común. Se trata de un esfuerzo complejo, pero necesario para enfrentar la dura realidad que atravesó el país. “Este país lo tenemos que construir entre todos y todas. Aquí no sobra nadie. Todas y todos somos importantes. Pero para poder hacerlo tenemos que cambiar. Ese es el desafío. Si no lo hacemos, no es posible. Debemos abrirnos con coraje para enfrentar la realidad, buscarla desde todos los lados de lo que nosotros somos para rescatarnos como seres humanos”.

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Juana Alicia Ruiz, representante del proyecto "Mujeres tejiendo sueños y sabores de paz de Mampuján", dio testimonio sobre las dificultades y riesgos que implica querer contar su versión del conflicto armado. Su testimonio cuenta con el respaldo de una valiosa experiencia como líder social y con el duro antecedente de su corregimiento, que en el año 2000 sufrió una masacre en la que trece campesinos fueron asesinados por paramilitares. “En Montes de María, y en Colombia, la verdad te pone en riesgo”, afirmó.

Ruiz reconoce que la condición de ser desplazadas y negras ha hecho que la experiencia de vida de las mujeres en su comunidad sea particularmente difícil. “Para nosotros el proceso no fue fácil porque uno empieza con muchos temores (...) como lo leí de la autora nigeriana (Chimamanda Ngozi Adichie), quien cuenta que la situación de la mujer en África era doblemente vulnerable. Yo creo que nosotros éramos triplemente vulnerables”.

En consonancia con las intervenciones de Vásquez y De Roux, Ruiz reafirmó la necesidad de escuchar la multiplicidad de experiencias, personales y colectivas, que ha dejado el conflicto armado en cada uno de los actores. “Primero hay que legitimar la verdad. Desde mi punto de vista, para legitimar la verdad, se comienza por escuchar la verdad de las víctimas, la verdad del agresor, la verdad del estado. Sea cual sea".

Contó que en el caso específico de Mampuján todavía hay mucho por explicar. “Nunca se ha dicho quiénes fueron los comandantes que estuvieron al frente de esa masacre y ese desplazamiento. Y nunca se ha sabido a ciencia cierta y con libertad qué era lo que se pretendía con el desplazamiento de nuestra comunidad. Y yo creo que todos lo sabemos, pero no hay explicación pública que diga porqué”. Ruiz enfatizó también en la necesidad de un tratamiento integral que incluya garantías de seguridad para que los diferentes actores del conflicto tengan la oportunidad de hablar con tranquilidad.

La líder de Mampuján presentó el libro Vivencias, que reúne los relatos de un grupo de mujeres de su comunidad que han sufrido la violencia. El libro es un ejercicio de apropiación e identidad por parte de estas mujeres, en consonancia con la apuesta por una escritura descolonizadora a la que invita Ngozi Adichie: “Vienen personas externas y comienzan a contar lo que tú estás viviendo. Viene un foráneo y lo escribe. Y siempre que un foráneo viene a escribir lo que está pasando, una comunidad le pone su componente. El foráneo viene con sus costumbres y sus tradiciones. Y muchas veces no logra entender lo que está pasando (...) y una queda como: ‘¿Y este qué?‘”.

Para terminar con su intervención, presentó el caso de su comunidad como ejemplo de reconciliación y construcción de una nueva narrativa que se aleja de las dinámicas de violencia que ha vivido el país desde el inicio del conflicto: “Entendimos que para poder avanzar en esto era necesario reconciliarnos. Porque llenos de odio, llenos de resentimiento, no podíamos avanzar. Era un solo camino el que era necesario emprender. Y era el camino del perdón, de la reconciliación. No entendiendo esto como impunidad. Nosotros seguimos, hasta lo último, para ser reparados. La gente nos recriminó mucho el tema de la reconciliación y el perdón. Nunca entendieron que nosotros no buscábamos hacerles un favor a ustedes, sino a nosotros mismos, para liberarnos de ese odio que tiene Colombia, desafortunadamente”.

Eugenio Reyes, otro líder en procesos de reconciliación, tomó la palabra en la última intervención. Reyes dio testimonio de las dificultades vividas en su proceso de reincorporación y de apertura a la verdad.

El evento concluyó con una presentación musical de la banda Aterciopelados, que interpretó canciones relacionadas con la realidad nacional e hizo una invitación conciliadora a acabar con los ciclos de violencia que han sumido a Colombia en décadas de dolor.

El evento finalizó con una intervención musical de Aterciopelados.

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